Sheinbaum y la pesada sombra del ejército

Manifestantes pintan un muro exigiendo que el ejército entregue los más de 800 documentos de la investigación del caso Ayotzinapa durante la marcha por el décimo aniversario de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en la Ciudad de México, 23 de septiembre, 2024. © Pablo Pérez.

Opinión • Dawn Marie Paley • 3 de octubre, 2024 • Read in English

A lo largo de su primer discurso como presidenta de México el pasado martes, Claudia Sheinbaum reiteró varias veces su admiración por Andrés Manuel López Obrador y prometió continuar con sus iniciativas, construyendo el segundo piso de su proyecto político conocido como la Cuarta Transformación.

Haciendo eco de su predecesor en cada uno de sus puntos, en materia de seguridad prometió atender de raíz las causas de la violencia y los derechos de los jóvenes, las labores de inteligencia, la coordinación entre las policías estatales y locales y el fortalecimiento de la Guardia Nacional. Su toma de protesta tuvo lugar apenas cinco días después del décimo aniversario de la desaparición de 43 estudiantes de la escuela normal rural de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero.

“Garantizaremos la disminución de los delitos de alto impacto”, dijo Sheinbaum. “No regresará la irresponsable guerra contra el narco, de Calderón, que tanto daño le hizo a nuestro país”, dijo, pasando por alto el hecho de que la guerra nunca cesó. Durante el sexenio de AMLO, más de 195 mil personas fueron asesinadas y más de 50 mil desaparecieron, es decir, alrededor de una desaparición cada hora. Aunque prometió priorizar la búsqueda de personas desaparecidas, hay más de 72 mil cadáveres sin identificar en las morgues de todo el país.

Las reformas constitucionales aprobadas por el Senado la semana pasada —mientras los padres de los estudiantes desaparecidos protestaban afuera— otorgan permanentemente a la Secretaría de Defensa el control operativo y presupuestario de la Guardia Nacional, el equivalente en México a una fuerza policial federal. Este cuerpo de seguridad compuesto por 130 mil efectivos realizará investigaciones criminales, mientras que sus miembros gozarán del fuero militar.

Estudiantes cargan un ataúd falso durante la marcha en conmemoración del décimo aniversario de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en la Ciudad de México, 26 de septiembre, 2024. © Pablo Pérez.

La semana pasada escuchamos una avalancha de argumentos de senadores y otros funcionarios electos que defienden que México no se está militarizando. Sheinbaum reafirmó este mensaje en su primer discurso. “Quien crea que la Guardia Nacional estando en la Secretaría de la Defensa es militarización, está totalmente equivocado”, dijo.

En los últimos nombramientos de su gabinete antes de tomar posesión, Sheinbaum nombró al General Ricardo Trevilla Trejo como secretario de Defensa y al Almirante Raymundo Pedro Morales Ángeles como secretario de Marina. Trevilla Trejo, egresado de la Escuela de las Américas, tiene experiencia en comunicación estratégica (pronto vamos a ver más soldados en telenovelas) y fue jefe del Estado Mayor Conjunto de la Defensa Nacional, una nueva división del ejército creada por López Obrador. Por su parte, hasta su ascenso, Morales Ángeles estuvo a cargo del Corredor Transístmico, lo que demuestra la centralidad de los proyectos de infraestructura a cargo de las fuerzas armadas en la nueva administración.

También destaca la presencia de Omar García Harfuch en el gabinete de Sheinbaum. Fue nombrado entre los funcionarios que fabricaron la “verdad histórica” sobre la desaparición de los 43 estudiantes en 2014. García Harfuch —cuyo abuelo fue secretario de Defensa durante la masacre de Tlatelolco del 2 de octubre de 1968 y cuyo padre fue agente de inteligencia durante la guerra sucia en México— es ahora secretario de Seguridad Pública y será un interlocutor clave entre el gobierno civil de México y las fuerzas armadas. Su linaje, así como sus esfuerzos por urdir el relato de lo ocurrido en Iguala el 26 de septiembre de 2014, son una prueba de dónde residen sus lealtades.

