Desmantelando el feminismo patronal
Cuerpos parlantes en Guadalajara es un ensayo en habitar la casa de la diferencia.
Opinión • Lirba Cano Alarcón • 14 de marzo, 2023
Hace diez años, Cuerpos parlantes, espacio feminista y de investigación urbana, abrió sus puertas en la ciudad de Guadalajara, México. Usamos el encuentro y el aprendizaje mutuo en torno a los feminismos como herramientas para enfrentar la violencia sociopolítica instaurada en la ciudad y en el país.
Estamos convencidas de que los cuerpos son “campos de batalla”, pero también de placer.
La violencia feminicida se empezaba a entender como una de las políticas de exterminio funcionales al orden capitalista. Los feminismos se abrían campo entre mujeres para identificar las formas más recurrentes y normalizadas de esas violencias.
En 2014, junto con otras colectivas y mujeres que comenzaban a enunciarse decididamente desde los feminismos, convocamos a la primera marcha YoVoy8deMarzo.
Cuerpos parlantes es un espacio de encuentro y de trabajo para sostener las luchas. También promovemos formación política mediante múltiples círculos de lectura, ciclos y talleres de cine feminista, performance, festivales, reuniones vecinales, seminarios, entre otros.
Nuestra apuesta formativa se ha concretado, desde 2019, en el Feminario: Aterrizajes Teóricos para la Acción Colectiva, que consiste en ciclos de formación política feminista, y en Anarquitectura: Estudios salvajes de la ciudad, que promueve pensamiento crítico del “desarrollo urbano” para la acción vecinal.
A lo largo de diez años hemos nutrido una discusión que cuestiona el machismo en cada vez más espacios. Las movilizaciones y acciones contra la violencia de género y la intervención política de grupos de mujeres que luchan remontan sobre una historia de acción feminista. Hoy son cada vez más reconocidas como parte medular de las transformaciones ineludibles de un mundo en crisis, pero también enfrentan cada vez más fracturas internas.
La amenaza del feminismo patronal
En cada lugar donde han brotado feminismos populares y autónomos, observamos la amenaza del feminismo patronal, promovido por parte de instituciones estatales y mercantiles. Esta postura empuja subjetividades que se sirven de un supuesto discurso feminista mientras ostentan trayectorias individualizadas, reforzando las relaciones de dominación. Los resultados concretos de tales peligros son la “paridad” en los congresos y un número creciente de mujeres “empoderadas” en las jerarquías del mundo empresarial.
El feminismo patronal refleja los intereses del capital y la violencia del statu quo. Ha derivado en una corriente regresiva hacia un determinismo biológico que antepone el sexo al género. Reivindica el esencialismo de “la mujer”, inflamando la transfobia y sumándose a las políticas históricas de exterminio de las corporalidades que disienten de las normas de género.
En este clima de odio, es claro que el feminismo patronal no frena la violencia feminicida ni la militarización.
El brazo armado del orden patriarcal-capitalista, el ejército aumenta su presencia en Jalisco y en todo el territorio mexicano. Su nivel de injerencia en las estructuras estatales es creciente. Ciertos rasgos fascistas también se legitiman, acá en México, desde los discursos de la “transformación” de los gobiernos de “izquierda”.
¿Qué relación hay entre el nacionalismo que sustenta la militarización del país y las campañas transfóbicas de quienes se organizan contra el llamado “borrado de las mujeres”?
Hace unos cuantos años, la discusión al organizar las acciones no se concentraba en quién ameritaba ser el “sujeto político” del feminismo. Tampoco se debatía si las personas trans podían participar de una marcha feminista.
La pregunta entonces era cómo habríamos de enfrentar comunitariamente la crisis de personas desaparecidas.
Sin embargo, en años más recientes en el movimiento feminista en Guadalajara hemos vivido una irrupción de colectivas que centran buena parte de su activismo en la transfobia y el no reconocimiento de los derechos de las trabajadoras sexuales.
Su discurso corresponde con una agenda global híper conservadora que razona según los parámetros del esencialismo, que se articulan desde voces privilegiadas de la academia y de la política.
Juegan con la rabia y la indignación de muchas mujeres dispuestas a defender la identidad “feminista” de “las mujeres” antes que organizar la diversidad de vínculos comunitarios que nos sostienen.
Esta irrupción ha fragmentado y debilitado al movimiento en Guadalajara tanto como en otras partes. Nos ha dividido y ha dificultado la posibilidad de enfrentar las formas más cruentas de la guerra en curso.
Contra el statu quo y el conservadurismo, ‘la casa de la diferencia’
El auge que cobró el movimiento feminista en los últimos diez años partía de la articulación con las movilizaciones por la diversidad sexual. Reconocía en las sanciones a las normas de género muchas formas cotidianas de opresión, especialmente para quienes disienten corporal e identitariamente de dichas normas.
“Hombre” y “mujer” no es la esencia de ningún cuerpo. El sexo no es la evidencia inmediata de su determinación histórica. Para salir del bucle esencialista, la categoría de género ha sido promovida por décadas en el análisis feminista. Hablar de género da cuenta de que hay una interpretación normativa y cultural sobre los cuerpos en función de la reproducción biológica que se asocia arbitrariamente con la reproducción social.
Para comprender las fracturas creadas por el feminismo patronal, es necesario atender al panorama global de grupos de ultraderecha que siguen organizándose en torno a la misoginia. Hombres conservadores de todo el mundo se organizan en foros para fomentar el odio y la violencia contra las mujeres.
Estos foros están relacionados con agrupaciones de extrema derecha que colocan al feminismo como el enemigo público número uno, denominado frecuentemente como “ideología de género”.
Sus miembros movilizan ideas blanco-supremacistas para acusar al feminismo de la caída de la natalidad en los países más ricos, lo cual, según ellos, provoca una migración masiva hacia esos lugares.
Dicen también que las feministas corrompen la sociedad. Interpretan la emancipación como un juego de suma cero, es decir, los hombres pierden cuando las mujeres ganan.
Mirar este panorama nos lleva a plantear preguntas sobre las que vale la pena indagar: ¿Qué relación tiene la ultraderecha con el debilitamiento del movimiento feminista a través de la transfobia?
Compartimos estas preguntas porque nos parece urgente detener la proliferación de prácticas fascistoides a ras de suelo que están en sintonía con las políticas de exterminio que despliegan los gobiernos y el capital.
Por ejemplo, muchas veces en las reuniones vecinales se comienza hablando de las afectaciones a todos producida por el desarrollo inmobiliario capitalista. Pero, en algún momento, los problemas del barrio cargan sobre “los indigentes”, esa masa despojada de humanidad a la que se describe de forma deshumanizante.
Eso nos lleva a otra pregunta: ¿Cómo es que una precariedad mayor va a suponer una amenaza?
Reflejándonos en ese espejo, identificamos que, para la misoginia dominante, la amenaza mayor son las mujeres que buscamos la emancipación.
¿De qué modo serían una amenaza las mujeres trans para las mujeres cis? ¿Cómo serían una amenaza las personas que viven en la calle para las personas de clase media que tienen casa?
Nos parece urgente recuperar la potente idea de Audre Lorde de habitar la casa de la diferencia.
Se trata de “imaginar un espacio donde podemos encontrarnos y poner en común las experiencias de la opresión sin la necesidad de definirnos de forma esencialista y excluyente en una sola categoría”, escribe Lorde. “Esta es la casa de la diferencia, el espacio que se reivindica como red colectiva desde donde tejer nuevas alianzas para trabajar objetivos comunes”.