Centro de Estudios Populares: investigación crítica a ras de suelo
Opinión • Raquel Gutiérrez Aguilar • 28 de marzo 2023
La investigación en ciencias sociales crítica, autónoma, implicada y desde abajo se ha vuelto una actividad cada vez más difícil dado que casi siempre se realiza en condiciones muy precarias. En Cochabamba, Ojalá ha conocido un esfuerzo serio de investigación autónoma que se orienta por la clave de poner la vida en el centro, tejido por compañeres de larga data.
Este tenaz ejercicio asociativo se llama Centro de Estudios Populares (CEESP). Desde 2021 se propone “aportar en la producción de conocimiento necesario para potenciar procesos organizativos de base que sean autónomos y teniendo como eje central el cuidado y la reproducción social de la vida”.
Sus propósitos en estos tiempos resultan singularmente difíciles. Sobre todo porque, a decir de Nelvy Aguilar, de la Federación de Regantes de Cochabamba, una organización histórica que gestiona comunitariamente el agua de riego en los valles de la región, “...los gobiernos se han comido a las organizaciones, bloqueando la discusión de los problemas más sentidos para imponer todo el tiempo el debate sobre candidaturas a todo tipo de cargos y puestos”.
Más allá de la intensa despolitización de las tradicionales organizaciones sociales de lucha en Bolivia, que a ras de suelo solían debatir y dar solución a sus necesidades, quienes integran el CEESP enfrentan otro gran desafío.
Son mujeres y varones jóvenes que se han formado en distintas universidades y desean cultivar pensamiento crítico y ejercer investigación comprometida. Sin embargo, una vez concluídos sus estudios se topan con un panorama desolador: hace más de 15 años que no se abren nuevas plazas en la universidad pública local y cualquier contratación es precaria, temporal y por hora.
Se muestran, pues, dos problemas conectados. Por un lado, el bloqueo del debate público en las organizaciones sociales atrapadas en una fragmentada y con frecuencia violenta disputa por la ocupación de cargos públicos. Por otro, la dificultad de realizar trabajos de investigación y documentación rigurosos sobre tales problemas desde el ámbito público.
La contemporánea forma de organizar la producción de conocimiento está tan centralizada y privatizada como la discusión política. El destino que se impone a quienes podrían alentar debates bien documentados para revitalizar las capacidades políticas desde abajo se enfrasca una y otra vez en sortear la precariedad de sus propias existencias.
Pareciera que sólo hay dos posibilidades: o bien que los jóvenes investigadores brinquen entre ofertas diversas de consultoría donde se impone la lógica de “el que paga manda”, lo cual significa que no podrán escoger ni la temática a estudiar y, muchas veces, tampoco la perspectiva teórica para enfocar los problemas a indagar.
O bien, que se plieguen a trabajar, de manera igualmente tutelada y temporal, en alguna instancia estatal. Ahí lo más probable es que se dedicarán a defender determinadas posiciones y no a indagar lo que pasa en el terreno de la reproducción de la vida.
Los compañerxs que integran el CEESP se empeñan en desafiar tal destino que parece ineluctable, repudiando la repetición de discursos estériles y monocordes sobre las principales problemáticas sociales y haciendo equilibrios financieros de todo tipo.
Insisten en escapar del tutelaje que cercena la creatividad, homogeneiza los argumentos y bloquea la conexión entre problemas que se clasifican como distintos pero cuyos efectos son igualmente dañinos.
Producir conocimiento con la vida en el centro
A contracorriente de la situación descrita, el CEESP se ha concentrado en “la investigación de las agendas que vienen desde abajo, aquellas que quedan invisibilizadas por el clima de confrontación política estatal y que suelen ser las que giran en torno al cuidado de la vida desde la experiencia cotidiana de habitar realidades concretas”.
Preguntar y escuchar en el terreno es su mayor mérito. Documentan reclamos y necesidades, se esfuerzan por vincular diversas experiencias de lucha y sostenimiento locales altamente aisladas e insisten en construir explicaciones de mayor alcance para comprender lo que está ocurriendo.
Para ello, los investigadores del CEESP se han acercado a lo que llaman organizaciones comunitarias de base. Se relacionan con la abigarrada y compleja trama de sostenimiento cotidiano de la vida en zonas periféricas de la ciudad de Cochabamba y con sus alrededores ligados a la actividad agraria.
Desde ahí, poco a poco, han ido extendiendo su trabajo hacia los problemas de salud y de contaminación del agua en la región petrolera de El Chaco y también hacia La Paz y El Alto.
La guía de su trabajo es documentar las necesidades más urgentes. Están aprendiendo simultáneamente de las formas asociativas locales que gestionan soluciones y apañes para tales requerimientos.
