El amor empieza en la resistencia: Vivir Quintana

Fotografía: Tania Victoria/ Secretaría de Cultura de la Ciudad de México. Edición por Ojalá.

Entrevista • María José López • 13 de abril, 2023 • Read in English

Vivir Quintana es cantautora, activista y profesora normalista de español que sabe transformar las heridas abiertas de México en canciones que desactiven las narrativas de violencia y opresión que lo envuelven. 

A principios de marzo, me senté con ella en un estudio de grabación de La Bestia Music Inc., en la Ciudad de México. Conversamos sobre sus herencias musicales, el trabajo colectivo entre mujeres, sobre las letras de sus canciones y mucho más.

A lo largo de la entrevista, le pedí a Vivir que me compartiera canciones y artistas que marcaron su sensibilidad artística y las compilé en esta lista de reproducción en Youtube. 

Nuestra entrevista ha sido ligeramente editada por claridad y extensión.

María José López: Platícame de tu nombre. Te llamas Viviana, pero te decimos Vivir. ¿Qué ha significado llamarte Vivir?

Vivir Quintana: Mi nombre de pila es Viviana Monserrat Quintana Rodríguez. En mi árbol genealógico, hay otras dos o tres Vivianas, del lado materno. 

Algunas quisieron cantar y dedicarse a la música y sus papás (mi bisabuelo y tatarabuelo) les dijeron que no, porque "las mujeres no se deberían dedicar a la música". Mi abuela materna, la Viviana más cercana a mí, me decía "qué bueno que tu papá y tu mamá sí te dejan cantar, qué bueno que te dejan tocar la guitarra" y yo no lo entendía.

Empecé a vivir en la Ciudad de México hace casi 10 años. Los primeros años fueron dolorosos y muy desoladores, porque siempre llegaban proyectos y no se concretaban. Me daba muchos nervios cantar en público, en el escenario. Las cosas no fluían. Una terapeuta me dijo, "es que tú tienes una lealtad generacional con las mujeres que no se pudieron dedicar a esto, inconscientemente les estás diciendo 'si tú no pudiste dedicarte a esto, entonces yo tampoco'," y me dice, "cámbiate el nombre, busca un nombre artístico y vas a ver que todo va a empezar a fluir". 

Mis papás y amigos más antiguos me dicen Vivi, entonces agarré la R de Rodríguez, el apellido de mi mamá, y con eso formé el "Vivir". 

Fue mi manera de decir "yo voy a vivir mi propia historia". Y te lo juro que como al mes de que me cambié el nombre, todo empezó a fluir y acomodarse. Yo tengo la fortuna de vivir de la música desde el 2017 y todo lo que me ha pasado ha sido a raíz del cambio de nombre. Ahora yo estoy viviendo mi propia historia, en el presente, entonces hay que vivir. 

MJL: ¿Quién te enseñó a tocar la guitarra?

VQ: Me enseñó a tocar la guitarra un señor que se llama don Chuy. Se llama Jesús y es carpintero. Se oye muy religioso, pero así fue (se ríe). 

A los 12 años descubrí que me encantaba cantar, mis papás tenían una lomita de tierra en la casa y yo me subía ahí y era mi escenario. En la primaria, entré a un concurso de canto, aunque yo no sabía ni qué era afinar. Gané esos concursos y, ahí en mi pueblo, que es Francisco I. Madero, Coahuila, cerquita de Torreón, me invitaron a cantar en los domingos culturales. 

Yo cantaba con pistas musicales, en casettes que me compraba mi papá, que de tanto que los poníamos ya estaban distorsionados. Se me acercó un señor en una bicicleta y me dijo, "Oye, ¿no te gustaría aprender a tocar la guitarra?" y se me hacía lejanísimo. Tocar un instrumento se me hacía como algo que yo veía en en las películas, en la televisión, en esas historias de alguien que logra hacer algo con sus sueños.

Yo le dije "mmm, no sé". Me dice "es que mira, tal vez tú cuando seas grande, si aprendes a tocar guitarra, tú ya no tendrías que usar pista. Podrías acompañarte con tu guitarra y a lo mejor hasta tú escribes tus propias canciones y las cantas". Le dije que sí y empecé a estudiar con él. Todos los días iba a una plaza pública y ahí estaba Don Chuy de cuatro de la tarde a nueve de la noche y te cobraba igual si tú te quedabas una hora o las cinco horas ahí con él. 

MJL: ¿Con qué canciones aprendiste a tocar la guitarra?

