Cochabamba feminista y antifascista
Manifestantes sostienen un lienzo que dice “¡Atentos, fascistas! Kocha es feminista” durante la marcha del 8 de marzo, 2025, en Cochabamba, Bolivia. Foto © Angélica Becerra.
Opinión • Claudia López Pardo • 27 de marzo, 2025 • Read in English
El viernes 7 de marzo, las colectivas organizadas en Cochabamba nos encontramos en la Plazuela San Sebastián, al frente de la estatua de las Heroínas de la Coronilla. Este año el tradicional Corso de Corsos, una celebración del carnaval, se realizó el 8 de marzo, obligándonos a movilizarnos por el Día Internacional de la Mujer un día antes.
Durante décadas las organizaciones populares se dieron cita en ese lugar para desde allí desplegar sus movilizaciones. A nosotras nos resulta estratégico concentrarnos allá porque la lucha es de todas. Nos proponemos pasar por el mercado La Cancha como una señal a las vendedoras que, como nosotras, están enfrentando la difícil situación económica. La tarde es tranquila a pesar de la agitación y el afán.
En los alrededores de La Plazuela se juntan chicas de diferentes edades. Las colectivas están agrupadas, organizando sus intervenciones artísticas y pintando sus pancartas. A las 17:00, las integrantes de la Batucada Fem Diversa llegan con sus tambores e instrumentos de percusión dando una señal que la movilización pronto va a comenzar.
Encabezan la movilización las madres de mujeres asesinadas por la violencia feminicida. Les siguen varios bloques de mujeres y disidencias que marchan en un orden propio, rompiendo el modo tradicional militar de lo sindical. Se observa un gran acuerpamiento que porta mantas y carteles con consignas muy diversas. Los colores violeta y negro predominan en esta movilización.
Este año nos moviliza la consigna “¡Atentos, fascistas! ¡Kocha es feminista!”. El lema refleja el estado de ánimo en el que las mujeres organizadas nos encontramos.
Contra la criminalización de nuestra protesta
Desde septiembre de 2024 dos de nuestras compañeras están siendo criminalizadas injustamente por una acción pro-Palestina en un absurdo proceso empujado por el municipio cochabambino que se ha empeñado en realizar una persecución política. Las feministas autónomas leemos este proceso como un ejercicio de disciplinamiento que tiene como fin el silenciamiento.
A nosotras nos guía la desobediencia contra la ofensiva que quiere que nos callemos. Desde que la judicialización se ha puesto en marcha, hemos acompañado a nuestras compañeras porque sabemos que el mensaje es contra todas las mujeres. La justicia patriarcal quiere imputarlas por daño al patrimonio. Mientras se esperan las decisiones de una jueza este próximo cuatro de abril, el aprendizaje cotidiano en esta lucha nos hace repetir #nohubodaño y que “¡finalicen el proceso judicial, ya!”.
Desde la ciudad de Sucre las feministas nos advierten que son tiempos de fascismo en que la persecución política e ideológica va tras las mujeres y los cuerpos feminizados. Esta persecución se disfraza de instrumentos legales utilizados por instituciones conservadoras.
El 28 de septiembre de 2022, Día de Acción Global por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, colectivas feministas se movilizaron en Sucre. La pared de la Catedral Basílica fue grafitada con el lema “aborto legal”. Sin tener pruebas, las autoridades municipales, la Iglesia y varios grupos conservadores culparon a las mujeres del colectivo Yuyay Ninamanta presentando una denuncia ante la Fiscalía.
“Nos tienen miedo porque no quieren que crezca el movimiento feminista”, dijo Zulema Paniagua de Yuyay Ninamanta a Ojalá. La colectiva ha organizado acciones y movilizaciones interesantes estos últimos años en Sucre, una de las ciudades más conservadoras del país. “Tenemos que protegernos entre nosotras para que no se rompa la colectividad”.
Un entramado de mujeres armó una estrategia jurídica con el asesoramiento de abogadas feministas, logrando detener esta instancia de criminalización de la protesta. “Que no nos separen, no nos rompan, lo que están haciendo en Cocha es una persecución, ningún monumento se daña porque le cuelgues un trapo”, dijo Paniagua.
Universitarias frente a la impunidad
Las estudiantes de la Universidad de San Simón (UMSS), una de las universidades públicas más grandes del país, han sido muy importantes en este 8 de marzo en Cochabamba. “Cada año hay un crecimiento progresivo de denuncias de acoso” me dijo Iris A. Paredes, una joven socióloga.
Las estudiantes armaron un muro de cartón tapizado con rostros de varones acusados por violencia sexual, abuso laboral y violencia política. La rabia de las jóvenes se corea en la marcha: “No, no, no, el silencio no es opción cuando nos acosan en la San Simón”.
La contundente fuerza de las universitarias deja a su paso algunas certezas. Al momento que la movilización llega a las puertas del rectorado, varias mujeres se abalanzan y pegan los rostros de sus docentes agresores. “Un docente tenía tres denuncias, eso me llamó la atención porque significa que nunca fue sancionado, sigue impune”, señala Paredes.
