La revancha antifeminista llega a Cochabamba

Ilustración © La Hef - ilustradora, arte urbano.

Opinión • Claudia López Pardo • 13 de diciembre 2024 • Read in English

Es un día de verano caluroso y húmedo en Cochabamba. Este año las lluvias llegaron como se debe. Agendé un encuentro con Tina y Adela en un cafecito. La cita es en un lugar apartado, lejos del bullicio de la ciudad. Hablamos de las causas de su persecución y sus palabras son reflejadas en la nota que sigue. Los nombres son ficticios por temor a represalias.

Adela llega con una carpeta gigante. Fácil tiene más de 500 páginas. Había visto esa carpeta circular en la última asamblea feminista durante los preparativos del 25 de noviembre, fecha en que, en 1960, las Hermanas Mirabal fueron asesinadas en República Dominicana. Desde entonces se reconoce el 25N como el día de la erradicación de la violencia contra las mujeres. “Esto es solo una parte”, dice Adela al sacar los documentos que contienen el proceso legal que el municipio ha comenzado en su contra y en contra de Tina por  daño al patrimonio cultural. Tina llegó un poco después, sin carpeta pero con muchos deseos de conversar.

Tina y Adela son dos chicas jóvenes de la movida feminista autónoma cochabambina. Ambas mujeres cargan una rebeldía de esas que activan la formación política, los debates calurosos y la organización de la politización de la lucha contra todas las violencias. Sin embargo, los últimos meses las he visto preocupadas, cargando la carpeta. 

La historia de Cochabamba abarca muchas luchas, entre las más conocidas está la guerra del agua. Es un lugar donde, además, anidan varias organizaciones sociales y políticas. Es también el territorio de mujeres que en el último decenio sintonizaron sus luchas con las rebeldías feministas de la región. Sin embargo, en este lugar de potencias fértiles, la guerra patriarcal es una amenaza permanente.

Este año vivimos y sentimos los efectos de la división del partido de gobierno cuyos pedazos están cayéndose sobre toda la población. Con todo, estamos experimentando la ruptura del pacto patriarcal que permitió que gobernara el Movimiento al Socialismo en Bolivia por catorce años. 

El contexto actual marca una tenaz crisis económica, además estamos en época preelectoral. El alcalde de Cochabamba, Manfred Reyes Villa, es un exmilitar conocido por sus polémicas declaraciones homofóbicas, entre otras cosas. Ahora quiere ser presidente. Reyes Villa ha logrado posicionarse como candidato nacional de Alianza por Bolivia Súmate, parte de su campaña contiene una ofensiva de disciplinamiento a las mujeres que desafíen a las instituciones tradicionales.

En Cochabamba la movida de mujeres es un río grande, caudaloso, que recorre la ciudad a contracorriente en momentos de lucha desplegada como el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. En esa fecha, cada año el movimiento feminista ocupa calles y espacios públicos. Las voces de las mujeres fijan rupturas con los mandatos de silenciamiento en una sociedad conservadora. A este desacato le sigue una contraofensiva que, a modo de revancha, llama a la población a acatar los mandatos de las instituciones tradicionales, tan cuestionados por la lucha feminista.

“Cochabamba es de las ciudades [bolivianas] con mayores índices de violencia, feminicidio y acoso sexual, hay mucha saña en los feminicidios, hay crueldad y tortura”, comenta Adela “Pero aquí las mujeres ya no se callan”.

Una acción anticolonial contra la guerra

La lucha feminista contiene una crítica anticolonial expresada en diferentes momentos. Este año se ha caracterizado a través de acciones de solidaridad con el pueblo palestino. 

El 27 de mayo, fecha de celebración del Día de la Madre en Bolivia, Tina, Adela y dos personas más hicieron parte de una acción pacífica que consistía en la instalación de dos carteles, tres pañoletas verdes y un bandera palestina en el monumento de las Heroínas de la Coronilla, estatua edificada en honor a las mujeres que lucharon contra el ejército español en la guerra independentista boliviana. La acción rechaza el despojo de los cuerpos de las mujeres de Gaza atravesados por la guerra. 

