En defensa de los bosques paraguayos
Reportaje • William Costa • 16 de noviembre, 2023 • Read in English • Traducido por María José López y Dariela Terán.
Hace poco más de tres semanas, Arnaldo Benítez Vargas, un líder espiritual del pueblo indígena guaraní Paĩ Tavyterã, fue asesinado en su comunidad natal de Yvy Pyte, en el noreste de Paraguay.
El terrible crimen escaló la feroz violencia contra los habitantes de Yvy Pyte, quienes se enfrentan a una invasión criminal sin precedentes de su territorio ancestral. Benítez Vargas, uno de los encargados de transmitir el conocimiento ancestral y de dirigir los cantos sagrados durante las ceremonias, fue asesinado por oponerse al robo de tierras, afirman miembros de la comunidad.
En vista de que las instituciones estatales paraguayas reiteradamente incumplen su obligación de proteger sus vidas y territorios, los líderes del pueblo Paĩ Tavyterã temen que la violencia se siga intensificando.
“La pérdida de nuestro líder espiritual es irreparable; cada vez hay menos y menos líderes espirituales en nuestras comunidades”, dijo en guaraní Andrés Brítez, líder de Yvy Pyte, durante una llamada telefónica. “Las condiciones siguen deteriorándose y vivimos con un miedo cada vez más grande. Es un genocidio no tan silencioso”.
A pesar de estas aterradoras circunstancias, y viviendo bajo la larga sombra de los cárteles de narcotráfico y otros grupos armados en el noreste de Paraguay, los miembros de la comunidad de Yvy Pyte se atreven a desplegar estrategias comunitarias de lucha para proteger su tierra y sus propios modos de ser.
El centro de la tierra
Yvy Pyte, situado en el departamento administrativo paraguayo de Amambay, está habitado desde tiempos inmemoriales por los Paĩ Tavyterã, uno de los cinco pueblos indígenas guaraníes de Paraguay. Yvy Pyte es uno de los pocos tekoha guasu que quedan, los grandes territorios ancestrales de los Paĩ Tavyterã.
La comunidad de unas 500 familias tiene especial importancia porque se encuentra a la entrada de Jasuka Venda, un cerro donde creen que el dios Ñane Ramõi Jusu Papa se creó a sí mismo y al mundo. Es el lugar más sagrado de los Paĩ Tavyterã.
“Yvy Pyte es una antigua tekoha ypy [comunidad de origen]. Ñande Ramói Papa nos la dejó para que viviéramos en ella”, dijo Brítez.
La incesante expansión de la ganadería por el noreste de Paraguay ha convertido a Jasuka Venda y a comunidades Paĩ Tavyterã como Yvy Pyte en algunas de las últimas reservas de bosque nativo, lo que las hace vulnerables a quienes pretenden adueñarse de tierras para la extracción ilegal de maderas valiosas y para establecer más pastizales.
Esta presión se suma a las múltiples amenazas que ya enfrentaban los pueblos indígenas de Amambay, región fronteriza con Brasil. En ese departamento operan poderosos cárteles de narcotráfico del país vecino, y el grupo armado ilegal Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) se ha enfrentado a fuerzas estatales en la zona de las comunidades indígenas.
Los Paĩ Tavyterã han sido víctimas frecuentes de la violencia que se desarrolla en y alrededor de sus territorios. En octubre de 2022, dos hombres Paĩ Tavyterã, uno de ellos un dirigente destacado, fueron asesinados durante un incidente en Jasuka Venda en el que estuvieron involucrados fuerzas estatales y el EPP.
Tres años de invasiones de Yvy Pyte
La presión extrema sobre la tierra, la cultura y las vidas de los Paĩ Tavyterã es más que evidente en Yvy Pyte, que se encuentra a 80 kilómetros de la capital departamental, Pedro Juan Caballero, incluyendo un escarpado camino de tierra de 50 kilómetros, cercano a las inmensas colinas rocosas de Amambay. A menudo la influencia de Brasil se siente más fuerte que la de la capital nacional, Asunción, que está a más de 400 kilómetros de distancia.
Desde 2020, invasores armados han estado entrando en la comunidad para talar árboles nativos con maquinaria pesada y construir largas cercas con los troncos duros y espinosos de los árboles kurupa’y derribados. Los hombres armados intimidan y aterrorizan a los residentes con disparos mientras cercan las tierras y destruyen cada vez más bosque.
