En la CDMX, ‘el barrio se está juntando’
Reportaje • María José López • 10 de noviembre, 2023 • Read in English
La noche del domingo 16 de julio, decenas de miles de motociclistas viajaron desde muchos puntos para congregarse en una esquina de la colonia Buenos Aires, en la zona central de la Ciudad de México.
En ese barrio, conocido por ser un epicentro de la venta de autopartes robadas, Eme Malafe dio un concierto histórico sobre la azotea de un supermercado Bodega Aurrerá. La rodada motociclista y el concierto fueron convocados bajo la consigna “Todos Somos Un Solo Barrio”.
Esa rodada-concierto fue la segunda que organizó el músico mexicano Martín Geovanni Aldana Cervantes, que usa el nombre artístico Eme Malafe. La primera fue el 5 de marzo de 2021, de mucho menor tamaño, pero con peores consecuencias: alrededor de 300 detenidos, 130 vinculados a proceso y cientos de personas golpeadas. Organizar un evento masivo del barrio, para el barrio, en el barrio, no es cualquier cosa.
“Ni siquiera estábamos yendo a pelear nada… públicamente. Es de, ‘mira ese carnal, pues también es del barrio igual que yo, también está jodido, también le esté echando huevos por sacar a su familia adelante’”, me dijo Eme Malafe en una entrevista en el Centro Nacional de las Artes, donde toma clases de música. “Ésa era la consigna del Todos Somos Un Solo Barrio, que la banda se eche la mano y no que se ponga el pie”.
Todos quieren ser del barrio hasta que toca ser del barrio
A pesar de que los barrios populares de todo México permanecen en condiciones de desigualdad, despojo y pobreza, sus símbolos, códigos y expresiones son cada vez más prominentes en la cultura.
Algunos de los exponentes musicales más importantes del país salieron de barrios populares, como El Bogueto, de Neza, y El Malilla, de Valle de Chalco, ambos en el Estado de México; Bellakath, de la Agrícola Oriental, en la capital; o Santa Fe Klan, de Santa Fe, en la capital del estado de Guanajuato.
Eme Malafe creció en la colonia Morelos, a unas cuadras del Zócalo de la capital. Ahí se encuentra el barrio bravo de Tepito, conocido en todo el país por ser una de las centrales más importantes de comercio ambulante, y también por la inseguridad y la violencia que viven sus habitantes. A partir de los años 70, los cambios económicos anteriores a la neoliberalización empezaron a deteriorar aún más al barrio.
La creación musical no figuraba en la crianza de Eme Malafe. Llegó a ella durante la universidad, cuando empezó a combinar su interés por la escritura y la improvisación con su gusto por la música, hasta que compuso una canción sobre la comunidad de los arrancones, “Pa’ correr nacimos”.
Desde ahí, expandió su rango musical desde el hip hop hasta la salsa, el merengue, el corrido y el reggaeton; él define su música como una “fiesta del barrio de la Ciudad de México”. En toda su obra, retrata las fuertes realidades y resistencias de quienes viven y mueren en contextos tan difíciles.
Desde hace 10 años, un nuevo fenómeno comenzó a asolar a los comerciantes de Tepito: el cobro de piso y las lógicas de control de territorio de los grupos delictivos, inflamadas desde el comienzo de la “guerra contra las drogas”.
A pesar de que el tejido social está precarizado, ser parte del barrio nunca fue tan atractivo. Hoy día, hay empresas que ofrecen tours para que visitantes extranjeros recorran los barrios “feroces” del centro de la ciudad, incluso entrando a observar vecindades.
“Siguen proliferando películas, series de televisión y novelas en las que han tomado a Tepito de escenario para contar historias que refuerzan estereotipos sobre las y los tepiteños”, me dijo Pedro Joaquín, un joven comerciante y actor que se crió ahí. “Es muy fuerte reconocerlo como actor que conoce las vivencias del barrio y ver cómo son representadas de forma exacerbada y caricaturizada”.
Joaquín es colaborador de la 5º edición del Festival de Cine de Barrio (FECIBA), que se realizará del 21 al 26 de noviembre en los barrios contiguos de Tepito, La Merced y Peralvillo, con la intención de hacer del cine una verbena popular, accesible para comunidades excluidas por la industria cultural. “Me parece triste que los productores y directores tengan una visión tan reduccionista y morbosa del barrio para limitarse a contar sólo historias violentas o sobre narcotráfico”, me dijo tras acompañarlo en una jornada de grabaciones con sus compas comerciantes para el cineminuto promocional del festival. “Tepito es mucho más que eso”.
