La izquierda cubana, crítica y descolonizada

Una ilustración que muestra un pescador de pie sobre una lancha que flota en el agua lanza una red de pesca. Al fondo, aves descansan sobre pilotes.

Ilustración de @todoslosrugidos para Ojalá.

Opinión · Raymar Aguado Hernández · 2 de abril, 2024 · Read in English

Este texto es el cuarto en una serie de seis textos de diferentes autores con perspectivas críticas a la izquierda cubana. Lee la introducción aquí, y el tercer texto aquí.

La actualidad política cubana está tan viciada de etiquetas y subtítulos que nos hallamos entre un fuego de extremos que no se reconocen ni se identifican. Estos, cargados de máscaras y vacíos narrativos, se sitúan antagónicos a cualquier discurso que señale zonas flácidas en sus propuestas. Llaman a la segregación y al dogma, y resulta deporte prejuiciar ciertas posturas bajo falacias inconexas a la realidad.

El poder político cubano, desde su tríada Partido/Estado/Gobierno, encasilla a cada actor que disienta con adjetivos deslegitimadores y ofensivos. Sus acusaciones siempre incluyen un supuesto mercenarismo al servicio imperialista, diseñadas para solidificar el autoritarismo de la casta dirigente al sustraer el derecho a la pluralidad de posturas políticas. En tanto, aumenta la represión física y psicológica, los atropellos ideológicos y la desesperanza ciudadana.

Luego del 11J, este orden represivo y hermético creció enormemente. Los miles de encarcelamientos y la violencia normalizada a raíz de las protestas, la aprobación de un nuevo código penal que criminaliza el disenso y el exilio forzado de muchos activistas políticos lo evidencian. Si bien en años anteriores existían estas prácticas, no contaban con la visibilidad que aportó el Internet y el florecimiento de un sinnúmero de medios independientes en Cuba.

En el otro extremo, existe un sector encerrado en una burbuja de élite y exclusividad, enfrascado en narrativas pro-capitalistas y liberales, con una agenda centrada en desacreditar cualquier postura de izquierda que cuestione, disienta y enfrente la prepotencia imperialista, histriónica y deshumanizadora.

Ahí encontramos personas que descreen de la subalternidades, de las disidencias sexuales y de los sectores vulnerables, manipulando su activismo con vista a posicionamientos mediáticos. Así dejan claras sus políticas y concepciones ultraconservadoras, excluyentes, que reniegan y violentan a estas comunidades mientras intentan ningunear su lucha.

Reproducen estándares de dominación similares al del poder político, encasillando como pro-gobierno o cualquier otra forma deslegitimadora a personas que encaminan su trabajo político por líneas marxistas, decoloniales, transfeministas, etcétera. Cualquier postura a favor de la unidad, el progreso sostenible, la equidad, la integración y la justicia social toda es foco de sus ataques, a menudo confrontacionales y violentos, sin soporte teórico alguno. Su ética va atada al capital y grupos privilegiados.

No es secreto el financiamiento millonario que organizaciones de la ultraderecha norteamericana, incluso el propio gobierno estadounidense, otorgan a estos sectores; por tanto, tienen la misma fuerza mediática y manipuladora que la élite de poder en Cuba, incluso más, al reproducir sus políticas de odio y exclusión con fórmulas cáusticas, teniendo a Miami como su principal nicho. 

Ataques a las izquierdas críticas

La concepción de lo que puede ser una postura de izquierda en el marco cubano está secuestrada por el divisionismo polarizado. 

Desde hace más de sesenta años, el poder político de la Isla se autoproclama de izquierda, incluso llegando a ser la Revolución Cubana, Fidel Castro o El Che Guevara, íconos de este movimiento a nivel internacional.

En la actualidad, sepultados casi todos los logros sociales que la revolución y el pueblo lograron, convertido el poder político en un partido/estado centralizado, totalitario y dictatorial, el concepto de izquierda se promueve desde tales instancias como algo inherente al proceso de gobierno que tiene lugar en Cuba, principalmente desde voces de intelectuales, artistas e investigadores al servicio del régimen, quienes cuentan con impunidad legal y apoyo de los medios de comunicación oficialistas, además de privilegios políticos y económicos.

Grupos y movimientos pro-gobierno, nacidos a la sazón de los reclamos posteriores a la sentada del 27N y otros luego del estallido popular del 11J, hacen apología de las instancias de gobierno, mientras intentan ofrecer un falso panorama de integración y compromiso entre la juventud y la verticalidad oficialista.

Mientras estos gozan de su libertad de acción, con intervenciones públicas, cartas abiertas, encuentros con el presidente y altos funcionarios de gobierno, reconocimiento institucional, puestos laborales privilegiados y espacios de publicación en medios oficiales, otras tantas personas sufren acoso, censura, expulsiones de centros laborales y educativos, campañas de descrédito, citaciones ilegales por los órganos de Seguridad del Estado, represión y exilio por mantener una postura crítica, aunque venga desde un enfoque marxista, de izquierda y comprometido con la justicia social, esas supuestas premisas y directrices del estado cubano.