Los líderes comunitarios dicen que los invasores, en un intento de legitimar sus robos, han obtenido escrituras de propiedad falsificadas de casi dos mil de las once mil hectáreas de tierra legalmente registradas como parte de una “colonia indígena” de propiedad comunal que no puede ser vendida ni comprada. La falsificación de títulos de propiedad es una práctica muy común en Paraguay, donde las cifras oficiales indican que el 20 por ciento de las propiedades registradas no existen en realidad.
“Históricamente, los paraguayos nos han despojado de nuestras tierras, y esto continúa”, afirmó Brítez, refiriéndose a que los Paĩ Tavyterã son los "hermanos mayores" de los paraguayos, puesto que son anteriores a la existencia del Estado, hecho reconocido en la Constitución nacional.
Esta amenaza extrema sobre la tierra es devastadora para los Paĩ Tavyterã. Además de despojar a familias de sus hogares y cultivos, la invasión pone en peligro su capacidad de usar el bosque para obtener alimentos, medicinas ancestrales y materiales de construcción, así como su vida espiritual y su propia forma de ser (teko). Además, es una violación directa de una ley ambiental que prohíbe la deforestación en la mitad este de Paraguay.
“Para nosotros es terrible que destruyan los árboles. Les rezamos a los árboles y les hablamos antes de tocarlos. Estos desconocidos vienen y lo destruyen todo sin el menor remordimiento”, dijo en guraní Nora Rosati, dirigente de Yvy Ptye, desde su casa en la comunidad. “Nos duele porque los árboles son como nosotros, ellos sienten”.
“Las instituciones deben respetarnos”
La comunidad ha presionado constantemente a las instituciones estatales para que sus derechos sean garantizados, presentando numerosas denuncias judiciales, entre ellas un informe sobre las características genocidas de la invasión que destroza Yvy Ptye.
Los líderes de la comunidad batallan sin descanso con una burocracia asfixiante que se complica aún más por la exclusión del guaraní —hablado por los Paĩ Tavyterã y la mayoría de la población paraguaya— a pesar de su condición de lengua oficial.
Sin embargo, instituciones como el Instituto Paraguayo del Indígena (INDI), responsable de los asuntos relacionados con las comunidades indígenas y crónicamente desfinanciado, se han mostrado muy poco receptivas. En repetidas ocasiones, el INDI se ha mostrado renuente e inquietantemente lento para movilizar a su personal desde su sede en la capital, Asunción, hasta Yvy Pyte.
“Las instituciones, la gente del INDI, nos han engañado muchas veces. No nos respetan; es hora de que nos respeten”, dijo Rosati.
Los retrasos de las respuestas oficiales han favorecido a los invasores, quienes han podido conseguir respaldo legal para sus documentos falsificados sin interrumpir la destrucción.
La violación de los derechos indígenas sobre la tierra es un problema generalizado en Paraguay. A pesar de las garantías constitucionales, más de la mitad de las aproximadamente 500 comunidades indígenas del país (pertenecientes a un total de 20 pueblos indígenas) carecen de tierras o las ven amenazadas. Además, recientemente se aprobó una ley que facilita los desalojos de comunidades vulnerables, lo que desató una oleada de expulsiones violentas por parte de fuerzas estatales en beneficio de personas y empresas poderosas.
En comunidades como Yvy Pyte, las amenazas actuales forman parte de una historia de lucha mucho más larga por proteger su territorio frente a la violencia y la negligencia de parte de las autoridades de gobierno. La comunidad lleva décadas batallando para recibir escrituras de propiedad de todas las once mil hectáreas reconocidas legalmente como parte de su territorio. Aun así, la invasión en curso se está produciendo en una zona sobre la que la comunidad sí tiene escrituras.
“Es una lucha histórica que empezó en los años 40 y 50, cuando tuvimos el primer contacto con el gobierno paraguayo”, dijo Brítez desde su casa en Yvy Pyte. “Cuando comenzó nuestra relación con el Estado, empezaron nuestros problemas con las tierras, y hasta el día de hoy no se han resuelto”.
El marcado racismo institucional hacia los pueblos indígenas fue puesto en evidencia por la reacción ante el asesinato de Benítez Vargas, quien fue asesinado por otro hombre indígena que vivía en la comunidad. Aunque los miembros de la comunidad afirmaron en repetidas ocasiones que el asesinato había sido orquestado en respuesta a su resistencia a la invasión de tierras, la policía informó que el crimen había sido el resultado de una pelea de borrachos entre hombres indígenas.