El FECIBA se aleja mucho de las convenciones del glamour de las alfombras rojas. “Apuesta por acercar el cine hecho por cineastas de barrio o que aborda temáticas de barrio, que pocas veces tiene la posibilidad de ser visibilizado, en un barrio diferente cada año”, dijo Joaquín. En anteriores ediciones, el festival se ha realizado en Tláhuac, Iztapalapa, Xochimilco y Neza, en la zona metropolitana de la Ciudad de México. “Justo llega a Tepito en un momento en el que el barrio está transitando una etapa de exotización y gentrificación muy cabrona”.
Crecer con el barrio
Susana Meza, integrante de la compañía de teatro del colectivo Tepito Arte Acá, ha trabajado desde 1995 por desbaratar las anclas que separan a los habitantes del barrio de las artes.
“Con el trabajo continuo hemos hecho muchas iniciativas aquí, tanto funciones como talleres en las calles, en escuelas y en espacios como éste” dice. Se refiere a Peralvillo 22, la unidad habitacional en la colonia Morelos, donde la entrevisté en octubre. Ahí se sostiene el proyecto colectivo Isla de Paz, un patio con juegos infantiles y actividades continuas educativas, lúdicas y artísticas, procurado por mamás, abuelas y tías que viven ahí.
En enero de este año, niñas y niños de Tepito presentaron en el Centro Cultural del México Contemporáneo las obras que crearon en un taller de grabado facilitado por Tepito Arte Acá. “Los chavitos se vieron a sí mismos ya no como el que recibe sino el que expone, el que tiene el reflector”, me dijo Meza.
Eme Malafe tiene muy presentes a los niños y jóvenes al crear su música, sus videos musicales y sus eventos. Aunque en su arte explora situaciones violentas, actos delictivos, armas y muerte, él tiene muy claro cuál es el fondo de sus mensajes. “El objetivo de Todos Somos Un Solo Barrio era que se sintieran orgullosos de que pertenecen a un barrio, que ya no se escondieran, que ya no quisieran ser el fresa que nunca van a ser”, dijo.
Después de 6 años en el medio, Malafe está satisfecho porque siente que su música y las actividades que organiza sí llegan con el público joven con quien busca conectar.
“Yo sé por dónde sí puedo llegarles a los morros y por dónde no”, dice el músico. “Cada que se cierra un ciclo escolar, me llegan un chingo de mensajes de morros… con la foto de su certificado, diciendo 'mire carnal, salí de la escuela, sí lo logré, oye carnal, te dedico mi diploma’”.
Bajar y no subir
Ante el embate de la gentrificación, la criminalización y el silenciamiento, los habitantes de los barrios de todo México están volteándose a ver entre sí, amplificando sus voces. “Ahora es el momento de que las personas que habitamos las calles del barrio seamos los autores de nuestras historias, en donde realmente podamos manifestar nuestras inquietudes, problemáticas que nos atraviesan, así como nuestra propia visión del mundo”, reflexiona Joaquín.
Para estos proyectos cultivados en el centro de la Ciudad de México, cualquier esfuerzo que busque incidir en el barrio tiene que trabajarse desde abajo, subvirtiendo las lógicas individualistas y extractivistas que ya conocen demasiado bien.
“El Festival de Cine de Barrio cuenta con talleres y seminarios de exhibición y accesibilidad del cine a comunidades y poblaciones vulnerables”, dijo Joaquín. “Por ejemplo, está el ‘Seminario de exhibicionistas de barrio’, para personas con proyectos de cineclubs o que están en vías de crearlos, o el taller ‘Dirigir la mirada’, que capacita a los interesados en la escritura y la grabación de audiodescripción, mediación cultural y lingüística en Lengua de Señas mexicana, para hacer las películas accesibles a personas con discapacidad y de la comunidad sorda”.
Para Eme Malafe, una estrategia crucial para convocar a personas de tantos barrios diferentes sin desatar conflictos entre ellas fue dirigirse a otro sector estigmatizado de la sociedad mexicana: los motociclistas.
“Entre la banda que anda en moto hay una costumbre de que cuando tú ves a alguien tirado en la moto, te paras y le dices, ‘Carnal, lo empujo. ¿En qué le ayudo? ¿Le falta gas?’ Te nace, porque te ha pasado”, dice. “Estamos en un momento histórico en el que las motos son muy mal vistas. Fue cuando le empezamos a dar una cara más chida a andar en moto. ¿Por qué hay un sector al que no le da gusto que haya weyes unidos?”
Abonar al propio reconocimiento y celebración de las personas de los barrios es, en la visión de Eme Malafe, lo más importante para empezar a crear una forma diferente de relacionarse, de gozar y de vivir.
“No tenemos un chingo de oportunidades pero, ¿cuáles sí tenemos? ¿Para qué sí somos chingones?” preguntó Malafe. “Vamos a celebrar de dónde somos, y que estos weyes se den cuenta de que podemos pasarla chido juntos’”.