En su discurso ante jefes de Estado y el Congreso, Sheinbaum prometió construir el doble de kilómetros de líneas ferroviarias de las que se construyeron durante la administración de AMLO. Por su parte, Trevilla Trejo dijo que el Ejército seguirá siendo un “aliado estratégico” en la construcción de proyectos de infraestructura durante los próximos seis años. En un segundo discurso pronunciado el mismo martes ante sus partidarios en el Zócalo, Sheinbaum prometió seguir invirtiendo en Mexicana de Aviación, a la que llamó “la línea del pueblo”, aunque sea propiedad del ejército y esté operada por él. No cabe duda de que las fuerzas armadas seguirán siendo importantes contratistas durante la administración de Sheinbaum, y que la militarización de la vida cotidiana y de infraestructuras clave continuará viento en popa.

Y aunque Sheinbaum dedicó mucho tiempo al empoderamiento y la igualdad de las mujeres, durante su primer discurso presidencial no habló de Ayotzinapa hasta su segunda aparición en el Zócalo. Las numerosas víctimas de la guerra que fue intensificada por Calderón y continuada por Enrique Peña Nieto y López Obrador no fueron mencionadas. 

Por Ayotzi, por el futuro

Cinco días antes de que Sheinbaum tomara protesta, jóvenes con camisetas y paliacates rojos avanzaban formados en hileras por el paseo de la Reforma de la Ciudad de México. Otro grupo de estudiantes con el rostro cubierto contaban en coro del uno al 43. Mujeres estudiantes con el cabello trenzado marcaban solemnemente bajo la lluvia. “¡Desencuartelen la verdad! A 10 años, ¡justicia para Ayotzinapa! ¡Extradición de Tomás Zerón a México! ¡Alto al genocidio del pueblo palestino por el estado de aparteid Israel!”.

Una mujer sostiene un cartel con el rostro del expresidente Andrés Manuel López Obrador y la palabra "FARSANTE" durante la marcha en conmemoración del décimo aniversario de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en la Ciudad de México, 26 de septiembre, 2024. © Pablo Pérez.

El 26 de septiembre, décimo aniversario de la desaparición de 43 estudiantes y la masacre de otros seis en Iguala, Guerrero, cientos de alumnos de las escuelas normales rurales de México participaron en una masiva marcha para exigir su regreso. Los padres de los estudiantes desaparecidos encabezaron la marcha a bordo del autobús que utilizan para recorrer el país en busca de sus hijos.

Periodistas y fotógrafos tomaron fotos y video mientras la marcha avanzaba por Reforma hacia el Zócalo. Miembros de sindicatos ahora debilitados como el SME, organizaciones en lucha, bandas de música, individuos y grupos de la sociedad civil se agolpaban en las calles, mientras comerciantes vendían impermeables de plástico y paraguas. Cada pocos minutos, las consignas y los gritos se entrecortaban con el estruendo de un cohete, que enviaba ondas sonoras a través de la multitud.

En un país abiertamente hostil hacia ellos, los estudiantes dejaron clara su disposición de seguir luchando para que se haga justicia a sus 43 compañeros desaparecidos. La politización y la educación de esta nueva generación está entrelazada con los horrores que vivieron sus predecesores en septiembre de 2014. Sus protestas, a veces combativas, a veces sombrías y a veces ruidosas, siempre impregnadas de rabia y tristeza, han sido continuas tras las desapariciones. Los manifestantes se reúnen el 26 de cada mes y anualmente en el sombrío aniversario. 

Días antes del décimo aniversario, los padres de los estudiantes se reunieron frente al 27 Batallón de la ciudad de Iguala, como han venido haciendo esporádicamente durante la última década. La policía les roció gas lacrimógeno luego de que una camioneta embistiera la barda que rodea la base militar. El Grupo de Investigadores Expertos Independientes puso fin a su investigación el verano pasado ante la negativa de la Secretaría de Defensa de entregar 800 documentos de inteligencia relativos a las desapariciones. 

