Cómo un banco global aplastó un centro cultural en Ecatepec
Reportaje · Madeleine Wattenbarger · 12 de enero, 2024 · Read in English • Esta historia fue publicada originalmente en Alboroto.
En la mañana del viernes 8 de diciembre, Israel Ortiz González cortó con una sierra la bisagra de dos rejas ornamentadas. Las dos puertas servían como la entrada del B.A.N.C.O., un centro cultural en la colonia San Agustín, en la periferia de la Ciudad de México, que ocupaba un inmueble que antes albergaba un sucursal de BBVA Bancomer. Mientras cortaba el metal oxidado, una docena de amigos, vecinos y trabajadores de la basura sacaban del edificio cajas de libros, cuadros pintados y plantas. Fue el último día del proyecto que tenía una década ofreciendo talleres y actividades culturales. Tras un proceso judicial repleto de irregularidades, la institución financiera reclamó el edificio y desalojó el colectivo B.A.N.C.O.
En 2013, una serie de asaltos provocó que los empleados de BBVA Bancomer abandonaran la sucursal sin avisar. El inmueble se volvió un basurero. Las paredes de cristal fueron rotas. Algunas personas dejaron animales muertos entre los vidrios estrellados. Se llenó de basura. Vecinos dicen que se volvió un foco rojo de delincuencia en la colonia.
Ortiz González y sus amigos, que tenían un par de años organizando actividades culturales como parte el colectivo Reventón Cultural, decidieron limpiar el espacio. Pasaron dos semanas recogiendo. Llenaron cinco camiones de basura, pagando 500 pesos cada uno para retirarla. Empezaron a proyectar películas cada jueves, desde Disney a Buñuel. Acudieron vecinos de todas las edades.
Entre semana, el espacio se seguía llenando de basura. El colectivo juntó para ponerle rejas y puertas al edificio abandonado. Ortiz González tenía experiencia soldando e hizo unas nuevas paredes reciclando metal del camión de fierro viejo.
El espacio era libre para quien quisiera hacer un proyecto. Vecinos de la zona empezaron a ofrecer talleres. Artistas de todo México y del extranjero llenaron sus paredes de murales. Los amigos le pusieron un nombre al espacio: Nuestro Barrio Con Arte, Cultura Organizado, el B.A.N.C.O.
“Hubo un momento que hubo 40 o 50 talleres”, Ortiz González recordó. “Quien llegaba lo sumábamos: ‘quiero dar un taller, sí dale. Quiero hacer esto, sí hazlo’”.
Entre la oferta había cursos de regularización escolar, talleres de mecánica de bicicletas y un diplomado de tanatología. Plantaron un huerto. Juntaron libros para una biblioteca. Organizaron encuentros de mujeres. Pusieron una “gratiferia”: un carrito donde vecinos dejaban ropa que no usaban para quien quisiera llevársela. Rescataron perros y gatos, y realizaron jornadas mensuales de esterilización de mascotas. Hace poco alcanzaron los 2,000 animales esterilizados, por lo que los vecinos señalan que ya no hay tantos perros abandonados en las calles de San Agustín.
Apuros y amenazas
En octubre de 2022, un representante de BBVA Bancomer contactó a Ortiz González. Citó a los integrantes del B.A.N.C.O. a una reunión en unas oficinas en Reforma. Ahí les plantearon una propuesta.
“Nos dijeron que no querían un periodicazo de que Bancomer está saqueando a artistas”, Ortiz González recordó. El representante de BBVA ofreció donarles el espacio si se conformaban como asociación civil.
Lo debatieron y empezaron el papeleo para hacer la A.C.
Pero poco después empezaron a recibir amenazas. El 16 de diciembre de 2022, un grupo de personas desconocidas irrumpió en el espacio.
“Nos decían que nos querían desalojar, que venían del parte del banco, pero no traían ningún documento que dijera eso”, Ortiz González recordó.
En marzo, el colectivo tuvo una segunda reunión con Bancomer. Los representantes les dijeron que ya no podían donarles el espacio. Se deslindaron de sus promesas anteriores, diciendo que el tema ya estaba en las manos del área judicial de la institución.
En la madrugada del 26 de abril de 2023, llegó de nuevo un grupo de personas no identificadas a intentar desalojar el B.A.N.C.O. Ortiz González se encontraba solo en el espacio. Se metieron y robaron equipo de audio, cámaras, esculturas y herramientas. Vinieron vecinos a apoyarlo y lograron que el grupo de choque se fuera.
En junio de 2023, un funcionario de la fiscalía del Estado de México llegó al B.A.N.C.O. Avisó a Ortiz González que tenía un audiencia dentro de pocos días. Ahí Ortiz González se enteró que BBVA Bancomer tenían dos procesos judiciales en su contra, uno civil y uno penal. Lo acusaba de delitos contra la seguridad de la propiedad.