El intento por desacreditar reclamos desde la izquierda crítica también es práctica recurrente en el otro extremo, donde diversas plataformas y voceros de la oposición derechista intentan deslegitimar el trabajo de reacción de grupos de izquierda ante el poder político con falaces estereotipos respecto al marxismo, lo decolonial, y más.

La percepción internacional

Uno de los principales problemas al analizar el fenómeno de la izquierda cubana está en la forma en que diferentes colectivos e individuos internacionales validan la retórica del régimen. Muchos partidos políticos, asociaciones, intelectuales y estudiosos de las izquierdas colocan el proceso cubano como socialista o de izquierda, cuando ya muchísimos estudios económicos y políticos han demostrado la existencia de un estado totalitario, que se rige económicamente por un sistema capitalista de estado, apoyado en una legalidad inhumana.

Es harto sabido que la Revolución Cubana, hace más de una treintena de años, pasó de ser una revolución social de/por/para los humildes a ser un feudo, propiedad de unos pocos que manejan el país a su antojo. Un ejemplo es el conglomerado económico/empresarial de GAESA que, supeditado a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), mueve y centraliza un capital importante respaldado por el poderío militar y la casta dirigente, mientras la población cubana sufre altos índices de empobrecimiento.

Datos publicados por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) en septiembre de 2021 ponen luz sobre este tema. Según sus números, solo el 0.5 por ciento de los fondos públicos había sido destinado al sector educacional y el 1 por ciento a salud y asistencia social, números que contrastan estrepitosamente con el 42.3 por ciento destinado a inmobiliaria y construcción hotelera.

Es evidente cómo se malogran los bienes públicos, tanto así que con un simple transitar por La Habana nos encontraremos con que, junto a lujosos hoteles de cinco estrellas, se derrumban viviendas, centros estatales y todo tipo de inmuebles urbanos.

La  propaganda oficialista cubana y la de sus simpatizantes fuera de sus fronteras promueve una visión falsa del panorama nacional, la cual refuerza puntos de vista errados que mucho daño ocasionan a las personas en La Isla y a la oposición de izquierda, pues alimenta las narrativas de la oposición de derecha, promueve como justa la gestión del poder político humano y legitima el mito del socialismo en Cuba. 

Esta opinión de quienes desconocen la realidad interna en La Isla y apoyan la gestión de su gobierno es injusta y criminal con los cientos de presos políticos, censurados, exiliados y abusados, con los millones de personas en Cuba que viven en condiciones precarias, en la extrema pobreza, que pasan hambre, que no tienen casa ni condiciones laborales adecuadas, con los muertos a manos de la policía —siempre recordemos los asesinatos de Zidane Batista y Diubis Laurencio—, con los millones de cubanos que vivimos pisoteados por la bota de un sistema totalitario y opresor que, bajo sus leyes, nos deja sin derecho a exigir nuestros derechos.

La nueva izquierda cubana

Hoy, las tareas de integración social y de justicia necesitan posiciones descolonizadas, inclusivas y contrahegemónicas. Posiciones que disientan ante los enquistamientos excluyentes de las élites culturales y políticas que promueven su orden jerárquico, desarrollista, racista, machista, descreído de los derechos de las disidencias sexuales, de los obreros, los inmigrantes y las infancias.

El poder político cubano impulsa una serie de proyectos que pretenden abordar de modo frívolo y lejano estos temas, intentando parecer un gobierno que representa a toda la ciudadanía. Pero no es más que una pantalla. Los más de doscientos feminicidios en los últimos cuatro años, la impunidad que gozó Fernando Bécquer luego de ser acusado de violación, como mismo quienes lo apoyaron y justificaron sus actos, la negativa oficial para aprobar una ley contra la Violencia de género y una ley por los derechos de las Identidades trans, las tantas propagandas para estigmatizar la cultura, invalidar la de los sectores populares y negar el racismo existente en Cuba son ejemplos irrefutables.

Un gobierno que comete faltas de este tipo no es un gobierno de izquierda. Tampoco lo son quienes fungen como sus voceros y defensores de su moralidad y falaz entereza. 

Así, posicionada contra la corrupción, los males sociales y el despotismo de esa casta mafiosa que nos dirige y que de a poco vende nuestra Isla y nuestros derechos, la nueva izquierda cubana tiene un gran compromiso con el planeta, con su gente y con el futuro.

La embestida del capitalismo es tan grande y cruenta que necesita trabajos de reacción coherentes, éticos y a la altura de la justicia social que demandan estos tiempos. La nueva izquierda cubana, aunque en ciernes, cuenta con una tradición de siglos y con referentes sólidos a su alrededor, y representa un estandarte de lucha dentro de las disputas de los extremos en su ecosistema político. Traza una línea transfeminista, decolonial, contrahegemónica, de la mano con las disidencias sexuales y estrictamente anticapitalista; aboga por la democracia, la prosperidad y la sostenibilidad.

Raymar Aguado Hernández

Raymar Aguado Hernández es estudiante universitario, crítico cultural y analista de temas sociales. Colaborador de varias revistas cubanas y extranjeras, ha publicado alrededor de medio centenar de textos que van desde el ensayo, la crítica y los artículos de opinión política hasta la poesía.

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