Abolir las fronteras, Contra Viento y Marea

Fila para entrar al Comedor Comunitario en 2020, poco antes de la pandemia. Foto © Contra Viento y Marea.

Entrevista • Brian Whitener • 29 de agosto, 2024 • Read in English

Cada semana, el Comedor Comunitario Contra Viento y Marea sirve más de mil comidas calientes en la Zona Norte de Tijuana. El grupo se fundó hace seis años por jóvenes migrantes y refugiados centroamericanos que llegaron en la caravana de migrantes de noviembre de 2018, así como por organizadores anarquistas de México, Estados Unidos y otros países. 

Pero Contra Viento y Marea hace mucho más que cocinar y repartir comida. Tiene un centro de donaciones y una cocina para almacenar los víveres que distribuyen a la comunidad. Además provee ropa, zapatos, artículos de higiene y cuidado personal, pañales, bolsas para dormir, juguetes y medicamentos básicos; también tiene un pequeño huerto comunitario en la azotea.

El colectivo organiza eventos comunitarios como acupuntura. Recientemente se organizó una escuela para proveer “Educación gratuita para la liberación” a adultos jóvenes y adultos.

Su extraordinaria labor en la frontera entre México y Estados Unidos contrasta con los esfuerzos humanitarios tradicionales, centrados en el asistencialismo, y la abolición de las fronteras tiene un lugar central.

En esta entrevista realizada para el libro Border Abolition Now (Abolir las fronteras ya), recientemente publicado, el escritor y académico Brian Whitener entrevistó a dos miembros del colectivo Contra Viento y Marea. Esta semana compartimos un fragmento editado de la entrevista.

Brian Whitener: Cuéntame sobre Contra Viento y Marea y dónde se ubican.

Devi Machete: Todas las personas que dedican tiempo y trabajo a la organización participan en las decisiones. Las personas a las que atendemos, quienes también viven en nuestra comunidad, proceden en su mayoría de diversas partes de México, Centroamérica, Sudamérica (Colombia, Venezuela, Brasil, Ecuador) y el Caribe, pero también vienen de otros países lejanos como Camerún, Ucrania y Rusia.

Estamos situados a quince minutos del puerto fronterizo El Chaparral y a unas cuadras del muro fronterizo, en una zona fuertemente militarizada y extremadamente vigilada. Tenemos a la Guardia Nacional, la Policía Municipal [de Tijuana], el Ejército, el Ministerio Público y muchas más agencias federales, estatales y locales patrullando nuestra zona armados hasta los dientes.

La tasa de homicidios de Tijuana está por los cielos, hay feminicidios horribles dirigidos en particular contra mujeres jóvenes, fosas comunes, centros clandestinos de detención y tortura, y arraigadas redes de tráfico sexual, de drogas y armas. Los casos de mutilaciones, tortura y desaparición forzada son comunes. 

Es en estas circunstancias en las que hemos conseguido construir un espacio para que la gente se sienta segura, acogida y en comunidad. 

Andrea M: Ahora mismo atendemos a muchas personas que han sido deportadas de Estados Unidos. Esas personas son las más vulnerables porque tal vez son mexicanos que vivieron mucho tiempo en Estados Unidos y no hablan español. Pero si a la ya de por sí compleja situación que tenemos en Tijuana —con gente que llega de todas partes de Latinoamérica— le sumamos todos los deportados de Estados Unidos, vemos todo tipo de vulnerabilidad. 

BW: ¿Podrían hablar un poco sobre cómo piensan la abolición en el contexto del proyecto o de cómo la idea de la abolición da forma al proyecto y de cómo se ve la abolición de las fronteras desde su geografía?

DM: La abolición de las fronteras significa para nosotros un marco que utilizamos para organizarnos internamente, pero también para cómo queremos ver organizada la sociedad. Creemos en la abolición porque nos proporciona un marco desde el cual entender el contexto de violencia que observamos desarrollarse frente a nosotros.

También nos ayuda a acercarnos a una nueva visión de lo que queremos que ocurra en nuestra sociedad: cambios económicos, cambios políticos, cambios sociales... La abolición los vincula de un modo que nos permite avanzar pensando en el panorama más amplio de lo que tenemos que hacer para reorganizar la sociedad. 

Deshacernos de las fronteras, de la patrulla fronteriza, de los muros, de la Guardia Nacional, del Instituto Nacional de Migración (INM), e invertir en educación gratuita en todos sus niveles, vivienda social gratuita y digna, que sea accesible en el sentido de que la gente tenga acceso gratuito, no solo subsidiado; alimentación gratuita y saludable, salud pública gratuita y de alta calidad brindada en el lugar que se necesite, y servicios para personas que necesitan atención preventiva, como cuidados de maternidad e infantil gratuitos.

Todas estas cosas confluyen en una visión abolicionista porque el dinero que va a financiar todos los programas y todos los proyectos gratuitos que necesitamos procede de quitarle fondos a la policía, a la militarización, al Estado. 

Un voluntario con un tatuaje que dice "Contra Viento y Marea". Foto © Contra Viento y Marea.

