Las sindicalizadas están cambiando el trabajo en Chile
Opinión • Andrea Sato • 17 de mayo, 2024 • Read in English
Antonia López* toma la micro para ir a buscar a Camilo, su hijo de seis años, a la escuela ubicada en una comuna periférica de la ciudad de Santiago. Es viernes y el bus va lleno de gente, son las 18:00 en la capital y todas las personas quieren volver a sus casas tras su jornada de trabajo.
Al llegar a la reja del colegio, Camilo abraza a su mamá y le regala el collar de fideos en el que había trabajado toda la semana. El domingo en Chile es el día de la madre. López toma de la mano a Camilo, van de vuelta a la parada del bus, su día aún no acaba. Guarda con cuidado la joya que hizo su hijo mientras paga el transporte público.
La micro que toman va más desocupada porque se dirigen al centro de Santiago, van en contra de lxs trabajadorxs que retornan a sus hogares. López, quien lleva siete años trabajando como cajera en Walmart, tiene una reunión con la Federación de su sindicato.
Al llegar, Camilo reconoce a sus amigos en el patio de una casa colonial en mal estado. Lxs chicxs se encuentran cada tres meses, cuando sus mamás tienen reuniones con el sindicato.
Walmart Chile cuenta con 133 sindicatos, 110 de los cuales se encuentran agrupados en siete federaciones. En 2016 la sindicalización en la empresa alcanzó un 69 por ciento, superando con creces la tasa nacional.
Hoy en Chile, Walmart es una de las empresas con mayor índice de sindicalización. A pesar de eso, el modelo de relaciones laborales chileno instalado en dictadura permite la existencia de muchos sindicatos de forma simultánea, lo que implica que el poder de lxs trabajadores esté fragmentado.
La Federación en la que participa Antonia en este momento no tiene una sede propia, la piden prestada a otro sindicato de construcción y montaje. Ahí, en una casa oscura y húmeda del centro de Santiago, comienza la reunión. Este viernes el tema central es la extensión de la jornada en la semana del día de la madre.
Chile emprendió una guerra contra la clase trabajadora, un país en el cual no hay privilegios para las dirigencias sindicales y se sufre maltrato y persecución a los liderazgos de trabajadores. Muchas mujeres lo están integrando, y eso es una noticia subversiva desde sus orígenes, permitiendo florecer esperanzas ante un proceso de devastación que ha sufrido toda la orgánica sindical en Chile.
Las mujeres trabajadoras no eran tomadas en cuenta en el proceso revolucionario chileno, y hoy día construyen alianzas insólitas dentro de estructuras jerarquizadas y masculinizadas.
Mujeres sindicalistas
En la junta, las mujeres sindicalistas se pararon a decir que Walmart estaba desobedeciendo la ley de la “semana corrida” que existe en el sector comercial por la cual se les deben respetar o remunerar los días domingos y festivos trabajados.
Había muchxs compañerxs a quienes se les estaba exigiendo quedarse hasta el cierre de la tienda a las 22:00 y, encima, trabajar en domingo. Además, todo en el marco de confusiones y manipulaciones por la implementación de la reducción de la jornada de trabajo de 45 a 44 horas en el país.
Varias ideas emergieron: pedir un día feriado en compensación por perder el Día de las Madres, reducción de jornada o pedir apoyo a trabajadores de media jornada para cubrir los turnos de quienes son mamás. Todas estas ideas terminaban con la incertidumbre en torno a la decisión de los patrones. Desde los sindicatos solo se puede proponer, los dueños siempre tienen la última palabra.
López es una de las miles de mujeres que se han sindicalizado en Chile en la última década. Este no es su primer empleo, pero sí es el primer lugar donde se sindicaliza. Después de cuatro años fue elegida como dirigenta de su tienda y ahora tiene un cargo de representación a nivel nacional.
Su labor se basa principalmente en el diálogo con las bases sindicales y diversas negociaciones con los representantes de Walmart Chile para mejorar las condiciones del empleo para los y las trabajadoras.
La vida de López se parece mucho a la de las demás mujeres sindicalistas que deben maniobrar entre los cuidados en su hogar, el trabajo remunerado y las reuniones con el sindicato.
La dictadura y la destrucción sindical
En Chile durante la dictadura cívico-militar (1973- 1990) se fractura el mundo sindical. La mayor evidencia es que hasta hoy no se han recuperado las tasas de sindicalización previas al golpe de Estado. A través del terrorismo de Estado se desmanteló el proyecto de la Unidad Popular, que tenía a la clase trabajadora como protagonista en la construcción de un nuevo Chile.
La revolución en democracia que planteaba el presidente Salvador Allende asustó al capital global que fraguó una masacre contra el pueblo trabajador chileno y que terminó con la temprana instalación del neoliberalismo en el país. Un experimento económico y político que se diseminó rápidamente por la región a punta de regímenes militares y gobiernos autoritarios.