VQ: Empecé con puras canciones como de rock en español viejitas, pasando por las de rondalla y por las de Leo Dan y Rocío Dúrcal, todas esas canciones en español como baladas clásicas.

La primera canción que me aprendí con Don Chuy se llama “Mi ranchito” y la cantaba Estela Núñez. Y me acuerdo que el primer acorde que me enseñó fue Re. 

Después cantamos muchas de los Teen Tops, de La Rondalla de Saltillo, de Rocío Durcal, de Mercedes Sosa, de Violeta Parra. Poco a poco se fue marcando esta herencia folclórica latinoamericana. 

Ahí empecé a darme cuenta de que me gustaban mucho las historias dentro de las canciones. Una canción que escuché y me impactó mucho se llama "El pájaro chogüí". Es una historia de un niño que se convierte en pájaro cuando muere y canta. Descubrí que me gustaba analizar las canciones y ahora me gusta mucho escribir así.

MJL: Y cuando se te empezó a presentar toda esta música folclórica, ¿fuiste divisando una diferencia entre las historias de los intérpretes y cantautores mujeres y las de los hombres? 

VQ: Sí, vi que hablaban de forma distinta. Cuando más me despertó esa inquietud de analizar de qué están hablando unas y otros, fue cuando trabajé seis años en un mariachi, donde tocaba la vihuela, el violín y cantaba. 

Un día nos llevaron a darles serenata a la esposa de un señor y el señor nos dijo: "cumplimos veinte años de casados y quiero que le canten la canción de ‘Si Dios me quita la vida’ de Javier Solís.” La empecé a cantar y me acuerdo que dije "¿Qué estoy cantando, qué es esto?" 

Porque la canción dice "si Dios me quita la vida antes que a ti, le voy a pedir que concentre mi alma en la tuya", para observarte, para estar todavía viendo con quién estás. 

Poéticamente, la imagen que plantea es muy linda, pero realmente es horrible. Es como todas estas mujeres que se les muere el marido y quedan en luto toda su vida, porque dicen "ya no me merezco un amor después de este". 

Me quedé pensando cómo hablamos de realidades que son tan distintas. Yo no estoy echándoles la culpa de la violencia a los hombres, ¿sabes? Pero creo que tienen mayor libertad de hablar fácilmente de muchos temas. 

Cuando era niña, cada Día de la Revolución Mexicana, nos ponían a cantar corridos. En Coahuila hay muchísimos corridos, escuchas la música norteña por todos lados en la calle y creo que es uno de los paisajes auditivos que más pueblan el ambiente. 

Uno de los corridos que nos ponían a cantar era "El corrido de Rosita Alvírez", súper famoso en Coahuila, es originario de Saltillo. Descubrí que era sobre un feminicidio, y la cantan con burla, mofándose del feminicidio. 

Asesinan a Rosita Alvírez porque no quiso bailar con Hipólito en el baile, que responde: "¿Ah, no? Entonces te mato". Hay un pedazo que dice "el día que la mataron, Rosita estaba de suerte, de tres tiros que le dieron, nomás uno era de muerte". 

Personalmente sí quiero que mi trabajo y mi obra, si algún día son recordadas, sea porque son más amorosas, pero no desde el amor romántico comercial que nos enseñaron de que "si tú te vas, te mato" y "si no es conmigo, no es con nadie" y "sin ti yo no soy nada".

Las mujeres tampoco estamos exentas de haber repetido violencias dentro de la música, o apologías a la violencia. Sin embargo, creo que estamos desde otro lado tratando también de hacer una lucha sobre la erradicación de la violencia dentro de las nuevas narrativas.

MJL: ¿Cómo has visto que se ha ido transformando el acceso de las mujeres a la música, desde que tú ya empezaste a vivir de esto y especialmente desde "Canción sin miedo", canción que lanzaste justo antes del 8 de marzo en el 2020?

VQ: Históricamente ha sido complicado. Leí un libro que hablaba del feminismo en el arte. Explicaban que las posibilidades y oportunidades para las artistas mujeres y los artistas hombres sí son distintas y es más complicado para las mujeres. Por eso, cuando veo a muchas compañeras que están teniendo mayor acceso a la música, a la comunicación, a los espacios, a los escenarios, me toca hacer colectividad, apoyarlas y saber que, si mi música se nota, entonces se puede notar la tuya, la tuya y la tuya. Tener mayor conexión entre nosotras y mayor acceso, que entre nosotras nos lo podemos dar.

El equipo de trabajo que yo tengo es de casi puras mujeres, un 95 por ciento son mujeres.

