Mary Austin y los secretos del desierto
Reseña • Ruth Castro • 23 de mayo 2023
Una de las noticias que impactaron mis lecturas al inicio de este año fue el cierre de la editorial española Volcano Libros. Apenas la había descubierto hace poco más de dos años, desde que empezó a distribuirse en México a través de Lenguaraz Distribuidora.
Entre mis planes estaba la de reseñar varios de los títulos porque me parecía un proyecto editorial hermoso y de calidad, dedicado a la combinación de naturaleza y literatura. Desde este sello se publicaron clásicos de nature writing como el Cuaderno de montaña, de John Muir, además de novelas y crónicas de diversos autores/as, en muy variados paisajes y climas (bosques, montañas, islas / lluvias, vientos salvajes, intensa nieve, majestuosos atardeceres) y por supuesto, flora y fauna de todo tipo.
Algunos de ellos fueron títulos traducidos por primera vez al español, e incluyen textos contemporáneos, ensayos, memorias, e incluso novelas de ciencia ficción. El eje de Volcano Libros fue la naturaleza y sus relaciones con lo humano, sin importar la época o el género literario en que estaban escritos.
Durante el tiempo que fui conociendo su catálogo me emocionó lo que estaba por editarse y todas las novedades que me faltaban por leer. Ahora sus portadas dejarán de aparecer en los aparadores de librerías, y muy pronto tales títulos se volverán inconseguibles, así que con mayor razón siento que estoy en deuda.
En deuda porque: desde el primer acercamiento deseé compartir con más gente esta propuesta editorial, porque varios de sus títulos se volvieron compañeros de viaje; también algunos fueron regalos para personas con las que he hecho senderismo, y recomendaciones entusiastas, de librera a lector/a. Y en deuda también porque una apuesta así es política, la de mirar desde el ojo naturalista, es decir, desde dentro, no como el explorador que quiere conquistar un territorio o adueñarse de él, sino de quien quiere comprender y comprenderse como uno más entre las especies vivientes.
De entre los títulos ya leídos de Volcano Libros tengo aprecio especial por uno que describe el sur de Estados Unidos; específicamente el desierto de Mojave, desde las altas sierras del sur de Yosemite.
Mi aprecio deviene de que habito un desierto similar en el norte de México. Suelo explorar sus cerros y dunas, apreciar sus puestas de sol con todos sus colores y sin una sola nube, y me interesan las historias de sus antiguos pobladores. Y, como sabemos, antes de que estas tierras se conocieran geográficamente como México y Estados Unidos, los pueblos que habitaron esas y estas regiones compartieron muchas de sus características.
La tierra de la lluvia escasa, de Mary Austin, se publicó por primera vez en 1903, y en 2019 apareció en su versión en español. En catorce crónicas—ensayos que expresan cariño y admiración por esa región, se alterna la descripción de lugares, personas y pueblos. Destaca la mirada de la autora, como observadora y habitante durante años de esa zona que recorrió una y otra vez, y que también fue el escenario de algunas de sus novelas, relatos, poemas y otros de sus escritos literarios.
Han abundado crónicas de naturaleza, sobre todo de vegetaciones exuberantes. Pareciera que el desierto es temido por su clima extremo y por la concepción injusta que lleva su nombre, pero a ojos de Austin encontramos ciertos secretos: que la vida allí es nocturna, y se rige por otras normas, las de la escasez y la adaptación, las de la paciencia y el ahorro, tanto en su vegetación, en sus animales, como en sus pobladores. Si seguimos sus palabras con atención, comprendemos que esa “desolación” está llena de vida.
Los personajes de La tierra de la lluvia escasa son todos seres vivientes, con el mismo nivel de importancia en las narraciones. Árboles que esperan en las orillas secas de un río que de vez en cuando desemboca cerca de sus raíces. Plantas con la capacidad de sobrevivir en esas condiciones extremas y que algunos de sus habitantes conservan aún el conocimiento de sus propiedades y usos. Cánidos, felinos y roedores y sus estrategias de caza. Aves carroñeras y su relación de dependencia con criaturas salvajes y otras aves que van de paso.
El libro describe las particularidades de las estaciones: la nieve derretida de los puntos más altos de sus montañas que al escurrir se convierte en un remanso de vida a las zonas más áridas, el cauce de los ríos, los extremos vientos que atemorizan a todas las especies –incluidos los humanos–, la lectura de las nubes que anuncian el grado de la tormenta que se avecina y las impresionantes visiones nocturnas de cielos despejados y estrellados.
Alternadamente a la descripción de flora y fauna están las mujeres y hombres que habitan de diversos modos el desierto. Un buscador de oro, solitario, que guarda cientos de historias bajo la manga y que conoce muy bien cómo mantenerse en esas tierras con los recursos que esta misma le provee. Una mujer tejedora de cestería que encuentra en ese oficio la creatividad y el medio de supervivencia para ella y su hijo. Los pobladores de Jimville y las leyendas acerca de su nombre. Un hombre shoshoni llamado Winnenap, por el que sabemos el modo de vida de los hombres-medicina dentro de su tribu. El pueblo Las Uvas, fundado por familias de mexicanos que conservan sus tradiciones gastronómicas y festivas, aunque con sincretismo se entremezclan con otras de su nueva tierra.
Es notoria la ternura y comprensión con las que describe los elementos que ha elegido a conciencia. Mary Austin fue defensora de los derechos de los nativo americanos, defensora de los derechos de las mujeres y por supuesto, defensora de esos áridos territorios que más tarde se convertirían en reserva natural por personas como ella.
Su defensa está cargada de una espiritualidad que contagia a les lectores, a través de una escritura desbordante con un peculiar ritmo narrativo, que su traductora al español Eva Gallud supo bien rescatar. Una lectura que presenta una interesante poética del desierto, por primera vez en nuestro idioma, a más de un siglo de haberse escrito.
Mary Austin. La tierra de la lluvia escasa, prólogo de Terry Tempest Williams. Traducción de Eva Gallud. Volcano, 2019.