El neoliberalismo es un régimen de acumulación flexible, en una nueva fase del capitalismo globalizado y financiarizado. Fue la ruta de una ofensiva generalizada de las clases dominantes sobre el trabajo para recomponer la tasa de ganancia.
El objetivo era “tratar de hacer de Chile un país de propietarios y no de proletarios,” en palabras del dictador Augusto Pinochet. La clase trabajadora debía ser acallada y convertida en sujetos de consumo y no de transformación.
Los enclaves autoritarios se mantuvieron después del fin formal de la dictadura y Chile presenció cómo Pinochet se acomodaba en su sillón de senador vitalicio dentro del Congreso. Su plan había funcionado. Chile se volvió un país ejemplo para Latinoamérica. El modelo económico y cultural había permeado en las fibras más íntimas de la sociedad, la contrarrevolución capitalista se convirtió en su más renombrado producto de exportación.
El nuevo sindicalismo
Con la llegada de los 2000 se inaugura un ciclo de protestas estudiantiles y obreras en Chile. Masivas huelgas en sectores estratégicos de la producción y manifestaciones por el derecho a la educación fueron los primeros movimientos que evidenciaban que comenzábamos a salir del letargo de la dictadura y su democracia pactada para los ricos.
Según las estadísticas sindicales de la Dirección del Trabajo, en el año 2002, de cada 100 empleos en Chile, 33 eran ocupados por mujeres. A finales de 2022, eran 43. En paralelo, en los últimos 20 años se ha registrado un relevante aumento de la tasa de sindicalización femenina.
El incremento ha sido tal que entre 2002 y 2017 la tasa de mujeres sindicalizadas prácticamente se duplicó, pasando de 8.2 por ciento a 16.5 por ciento.
Según fuentes gubernamentales revisadas para esta nota, al inicio de ese período había 122,000 mujeres integrando sindicatos, para 2017 tal cantidad se había cuadruplicado, llegando a 488,000 afiliadas. Por primera vez la tasa de sindicalización femenina superó a la masculina, revirtiendo un período en el que la brecha de género, pese a irse acotando, era persistente.
Según la Encuesta Nacional de Empleo (ENE) mientras en veinte años las trabajadoras chilenas aumentaron su participación en la torta de empleo en un 30 por ciento, su participación en la torta sindical subió hasta un 115 por ciento, cifra que sigue en ascenso.
Ellas que eran miradas como débiles o externas a los espacios de organización sindical masculinos son las que están organizándose dentro de los sindicatos en las áreas más precarizadas de la producción y provocando el aumento sin precedentes en los niveles de sindicalización.
El área del comercio en Chile es la principal fuerza asalariada del mercado laboral, y se caracteriza por la inestabilidad en las condiciones de jornada y empleo.
Hay un atraso salarial importante ya que la mitad de quienes se emplean en el sector reciben un salario menor a $400,000 pesos (US$432) mensuales, monto que no llega ni siquiera al salario mínimo en Chile.
Desde esos lugares donde la explotación es más visible y cruel hoy se levantan procesos de organización ensayando nuevas estrategias y herramientas de lucha lejos de las nociones masculinizantes de la acción sindical.
Aparte, son ellas las que sostienen los hogares económica y emocionalmente. Quienes entienden que ser sindicalistas es una tercera jornada de trabajo adicional, son las que han puesto a disposición su tiempo, cuerpo y energía en la causa de los de abajo.
López, como tantas otras, dispone de sus fuerzas para cumplir con todas las actividades que se le obligan en un mundo en el que debe luchar para arrebatarle una porción de su vida a las garras del capital. Sabe que es un combate desgastante, también entiende que no puede hacerlo sola.
Después de la junta, López y su hijo retornan a su casa, viven lejos del centro en un departamento arrendado. Me cuenta que a Camilo le dió frío, las temperaturas en Santiago durante este otoño han llegado a los -5 grados.
Dice López que llegó exhausta a casa a preparar el almuerzo del día siguiente. El domingo la empresa mencionó que no había posibilidad de alterar los turnos de trabajo, es una de las mejores semanas para los supermercados.
De forma voluntaria algunas compañeras cubrieron los turnos de la tarde para que a las mamás que les tocaba trabajar pudieran llegar a casa temprano. López se sentía contenta. A pesar de que Walmart no quiso reordenar los turnos, ellas pudieron garantizar el tiempo a las compañeras madres.
Finalmente, el compañerismo y la ternura son las estrategias contra el capital.
*Hablé con López por medio de Whatsapp y quiso compartir su historia, pero me pidió cambiar su nombre porque vienen de dos semanas de huelga y teme a represalias.