La semana pasada fue la primera vez que se instalaron barricadas de concreto para bloquear el acceso al Zócalo, lo que dificultó la llegada de la marcha. A medida que se iba llenando con quienes pudieron colarse a través de las barreras, los padres de los 43 estudiantes subieron a la tarima. “El actual gobierno [de López Obrador], que se comprometió a esclarecer el caso, pero que prefirió darle la razón al ejército, dando la espalda al caso Ayotzinapa”, dijo una de las madres de los 43 estudiantes mientras la lluvia seguía cayendo sobre la manifestación. Gritos de “traidor” se alzaron entre la multitud.

Mientras los padres de los 43 se turnaban para hablar en el Zócalo de la Ciudad de México, prometieron continuar en la lucha. “Que el gobierno entrante [sepa que], si piensa hacer eso, nosotros vamos a seguir luchando y decirle que no le vamos a dar tanto tiempo como se lo dimos a este personaje que desafortunadamente nos traicionó, traicionó su palabra, su firma en un decreto presidencial”, dijo el padre de uno de los 43 estudiantes.

El papel del ejército

Como presidente, AMLO logró el apoyo entusiasta de las fuerzas armadas para su llamada cuarta transformación. Pero el dinero y las nuevas oportunidades de negocio no bastaron para comprar su lealtad. La continuidad del apoyo militar requirió la traición de las promesas de encontrar a los 43, poner fin a la guerra contra el narcotráfico y hacer justicia a las víctimas de todo el país.

Durante todo el mandato de AMLO, un número récord de efectivos patrulló el país, y la guerra contra el pueblo —disfrazada de guerra contra el narcotráfico— continuó sin tregua. Los presupuestos de la marina y el ejército se dispararon y se les dio carta blanca en la construcción y operación de infraestructuras críticas como ferrocarriles, aeropuertos y una línea aérea; en la administración de puertos y aduanas, y en la vigilancia de la migración (seis migrantes fueron asesinados por soldados en Chiapas el 2 de octubre).

Manifestantes cargan cruces con el nombre de Ayotzinapa bajo la lluvia durante la marcha en conmemoración del décimo aniversario de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en la Ciudad de México, 26 de septiembre, 2024. © Pablo Pérez.

A lo largo de su presidencia, AMLO denigró a activistas, y en el último año amplió su hostilidad hacia los padres de los 43, cuestionando sus motivos y sugiriendo que estaban siendo manipulados por sus abogados. 

Todo ello al tiempo que ensalzaba al ejército como “pueblo uniformado” y atribuía su implicación en la desaparición de los 43 a unas cuantas manzanas podridas dentro del cuerpo militar (las pruebas disponibles demuestran que esa noche estaban siguiendo los acontecimientos de Iguala en tiempo real y que uno de los estudiantes desaparecidos era un informante activo). 

El día que López Obrador tomó posesión, los legisladores interrumpieron su discurso contando del 1 al 43, tras lo cual prometió avanzar en el caso de Ayotzinapa. En su tercer día como presidente, Andrés Manuel López Obrador firmó un decreto por el que se creaba la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia en el caso Ayotzinapa (COVAJ). Pero como documentó el periodista John Gibler, esa investigación fue reventada desde dentro en cuanto empezó a tocar a miembros del ejército.

En cambio, durante su primer discurso como presidenta, tanto Sheinbaum como los legisladores ni siquiera mencionaron el caso. Si su primer día en el cargo es un augurio, hará más que AMLO para restar importancia al papel de las Fuerzas Armadas de México en el sostenimiento de la cuarta transformación, centrándose en temas más populares entre los votantes.

“La comandanta suprema de la Fuerzas Armadas es una civil y es mujer, y nunca vamos a dar una orden para reprimir al pueblo de México”, dijo Sheinbaum frente a sus seguidores en el Zócalo el día de la toma de protesta. Pero la negativa del ejército a compartir los documentos faltantes que ayudarían a encontrar a los 43 estudiantes nos dice otra cosa: que en México son los generales los que deciden, no la presidenta ni su partido.

Dawn Marie Paley

Es periodista freelance desde hace casi dos décadas y ha escrito dos libros: Capitalismo Antidrogas: Una guerra contra el pueblo y Guerra neoliberal: Desaparición y búsqueda en el norte de México. Es la editora de Ojalá.

Anterior
Anterior

La necesaria transgresión del #MeToo

Siguiente
Siguiente

Una postal de Caracas