En un principio las palabras y problemáticas que han investigado provienen de organizaciones tales como: la Asociación de riego de productoras agrícolas Pozo de Flores en el Valle Alto, la Asociación de Educadoras y Manipuladoras de los Centros Infantiles Comunitarios del Cercado de Cochabamba, el Sindicato agrario de Chawpi Melga y de Organizaciones territoriales de base de la zona sur de la ciudad, que son las estructuras políticas territoriales más básicas en la legislación boliviana.
De ahí surgió el primer trabajo publicado por el CEESP en 2021, una colección de cuadernillos de trabajo titulado La vida en el centro, preparado por Huáscar Salazar, Mónica Rocha y Nelly Carrasco.
La vida en el centro recupera un arco variado de voces y asuntos como el acceso al agua, la precarización de los trabajos de cuidado, y el sistema de salud en Cochabamba, entre otros.
Dos títulos más recientes de este grupo de investigadores son Pensando la vida en medio del conflicto, firmado por Huáscar Salazar, Mónica Rocha y Suzanne Kruyt, y Todo era covid: la pandemia desde las voces de las mujeres de la zona sur de Cochabamba, coordinado por Mónica Rocha. Todas las publicaciones están disponibles para descargar de forma gratuita.
Siguiendo a Marxa Chávez, del colectivo Precarias investigadoras, quien escribe la presentación de Pensando la vida en medio del conflicto, una clave útil y relevante en el contexto boliviano es la sistemática distinción entre la efervescencia y lucha social y las más recientes confrontaciones sociales—generalmente muy violentas—que toman como marco la contraposición política partidaria.
Mantener tal distinción a la vista contribuye a mitigar en algo la confusión política reinante. Sobre todo porque la actual disputa dominante en Bolivia se encuadra en enfrentamientos polarizantes entre partidos políticos o entre fracciones en pugna al interior de los mismos partidos.
Enmarcar el debate público de esa forma opaca y desplaza, una y otra vez, las necesidades de las personas. Impone el silencio sobre los temas de urgencia en medio del estridente ruido que producen sus conflictos.
Un segundo acierto de Pensando la vida en medio del conflicto es la recuperación y el análisis de momentos históricos de alto impacto en la historia reciente de Cochabamba.
¿Qué rupturas y qué continuidades organizan hoy la vida política de base, más allá de los muchos años de gobierno progresista?
Los autores vuelven sobre lo ocurrido en 2007, cuando se produjo una brutal confrontación entre campesinos y vecinos acomodados de la zona Norte de la ciudad, episodio que dejó varios muertos en medio de feroces olas de odio, racismo y miedo. Recuperan también momentos de la violenta crisis política en 2019, cuando el ejército masacró a 10 jóvenes cocaleros en Sacaba, a las afueras de Cochabamba.
Contrastan tales experiencias con el amplio arco de anhelos sociales de transformación no plenamente estado-céntrica que se abrieron desde aquí durante la Guerra del Agua a comienzos de siglo.
Pensando la vida en medio del conflicto contribuye a exhibir el profundo desprecio estatal hacia aquellos asuntos públicos centrados en la reproducción de la vida.
Investigar, conectar, explicar
A lo largo de sus trabajos, los investigadores del CEESP, pese a las carencias materiales que documentan y que ellos mismos enfrentan, se esfuerzan por hacer visibles los nutridos procesos de organización y autogestión que sostienen los habitantes de los barrios, las trabajadoras de los cuidados y las regantes.
Reconocen y destacan la importancia de los procesos de trabajo asociado, organizado a través de la reactualización de añejas prácticas comunitarias y populares que se regeneran en las actividades cotidianas de sostenimiento.
Cabe destacar que estas prácticas productivas, organizativas y políticas por lo general se desprecian o ignoran cuando se las estudia desde otras miradas analíticas, como aquellas que, por ejemplo, se dedican a planear las “políticas públicas”.
El inmenso y antiguo problema cochabambino del acceso al agua, así como la precarización creciente del trabajo o la posibilidad de contar con atención médica, son factores centrales del sostenimiento de la vida que los habitantes de la zona sur definen como sus problemas más urgentes.
Sin embargo, siguiendo la clave que distingue claramente entre lucha social y conflicto partidario, hemos visto que tales problemas son borrados por dirigencias amarradas a cerradas pugnas de poder.
Poner la vida en el centro no se inscribe en la tradición de la política moderna, cuando la vida es sólo recurso y medio para la acumulación del capital.
Investigar sobre las necesidades y asuntos que preocupan a quienes sostienen la vida, reconociendo las capacidades políticas y productivas de abajo tampoco es algo común en la academia dominante. De ahí la relevancia de los esfuerzos que despliegan los colegas del CEESP.