Lo que cuenta Tina es que unos días antes hubo un bombardeo al campamento de refugiados de Rafah donde estaban mujeres y niños. El ataque conmovió a las chicas que relacionan la lucha anticolonial de las Heroínas de la Coronilla con las mujeres palestinas. “Las mujeres palestinas están luchando y dando sus vidas, tal como lo hicieron las Heroínas de la Coronilla que se defendieron contra los ejércitos coloniales dando la vida”, dice Tina. 

Pero para la alcaldía de Cochabamba, las chicas que usan el pañuelo verde promueven el aborto, que sigue criminalizado en Bolivia salvo en ciertos casos. “Madre no es mártir, es vida, es resistencia. El pañuelo verde es un símbolo del derecho al aborto por la apropiación del cuerpo”, dice Adela. “Propone otro discurso para que la maternidad sea una decisión y no una imposición social”.

Esa mañana al finalizar la instalación Tina y Adela (más dos personas que realizaron el registro) fueron abordadas por la guardia municipal que de inmediato llamó a la policía para que revisara el monumento. El informe de la inspección policial señala que “no se encontraron indicios de delito, ni daños al monumento”. Por falta de pruebas en su contra, las cuatro personas quedaron en libertad luego de ser retenidas en las instalaciones de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC), un organismo de investigación policial, por cuatro horas.

Un proceso contra el movimiento feminista

La venganza o la represión contra la libertad femenina a veces es predecible, otras no. En este caso llegó en septiembre, cuando en los valles cochabambinos se inaugura la primavera.

“Nos llega una notificación a nuestras casas con una amplia presencia policial. Ahí nos enteramos que la alcaldía nos está acusando”, cuenta Adela. “La fiscalía había aceptado la denuncia con base al artículo 223 del código penal boliviano que condena con privación de libertad de uno a seis años en casos de destrucción o deterioro de bienes del estado y la riqueza nacional”.

“En su arremetida, la alcaldía exige que se nos acuse por tres delitos: daño al patrimonio nacional, asociación delictuosa y apología del delito por el tema del aborto y las pañueletas verdes”, advierte Tina. Sobre el último punto Adela recalca “No estamos animando a nadie a abortar solo por colgar una pañoleta verde”. 

No hay pruebas suficientes para tales acusaciones, pero, en su afán de persecución, la alcaldía ha presentado un peritaje arbitrario con pruebas inconsistentes cuyo objetivo es incriminar a Tina y Adela. En su afán de producir la injusticia, el municipio hace uso arbitrario de todo su poder institucional para obstaculizar la defensa de las chicas.

“Nos encontramos en el periodo preliminar, antes de que la fiscalía abra el caso penal. Entonces la fiscalía se uniría como denunciante de oficio para la imputación formal”, dice Adela.

“Sin embargo, no tenemos confianza alguna en el sistema patriarcal, aunque tengamos el informe más verídico del mejor perito del mundo que confirme que no hemos causado daño al patrimonio eso no sería suficiente para desestimar el caso”, expresa Tina.

Fuimos todas

La avanzada conservadora se esconde tras la crisis generalizada en el país. La coyuntura actual es el terreno estratégico para plantar una acción penal antifeminista. La justicia, que es muy selectiva, está engordando la carpeta de las chicas, que por ahora consta de tres volúmenes. Sabemos también que la contraofensiva disciplinadora está pactada entre el municipio y la iglesia católica. Sus representantes andan rabiosos desde que en 2023 desde los feminismos se denunció la complicidad y el silencio eclesiástico de los casos de pederastía.

El disciplinamiento ha tomado la forma de la criminalización de las mujeres y feministas. El mensaje es para todas. Ellas, nuestras compañeras hoy perseguidas, son ese gran nosotras que en estos años está luchando contra el silenciamiento que toma diferentes formas en la guerra patriarcal. 

Y aunque el sistema criminal de injusticia confunde y enreda, una afirmación nutre nuestros sentidos: la responsabilidad es colectiva. Vamos a desplegar todas nuestras habilidades para autodefendernos y mantener la fuerza que produce nuestra libertad.

Claudia López Pardo

Vive en Bolivia. Hace parte de tejidos y luchas antipatriarcales. En Ojalá, escribe de forma situada sobre las luchas de los feminismos renovados.

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