Ríos morados desbordan las calles mexicanas

De sur a norte, cientos de miles de feministas fortalecen su resistencia a las violencias y tejen una lucha nacional.

Reportaje • Dawn Marie Paley, 11 de marzo 2023 • Read in English

En el video, tomado desde la terraza de un hotel en la esquina del Zócalo de la Ciudad de México, se escuchan cantos y tambores mientras una marea de gente avanza hasta la plaza principal. Luego, gira hacia el Zócalo y se muestra toda la plancha llena de personas, muchas con banderas y paliacates morados. 

Se calcula que 200,000 personas caben en el Zócalo y las calles laterales. Las autoridades de la Ciudad de México dijeron que éramos más de 90,000 esta tarde, el 8 de marzo del 2023. 

Cuando vi el video, mi piel se puso chinita

Desde el interior de la marcha, se sentía la masividad con cada paso. Subí donde pude para tener una vista más completa y en ambas direcciones había mujeres hasta donde alcanzaba a mirar. Fue hasta verlo, tomado desde arriba por un teléfono celular, que me di cuenta del tamaño real. Desde abajo se vivía algo muy distinto.

A la 1:30 de la tarde alcancé el último Metrobús saliendo hacia el sur en la estación Buenavista en la Avenida Insurgentes, arteria principal de la Ciudad de México. “Es el último bus. Llega a la Plaza de la República, nada más. Ya se acabó”, anunciaba en la plataforma una mujer de mediana edad, vestida de playera negra, cabello corto y tono eficiente. 

Ella no era policía ni guardia, sino parte de la logística invisible necesaria para alcanzar la toma de la ciudad más grande del hemisferio por parte de mujeres y disidencias. Estaban cerrando el paso a Reforma, avenida de cuatro vías principales y cuatro laterales que atraviesa el centro de la ciudad.

Tres estaciones más adelante, nos bajamos todos. En la entrada de la estación, un hombre y una mujer vendían paliacates morados, estampados con “Ni una menos”, puños, y otros símbolos feministas.

Faltaban horas para que empezara la marcha. Grupos de normalistas ya estaban ensayando marchar y cantar en filas compactas. Otras estaban buscando a sus amigas, o armando sus pancartas. Desde temprano había empezado el “tendedero” de denuncias en la Glorieta de las Mujeres que luchan.

Con una amiga, fuimos a comer un pozole, un caldo típico de maíz y puerco con verduras. Dentro del restaurante, había morado por todos lados. Apenas eran las tres de la tarde cuando llegamos a Reforma de nuevo, y la amplia avenida ya estaba llena. 

Se notaba una abundancia de resistencias: Mujeres pachecas sentadas en la calle, fumando churros. Un contingente anti-punitivista reclamando la liberación de presxs. Grupos de alumnas de diferentes colegios. Mujeres sobrevivientes de cancer. El aroma del copal se esparcía, y el sol caía pesado sobre nuestros hombros. Llegaban grupos de mujeres de diferentes colonias, organizadas para caminar juntas.

Había una inundación de mujeres jóvenes, con pancartas denunciando la violencia, y afirmando el carácter trans-incluyente de la marcha, que fue una inmensa acción pedagógica para esas mujeres jóvenes que experimentan lo que es estar en la calle con miles y miles de otras mujeres, gritando y disfrutando.

Mujeres disfrazadas tocando metales y tambores pusieron ambiente. Otras iban escrachando, pegando afiches de hombres acosadores. Se oían consignas rechazando la violencia y expresando la tristeza y la rabia. Otras más declarando el deseo de vivir plenamente y de seguir juntas en lucha.

De repente, aparecían las chavas del bloque negro. Encapuchadas hacían pintas en las bardas y los edificios. A los costados de la marcha pude ver varios hombres fotoperiodistas vestidos y corriendo de un lado para otro, como si estuvieran cubriendo una guerra.

Movimiento descentralizado, movilización nacional

El movimiento feminista está ratificando, en 2023, otra forma de protestar y hacer resistencia, de convocar y concurrir de forma masiva sin acto central. Marcharon mujeres y disidencias de norte a sur y pudimos hablar con algunas para darnos cuenta de los ánimos y las diferencias entre un lugar y otro. 