Ésta ha sido una característica recurrente de la invasión: los invasores se han esforzado por enemistar a los miembros de la comunidad entre sí y destruir sistemáticamente el tejido social. Han hecho esto mediante una serie de tramas engañosas, información falsa y aprovechándose de las necesidades extremas de las familias. Este nivel de intriga convierte la invasión en un ataque sin precedentes contra la comunidad, permitiendo a las instituciones considerar los trágicos sucesos como un simple conflicto interno.
Resistencia colectiva, ñomogueta porã
Ante estos problemas internos y externos, los miembros del Yvy Pyte han demostrado una decidida resistencia a las invasiones. Aunque los peligros que los rodean hayan limitado sus estrategias, y mientras sigan sin el apoyo de instituciones estatales, continúan la lucha con gran esfuerzo y grandes costos —a veces hasta arriesgando sus propias vidas.
“Nuestra lucha es colectiva. La basamos en un diálogo para llegar a un acuerdo interno: ñomogueta porã [dialogar bien]”, dijo Rosati.
Estos diálogos normalmente ocurren en las redes de comunicación de las comunidades. A pesar de que la mayoría de la gente de Yvy Pyte no tiene teléfonos inteligentes, sí tienen un flujo de información notable con el cual se comunican sobre eventos y acontecimientos a través de llamadas telefónicas o reuniones presenciales. Niños y niñas también forman parte esencial de estas redes de comunicación, y las líderes comunitarias suelen llevar sus observaciones a las asambleas.
Las asambleas funcionan como espacios para tomar decisiones colectivas por consenso. Cada hombre y mujer tiene la oportunidad de hablar y expresar su opinión, mientras los niños y niñas escuchan con atención como parte de su educación social. Es un espacio para fortalecer el teko de la comunidad.
Rosati también mencionó que la comunicación con grupos y organizaciones fuera de la comunidad es de gran importancia: “Tenemos una red que nos apoya en la lucha”, dice. “Eso nos motiva mucho”.
Los líderes de Yvy Pyte han participado en juntas con el pueblo indígena Kaiowá, sus parientes cercanos al otro lado de la frontera de Brasil. También tienen el apoyo de la Federación por la Autodeterminación de los Pueblos Indígenas (FAPI), ONGs paraguayas y ONGs internacionales como Cultural Survival (Supervivencia cultural).
Dentro de las asambleas el pueblo toma decisiones para la protección de sus tierras. Esto incluye la organización de las patrullas conformadas por hombres de la comunidad para supervisar las condiciones del territorio. Estas patrullas son limitadas por el peligro extremo de las invasiones armadas y por el costo del petróleo que usan para sus motos y motosierras.
Ante la ausencia de esfuerzos del gobierno para reparar el daño físico y ambiental que ha sufrido la comunidad, los habitantes han tomado medidas contra la infraestructura construida por los invasores. En varias ocasiones han quitando las cercas que instalan sin permiso los invasores, sólo para encontrar después que fueron colocadas de nuevo y que sus propias rejas fueron removidas.
“Hemos puesto letreros prohibiendo la entrada a nuestro territorio: los invasores los quitaron todos. Ya han destruido nuestra reja ocho veces este año”, dijo Brítez. “Los líderes han recibido amenazas y los niños están espantados”, dijo, reflexionando sobre el peligro que enfrenta su comunidad. “Nos preocupa que la impunidad signifique más despojo”.
Los habitantes de Yvy Pyte también se preocupan por lo que estas invasiones significan para el futuro de los Paĩ Tavyterã.
“Esto puede pasar en otros lugares: la falta de justicia está creando un precedente terrible. Hasta el monte sagrado de Yvy Pyte, Jasuka Venda, está en peligro”, dijo Rosati. “Tenemos que detener lo que está pasando aquí para protegernos a todos”.
Para Brítez, la lucha es vital para garantizar la continuación de la presencia milenaria de los Paĩ Tavyterã en Yvy Pyte.
“Queremos que las futuras generaciones vean que les dejamos algo… la tierra, los bosques, para que puedan vivir en paz y para que puedan vivir bien según el teko,” dijo.