BW: La organización para la abolición de las fronteras es diferente a muchos otros tipos de organización existentes en la frontera entre México y EE.UU. ¿Podrías hablar sobre algunas de las dificultades o complicaciones de sostener un proyecto abolicionista en ese contexto?

AM: Para muchas organizaciones la migración es un negocio. Si no se presta atención, las personas se convierten simplemente en números, y los informes se rellenan con esos números y la mayor preocupación es cuánta financiación puedo obtener de tal número enorme de personas, en lugar de dar prioridad a su dignidad. 

DM: El comedor es muy diferente a las organizaciones sin fines de lucro o de las ONG grandes. Nos organizamos mediante la solidaridad y la ayuda mutua, lo que significa que todos participan como voluntarios y lo hacen porque quieren, no porque se les coacciona. Medimos nuestro éxito por la calidad de nuestras relaciones y nos organizamos sobre la base de la amistad. No hay distinción entre quienes realizan la coordinación y los que reciben los servicios. Son la misma comunidad, el mismo grupo de amigos, el mismo círculo de voluntarios. 

Por supuesto, hay distinciones en términos de privilegio económico entre algunos de nosotros que tenemos más estabilidad económica y por eso ofrecemos apoyos económicos a quienes los necesitan, principalmente a nuestros voluntarios migrantes. Les damos dinero para transporte y comida, no solo los alimentos que cocinamos para el comedor, sino cajas de alimentos básicos con arroz y cosas de la cocina, como las que repartimos a la gente de la zona con estufas. También les damos ropa que llega como donativos. 

En realidad, tienen acceso a todas las donaciones que llegan. No les decimos: “Nada más puedes agarrar tres cosas” o, como diría un albergue, “Solo toma unas cuantas cosas y ya”. Tienen acceso a todo lo que llega. Sabemos que no estamos aquí para restringir los recursos, sino para asegurarnos de que lleguen a todos los que los necesiten. Tenemos una estructura de organización interna horizontal. Esa es una diferencia. 

Otra diferencia es que dependemos de pequeñas donaciones, y de la solidaridad de cientos de colaboradores, aliados y socios a ambos lados de la frontera para llevar a cabo todos nuestros proyectos. No recibimos grandes subvenciones, lo que significa que no permitimos que donantes de fundaciones u organizaciones sin ánimo de lucro decidan cómo hacemos las cosas.

Nuestro objetivo es levantar la comunidad, no ganar subsidios para promocionarnos y aumentar nuestros propios ingresos.

BW: Me suena a que lo que estás diciendo es que la abolición de la frontera sería la abolición del negocio de la frontera.

DM: La abolición de las fronteras es un término general que abarca muchos aspectos diferentes del trabajo que la gente realiza a través de proyectos de ayuda mutua. Por ejemplo, en el panorama de la abolición de fronteras, hay varias áreas.

Existen las que buscan derribar las instituciones estatales que están literalmente arrancando gente de sus comunidades a través de deportaciones, que son detenidas en cárceles, prisiones y centros de detención (que también son cárceles y prisiones con otro nombre) para explotarlas. Hay organizaciones, grupos y colectivos dedicados específicamente a utilizar toda una serie de tácticas para atacar esas instituciones con el fin de derribarlas. Esa es un área del panorama abolicionista.

Luego están los grupos que trabajan con personas atrapadas en la boca del lobo, apoyando a personas atrapadas en el sistema carcelario y punitivo. Esa es también otra parte del paisaje, las organizaciones que prestan apoyo a detenidos, comprándoles los artículos que necesitan, escribiendo cartas, organizando manifestaciones y, en general, realizando mucho trabajo en ese ámbito. 

Luego hay organizaciones o grupos o colectivos como nosotros que estamos dando forma en la realidad a lo que sería un mundo en el que haya comida, cuidado y recursos gratuitos para todos. Nuestro proyecto consiste en poner en práctica lo que nos imaginamos que sería no tener Estado, pero haciéndolo ahora, sin esperar a que el Estado colapse o sea abolido. Estamos empezando a construir ese hermoso mundo en el que a todos se nos apoyaría, cuidaría y amaría. 

Creo que esa es la diferencia entre la forma en que hacemos este proyecto y la forma en que organizaciones sin fines de lucro brindan ayuda humanitaria. No quieren desafiar o abolir el Estado, quieren trabajar con el Estado como socios. No quieren detener completamente los flujos de migración forzada porque ganan dinero con cada migrante/refugiado que llega, por lo que no necesariamente quieren acabar con todo el negocio de la frontera, solo quieren jugar su papel en él. Nosotros queremos destruir todo el aparato, todo el modelo de negocio de la frontera.

Esta entrevista es un extracto de Border Abolition Now, editado por Sara Riva, Simon Campbell, Brian Whitener y Kathryn Medien, publicado recientemente por Pluto Press.

Brian Whitener

Brian Whitener es escritor. Vive en Buffalo, Nueva York, y es profesor de la Universidad de Buffalo.
Brian Whitener is a writer based in Buffalo, NY. He teaches at the University at Buffalo.

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