En Mexicali, capital fronteriza del estado de Baja California, marcharon en un contexto de constante amenaza al movimiento feminista y sus integrantes más visibles. 

“La marcha este año para mí fue muy poderosa, fue pacífica, fuimos más de 2000 mujeres exigiendo justicia”, comentó Renée del Colectivo Bici Jainas, que se encargó de la seguridad y el cierre de vialidades en la marcha. Enfrentaron agresiones de parte de los automovilistas, que en varias ocasiones “intentaron pasar sobre nosotras”.

“No somos una, no somos 10, pinche gobierno, cuéntanos bien”, cantaron en Ciudad Juárez, donde un estimado de 5000 mujeres marcharon hasta el puente fronterizo. 

“Las mujeres que marchamos, caminamos por algunas calles del centro para llegar a la calle donde mataron a Isabel Cabanillas” contó a Ojalá una de las mujeres que participó en la ciudad, quién pidió el anonimato. “Los temas de la marcha estuvieron—todavía—enfocados en las desapariciones y asesinatos de mujeres”.

“Cada día y cada año somos más, somos más morras que marchan y que nos adueñamos de ese espacio público que las violencias nos han despojado constantemente”, dijo Laura Hernández Esquivel, quien marchó en Torreón, Coahuila. “Se calcula que marchamos más de 8000 mujeres, yo creo que es la marcha donde más morras ha habido”.

Es año electoral en Coahuila, y ejercer el derecho a la protesta fue importante entre las que salieron el 8. 

Cada vez más hay un despliegue policial, vallas y protección a algunos monumentos, y este gobierno trae el lema de ‘orden y respeto’”, comentó Hernández Esquivel, quien colabora con Acompañantes Laguna e INCIDE Femme. “Eso implica la persecución y la intimidación a movimientos, y al movimiento feminista”. Mencionó que, desde antes de la marcha, los colectivos habían recibido mensajes intimidantes.

En la ciudad de Puebla, en el centro del país, la marcha también superó las expectativas de las organizadoras. “Hubo bastantes convocatorias a marcha, lo cual es un poco raro en Puebla porque normalmente hay dos o tres, y ahora me parece que hubo como cinco o seis”, dijo la activista poblana Itzel Sánchez. 

La primera marcha fue convocada por el Colectivo Voz de los Desaparecidos a las 6 de la mañana en la fiscalía del estado. Aun a esa hora de la mañana la marcha estuvo bien nutrida por familiares y personas que apoyan el colectivo. 

En la tarde marcharon miles de mujeres más en el centro de esa ciudad. “Muchas artistas salieron a la calle también a manifestarse, creo que Puebla no ha estado tan pintada en mucho tiempo” dijo Sánchez. “Había muchas ganas de bailar, muchas ganas de gritar”. 

“En estas dos marchas que yo viví, no había discursos de odio, no había discursos contra nadie”, comentó. “Es sumamente emocionante lo que pasó”. 

En ciudades de norte a sur, en cada estado de la república, miles y miles de mujeres salieron a marchar, rompiendo récords de participación previa. 

En San Luis Potosí, las autoridades dispararon agentes químicos a mujeres y infancias; en Cuernavaca, se usaron grupos de choque dentro de la marcha y en Tlaxcala capital desplegaron tanquetas para dispersar manifestantes. 

Se movilizan las feministas transodiantes, pero ya no hegemónicas

En la Ciudad de México, a pesar de que muchas pancartas trans-inclusivas estaban visibles, hubo por lo menos un ataque a una mujer trans documentado durante la marcha. Las ya conocidas tensiones entre el feminismo conservador, institucional y anti-derechos con las corrientes autónomas de cientas de miles de jóvenes, volvieron a brotar.

Imagen: Dawn Marie Paley.

En Monterrey, Nuevo León, hubo un estimado de 50,000 mujeres que tomaron la Macroplaza en el centro de la ciudad más grande del norte del país. Se acordó que el ritmo de la marcha sería marcado por las mujeres con discapacidad, luego maternidades e infancias, seguidas de familiares víctimas de desaparición y feminicidio.