Cuando recibió la carpeta de investigación, Ortiz González vio que BBVA Bancomer había puesto las dos denuncias en agosto de 2022, dos meses antes de ofrecer la donación del inmueble al colectivo B.A.N.C.O. También notó que las declaraciones que componían la carpeta eran falsas. Entre ellas estaba la de una agente del ministerio público que declaró que visitó el inmueble el 16 de diciembre de 2022. El funcionario alegó que se presentó a Ortiz González como elemento de la policía de investigación del Estado de México. Pero tal encuentro nunca sucedió. No les visitó ese día un agente del ministerio público: vino el grupo de choque.
Tras una serie de audiencias, se fijó la fecha del juicio para febrero de 2024. El juez de control Ricardo Cárdenas Francisco consideró que Ortiz González tenía riesgo de fugarse, y como medida cautelar, le impuso una fianza de 80 mil pesos que debía pagar el 16 de noviembre de 2023. Si no lograba entregar el dinero, Ortiz González podía ser detenido. La sentencia estimada por el delito fabricado contra Ortiz González es de siete años en la cárcel.
Pasó la fecha límite para pagar la fianza. No la entregaron. Ortiz González y sus compañeros todavía esperaban encontrar una forma de quedarse en el espacio.
El jueves 30 de noviembre llegaron las talleristas a dar sus clases habituales. Entre ellas estaba María Esther Gonzalez Díaz, que llevaba ocho años dando clases de costura y herbolaria en el B.A.N.C.O. Tiene 50 años viviendo en San Agustín, y desde que se creó el centro cultural, dijo, “hay más oportunidades que las personas aprendan a hacer algo”.
Con el cierre, dijo, “a varia gente le va a quitar el empleo”. Explicó, “vienen varios maestros a dar clase, muchos vienen de lejos por la economía. Buscar otro lugar donde le den permiso a uno, sí, pero es pagar una renta”.
El 2 de diciembre se hizo una fiesta para celebrar el décimo aniversario del B.A.N.C.O. Asistieron vecinos y amigos de la Ciudad de México, entre ellos las promotoras culturales Marisol Mendoza y Lupita la Cigarrita de las Musas Sonideras. Un equipo de audio morado se alzaba sobre la pista donde los asistentes bailaban cumbia y tomaban pulque.
En una pausa entre canciones Ortiz González tomó la palabra. “Todos los que estamos aquí estamos cometiendo un delito por ocupar aquí este espacio”, dijo.
Lupita agarró el micrófono.
“Esto no se vale, porque esto es cultura”, insistió la mujer diminuta. “Vamos a defender este lugar a capa y espada. Este lugar, nadie, absolutamente nadie, se los va a quitar”.
Pero aunque pagaran la fianza, los miembros del colectivo sabían que la posibilidad de ganarle el caso a una empresa como BBVA Bancomer era poca o nula. Ya vivían en tensión constante por la situación. El jueves 7 de diciembre el vicefiscal regional de Ecatepec, Martín Marín Colín, se reunió con Ortiz González y un representante legal de BBVA Bancomer. Acordaron que BBVA desistiría de las demandas y Ortiz González entregaría el espacio el siguiente día.
El desalojo
El día del desalojo, dos representantes de BBVA miraban desde la banqueta mientras los compañeros reunidos vaciaban el espacio. Comentaban que no creían que se volviera a abrir otro sucursal en el lugar.
“Los asaltaban mucho”, dijo uno. No sabía qué uso se tenía contemplado para el inmueble. “Tendremos que evaluarlo”.
En el patio crecía la pila de plantas y cuadros. Los abogados entraron a revisar el espacio. Tomaron fotos de las paredes de tablaroca deteriorada y los murales.
Los amigos y vecinos miraban mientras Ortiz González y los representantes legales firmaban los papeles. Una señora mayor se acercó a uno de los abogados y tocó su brazo.
“¿A usted no le gusta la comunidad de San Agustín?” preguntó.
“No tengo el gusto de conocerlos”, contestó.
“No tiene que conocerlos. Estos acuerdos se tienen que hacer con la comunidad, señor”, respondió la señora. “Y darle gracias a él y a muchos que vinimos a limpiar su cochinero que dejó”.
“¿Quién va a pagar las violaciones que se hicieron aquí? ¿La delincuencia que había mientras no había nadie, quién nos la va a pagar?” preguntó un joven. “Ganó la corrupción, pero somos una comunidad, no un espacio”.
“Toma tu banco, corruptos”, escupió otra mujer.
Salieron del edificio. Aplaudieron. Agarraron las últimas plantas y se fueron.
El abogado se plantó en la entrada, ahora sin puertas. A su lado se quedó otro hombre que los miembros del B.A.N.C.O. identificaron como el líder del grupo de choque que interrumpió en el espacio el 26 de abril.
Los perros les devolvieron la mirada. Afuera se quedó el carrito de la gratiferia. Dos vecinas llegaron a esculcar la ropa frente al esqueleto del lugar vacío.