Tengo una banda y una ingeniera increíbles que me hacen sonar mejor arriba del escenario y tengo una personal manager increíble que me hace estar en estos espacios y que no se me atore la agenda y la vida. 

Tengo una directora musical que hace que la banda suene increíble, compañeras en el staff que hacen que todo esté en orden. El equipo de prensa son puras chicas, el equipo de marketing son puras chicas, y todas están en ese entendido de "sí, tú eres la que se sube, pero somos un equipo que estamos trabajando para la colectividad". Ahí nos va a ir bien a todas, ¿sabes? Es tener un mayor acceso a la música trabajando desde la colectividad.

MJ: Tu canción "Te mereces un amor" va mucho con esto…

VQ: Sí, sale de la necesidad de decirles a mis amigas que el amor empieza dentro de nosotras, en la resistencia. Que claro que me merezco un amor tan bonito y tan grande, que el primero que voy a tener es el que veo en el espejo, y poder repartirlo después de llenarme yo.

La canción es para decirle a mi mamá, a mis abuelas, "me hubiera encantado decirte que te merecías un amor así". A los hombres, a mis amigos, decirles que quien tiene un amor así de grande adentro difícilmente va a ejercer violencia sobre otra persona. Decirle a mis amigas que, cuando tenemos un amor así, difícilmente vamos a dejar que nos transgredan ese amor. El amor no es sinónimo de violencia. Se les dice a las niñas y niños, "si te molesta fulanito o fulanita, o te pega, es porque le gustas,” y se lo creen. Y llegamos a adultas y pensamos "claro, mi pareja ejerce violencia sobre mí porque me quiere" o "me quiere tanto que no quiere que nadie más me vea" o "me quiere tanto que mi libertad depende de él.”

MJL: ¿En qué artistas te reconoces?

VQ: Ay, qué bonito. Me he reconocido mucho en Mercedes Sosa, esta fortaleza de cantarle a América Latina y al mundo. Creo que la palabra "cantora", como ella se hacía llamar, es una palabra súper amplia y bonita y también es muy sanadora. Yo me reconozco en esa palabra. 

Me reconozco mucho en Lola Beltrán, en la fuerza de su voz, en cómo hacía que realmente sintieras el canto de un ave. Me reconozco en Juan Gabriel, en este hombre que tenía una manera muy poética de hablarle a la gente. Y era tan poética pero a la vez tan cotidiana que lo entendías, y sufrías, y sentías, y te emocionabas con sus canciones. Me gusta mucho su lenguaje.

Más contemporánea, me reconozco mucho también en muchas cosas que hace Karol G, algo bien loco y contrastante, me encanta el bichotismo [referencia a la canción “Bichota”, palabra que se usa para hablar de mujeres poderosas y que viene del inglés “big shot”] y todo lo que hace. También converjo mucho con maneras de hacer música muy honesta, como Julieta Venegas o Natalia Lafourcade, que tienen mucho tiempo en la industria y sin embargo siguen experimentando y haciendo cosas que les llaman a ellas.

MJL: Tú tocas mucho esta perspectiva de las mujeres y eres parte del movimiento feminista. Y el movimiento feminista se apoya, se nutre y se teje con otros movimientos, por ejemplo, el antirracista, anticolonialista, anticapitalista...  ¿Qué te provocan esas resistencias ligadas al feminismo?

VQ: Me provocan mucho respeto y mucha sororidad, porque sé que cada una tenemos nuestras luchas y que todas son válidas, porque son las realidades de cada una. 

Por ejemplo, hay compañeras que son separatistas en sus discursos y se les respeta, porque hay mujeres que han sido sobrevivientes de feminicidio y, neta, no les puedes obligar a que trabajen con hombres, porque ellas todavía tienen un trabajo interno muy fuerte que hacer y tampoco se les va a obligar. A mí lo que me llama mucho, es conocer cada una de esas vertientes que hay, y aprender. Yo me siento todavía muy ignorante en muchos temas. Lo que sí sé es que donde no podemos tener ignorancia es en querer respetar las decisiones de las demás.

Una de las expresiones artísticas que yo quisiera hacer dentro del feminismo es el bordado y el graffiti (carcajada). 

A mí me gusta muchísimo dibujar y quisiera tener más tiempo para hacer carteles, collage y bordado de resistencia. Esas son las cosas que a mí me gustaría explorar y experimentar. Más que experimentar, poner a disposición esas ganas para transmitir un mensaje.

 
María José López Zárate

Comunicadora, gestora y coordinadora de proyectos en periodismo digital, radio y organización comunitaria desde la Ciudad de México. Ella es la editora de traducciones de Ojalá. 

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