Pero no todo fluyó según lo acordado. “Interrumpieron morras que llegaron con discursos biologicistas y conservadores que ponen en riesgo especialmente a las disidencias sexuales” nos dijo una mujer que marchó en la ciudad, quien también pidió el anonimato. 

“Hubo desde el principio una presencia numerosa del cuerpo policiaco, estuvieron en los costados de palacio policías mujeres y hombres de Fuerza Civil que estuvieron formados en filas”, dijo. “Era como un muro de policías.”

Mientras marchaban, hubo muchas fallas en la señal de celular que hicieron difícil la comunicación. Ya por la noche, un hombre en moto interrumpió la marcha. También hubo algunas situaciones donde se quebraron vidrios de distintos establecimientos como un Subway, un hotel y otros. Algunas mujeres prendieron fuego frente a la catedral y a la puerta del Palacio de Gobierno. 

Después de las 10 de la noche, cuando la marcha se estaba dispersando, los policías empezaron a agarrar y detener a personas solitarias. “Las autoridades están queriendo justificar las detenciones con que el protocolo para manifestaciones terminaba a las 10. Fueron 16 personas en total, cuatro de ellas menores de edad”, señaló en entrevista. “De las 12 personas adultas, casi todas eran mujeres jóvenes, sólo había dos hombres, uno de ellos con discapacidad”. 

Para el 10 de marzo, después de muchas gestiones de colectivas, activistas y el acompañamiento de organizaciones de la sociedad civil y algunas figuras institucionales en Monterrey, fueron liberadas las 16 personas detenidas en la marcha.

En la ciudad de Guadalajara, se calcula que marcharon más de 70 000 mujeres, 50 000 de ellas contra todas las violencias. 

“Hubo tres marchas, dos transodiantes y la de la Red #YoVoy8demarzo, que fue la más multitudinaria, afortunadamente”, señaló Lirba Cano de Cuerpos Parlantes, centro social y librería en la ciudad. 

También en Toluca, capital del Estado de México, marcharon miles en una muestra histórica del poder feminista. La marcha se dividió y se volvió a discutir el llamado “sujeto de la lucha feminista” en las semanas previas al 8m. “Lo único que me preocupa es que están volviendo a escarbar temas que las más grandes ya teníamos trabajados”, me dijo Daniela, una feminista en la ciudad. 

“Se volvió a cuestionar si las mujeres trans deben o no marchar con nosotras, si debemos permitir que los padres de mujeres que han vivido violencia o que fueron asesinadas acuerpen la marcha, que si la iconoclasia está bien”.

Es claro que un movimiento de ese tamaño va a tener divisiones. Ahora había mucho esfuerzo de visibilizar que los contingentes anti-trans (o TERF) son parte de la misma violencia que repudiamos. En el Estado de México, por ejemplo, se ha documentado los nexos entre los grupos transodiantes y grupos políticos del poderoso Partido Revolucionario Institucional.

Por eso, la tarea que sigue es tratar de pasar la memoria de cómo las luchas feministas han trabajado el problema del feminismo violento, trans odiante y separatista durante los años anteriores a las más jóvenes que están empezando a organizar. 

“Creo que habríamos que empezar a pensar en la teoría y memoria comunitaria de la explosión feminista de los últimos años para que quienes están llegando no empiecen de cero como nosotras”, dijo Daniela. “Para que no tengan que andar caminos que nosotras ya andamos, sino que les sirva de herramienta para no cometer los mismos errores y para que el feminismo se enraice en este país tan conservador”.

Las mujeres tomaron las ciudades en todo México rechazando las violencias en todas sus claves y convirtiendo el dolor en lucha, encarnando la posibilidad de tejer una lucha nacional, que también está articulada con levantamientos similares en el sur y en otros países de Europa.

 
Dawn Marie Paley

Es periodista freelance desde hace casi dos décadas y ha escrito dos libros: Capitalismo Antidrogas: Una guerra contra el pueblo y Guerra neoliberal: Desaparición y búsqueda en el norte de México. Es la editora de Ojalá.

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