Aunque en el 2022 se abrió una oficina contra el acoso sexual en la Facultad de Humanidades y el Congreso de Universidades determinó que cada institución debe crear un reglamento contra la violencia sexual, no se ha creado un solo protocolo para el tratamiento de la violencia sexual en las universidades. “No les interesa agilizar un protocolo porque les parece que se desprestigia a su institución y se afectan los derechos laborales de los docentes”, dice Paredes de la UMSS. “No les interesa la situación de las víctimas”.
La universidad es un espacio público en el que muchas mujeres pasamos gran parte de la vida cuando somos jóvenes. Tal vez por eso la rabia desbocada ha tapizado los vitrales del rectorado con la palabra “abusadores”. Las universitarias luchan contra la violencia sexual en su universidad para ellas mismas y para los que vendrán después. Lo central es que ellas son protagonistas de este tiempo histórico.
¿Cómo llegamos al 8M?
Una crisis económica muy dura azota a Bolivia, y los problemas cotidianos se intensifican. Encaramos una carestía de los productos de primera necesidad y el ambiente está cargado de diferentes versiones apocalípticas que comparan la situación actual con otras crisis.
Estamos encarando el alza del precio del arroz, la papa, el tomate, el pollo, provocando que en la canasta familiar se excluyan a varios de esos productos. Recientemente la carne de res se ha convertido en un bien de consumo lujoso, pues su precio se ha incrementado en más del treinta por ciento. Eso se debe a que los acuerdos entre el gobierno y los empresarios han permitido la liberalización de las exportaciones de carne en los meses pasados, produciendo un desabastecimiento en el mercado interno. A inicios de febrero, el gobierno vetó la exportación pero los precios siguen subiendo. Los empresarios culpan al contrabando.
Las preguntas que rondan alrededor de la sostenibilidad de la vida apuntan a la escasez de dólares que comenzó en marzo de 2023 como la causante de la crisis económica. Hoy no hay suficientes combustibles en todo el país. La escasez de gasolina y diésel produce filas interminables en los surtidores de carros y transporte pesado. El ambiente es tenso.
Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), la empresa estatal de hidrocarburos, hace malabares para contener el descontento de la gente, asegurando que la demanda interna está garantizada hasta el mes de mayo.
Lo anterior nos lleva a pensar si reviviremos la crisis de la Unión Democrática Popular (UDP) de los años ochenta. Entonces hubo una caída de los precios de los minerales de exportación que provocó la inflación exponencial y la devaluación del peso boliviano. Al pueblo le tocó formar largas filas por pan, gas y otros básicos.
En la marcha del 8M sabemos que las crisis pesan sobre nuestros hombros. Ese peso se llama explotación.
La crisis actual viene acumulando descontento e incertidumbre, pero también nuevas formas de organización. En los espacios de mujeres se está discutiendo cómo encarar la precarización de la vida y romper con la naturalización de la incertidumbre y las dificultades del sostenimiento cotidiano.
Nombrando nuestros malestares
Con el impulso de un 8 de marzo politizado en las reuniones y asambleas de las mujeres y disidencias, estamos ensayando diálogos para nombrar los malestares producidos por la crisis económica. Se combinan con el actual contexto de campaña electoral en el que la derecha se fortalece mientras el Movimiento al Socialismo (MAS), o lo que queda de él, sigue en su laberinto de polarización interna. Por lo pronto, el tiempo pasa lentamente antes de las elecciones presidenciales que se realizarán el 17 de agosto de 2025.
Desde los feminismos estamos construyendo respuestas para disputar los relatos que confunden y opacan la realidad. Nos atrevemos a mirar la crisis a profundidad para cuestionar el trasfondo de lo que se pone a juego con las elecciones, que se empeña en decirnos que los candidatos cambiarán el estado actual de las cosas.
Sabemos que no será así. Gobierne quien gobierne recurrirá a la deuda internacional que tendremos que pagar todxs lxs bolivianxs. Las soluciones a las crisis del desabastecimiento son falsas y la apuesta continuará siendo por un modelo económico extractivista dependiente de la exportación de materias primas.
Nosotras, rebeldes, sabemos con el cuerpo que no habrá soluciones desde la soledad individual o nuclear familiar pues nuestros temas no son privados, son comunes.
Nuestra estrategia debe enlazarnos con otrxs para reconstruir y fortalecer comunidades que nos permitan encarar la crisis a partir de abrir horizontes en común.
Desde allí creamos estrategias de autodefensa que nos permitan cuidar todo por lo que hemos luchado y, además, repensar nuestra relación con el estado que no brinda ni brindará alguna respuesta a la crisis actual.
El caminar de la marcha sirvió para nombrar nuestros deseos, luchas y denuncias permitiéndonos conectar las dimensiones de la economía, la política y la vida que se expresó en las paradas y en los carteles que portaban todas. Así en marcha también recreamos la forma del hacer política, a cada paso.
La movilización del 8M nos llenó de fuerza y vitalidad confirmando que los encuentros entre nosotras nos permiten latir con más sosiego aunque el camino sea cuesta arriba.