Agua, lucha y vida en el sur de la CDMX
Reportaje • Pablo Pérez Garcia • 6 de diciembre, 2024 • Read in English
El dos de diciembre hubo un encuentro concurrido en la Casa del Pueblo Tlamachitloyan, al sur de la Ciudad de México, para hablar, escuchar música en vivo y compartir una deliciosa comida. Esa fue la manera de conmemorar una golpiza: se cumplían dos años del día en el que más de 300 policías reprimieron a los habitantes de San Gregorio Atlapulco, pueblo originario xochimilca, para romper el bloqueo con el que detuvieron la instalación de un sistema de tuberías destinado a extraer agua de su comunidad para surtir la zona más urbana de la ciudad.
Es difícil recordar que este pueblo es parte de la capital, a pesar de que durante el largo camino en metro, tren ligero y autobús que suele tardar más de una hora y media desde el centro de la ciudad nunca se deja de recorrer calles de alto nivel de tráfico. Pero al llegar aquí se baja la velocidad y, tras subir las largas y pesadas escaleras del cerro Moyotepec, se aprecia la vista de la Casa del Pueblo que domina todo el valle de Anáhuac, de un lado las lagunas y canales y del otro los verdes cerros.
Para los chicuarotes, como se conoce a los pobladores de San Gregorio Atlapulco, la celebración es un capítulo más de una larga historia de resistencia. En su memoria del pueblo, escrita en 1957, el profesor Sóstenes Chapa lo llamó un “Pueblo que nació luchando por sus tierras y ha vivido defendiéndolas”. Narra cómo se defendieron de “las vejaciones a la tierra” del hacendado español Juan Merodio en 1595.
Hoy la lucha de San Gregorio está igual de viva. Luchan por el agua, contra la turistificación, contra los procesos de urbanización que pretenden dejar de lado la vocación agrícola de un pueblo que produce 30 toneladas de vegetales diarias pero que corre el peligro de quedarse sin agua en los canales que hacen famoso mundialmente a Xochimilco.
Lo que para los turistas es una atracción es en realidad una obra de ingeniería agrícola que enorgullece a los chicuarotes. Dicen que las chinampas son su manera de relacionarse con el humedal, una técnica prehispánica de cultivar en islotes artificiales aprovechando las propiedades del fértil cieno del fondo de los canales. Ahora muchas chinampas están abandonadas por la falta de agua o porque los hundimientos causados por la sobreexplotación las han inutilizado.
Una cara de esta lucha es la Casa del Pueblo Tlamachitloyan, antes la biblioteca comunitaria Adolfo López Mateos. El edificio se construyó por iniciativa de la comunidad hace más de cincuenta años pero quedó abandonado tras el sismo del 2017, cuando la alcaldía de Xochimilco comenzó su reconstrucción.
Tras la represión del 2022, el entonces Jefe de Gobierno interino de la CDMX Martí Batres se comprometió a entregarlo de nuevo a la comunidad pero comenzó a ser promocionada como parte del programa turístico de Pueblos Mágicos. Llenó los pueblos de los alrededores de grandes letras de colores letreando los nombres de los lugares y promoviendo la llegada de viajeros de todo el mundo, haciendo de la vida diaria de los Xochimilcas una atracción turística.
Autonomía y agua
Hortensia Telésforo es maestra normalista y parte de la Asamblea General Permanente del Pueblo de San Gregorio Atlapulco que organizó el plantón a finales del 2023 para recuperar la biblioteca. Para ella el concepto gubernamental de pueblos mágicos, más que un impulso turistificador, es una broma de mal gusto.
“Viene Jose Carlos Acosta [entonces alcalde de Xochimilco] a decirnos que somos pueblo originario” dijo Telésforo. “¿Quién se cree él? Lo que representan estas letras no es más que una burla cuando tenemos un problema de aguas negras desde hace más de 30 años invadiendo nuestros canales y chinampas, que es lo más valioso de nuestro pueblo”.
A partir de la recuperación de la Casa del Pueblo, la alcaldía de Xochimilco, de extracción morenista, puso una demanda por despojo en contra de Telésforo en diciembre del 2023. La población de San Gregorio se manifestó para exigir que los cargos fueran retirados, lo que desembocó en una nueva represión por individuos protegidos por la policía local el 6 de septiembre del 2024. No solo no hizo nada por detener la agresión, sino que terminó deteniendo a cuatro miembros de la Asamblea y una periodista, acusándolos de agredir a empleados de la alcaldía. Posteriormente la policía capitalina golpeó a más de diez personas que protestaban por la detención. Todos los detenidos fueron liberados esa misma noche pero se les fincaron cargos judiciales a los cinco primeros por delitos inexistentes, como “motín”, y acusan que fueron golpeados al interior del Ministerio Público de Tlalpan.
El corazón del conflicto es que los políticos morenistas se niegan a que la comunidad administre el espacio público. Piden que sea alguien del pueblo bajo la figura de coordinador, pero empleado de la alcaldía. Eso no es aceptable para los miembros de la Asamblea, que lo ven como una medida que coarta su autonomía.
“No es porque estemos en contra de la alcaldía”, continúa Telésforo durante una entrevista en la Casa Del Pueblo. “Si nuestra historia tiene esa visión [comunitaria]... lo menos que podemos hacer nosotros como atlapulquenses es retomar esas posibilidades que nos dieron un auge como pueblo… Éramos un pueblo rico y poco a poco, desde que se llevaron el agua, ya aparecemos en las estadísticas como zona de pobreza”.
Inevitablemente la discusión vuelve al agua, presente siempre en la vida de los habitantes de Xochimilco.
Faena, cultura y lucha
La última protesta se llevó a cabo 21 de noviembre a unos metros de la pirámide de Tulyehualco dónde la empresa pública Sistema de Aguas de la Ciudad de México (SACMEX), que extrae de Xochimilco casi el 70 por ciento del agua que se usa en la Ciudad de México, taladró un pozo para un supuesto mantenimiento. Al pie de la carretera, Sócrates Galicia empuñaba un megáfono para expresar el descontento de los vecinos ante la perforación que se realizó sin consultar a la comunidad, como el gobierno de la Ciudad de México acordó en 2022 que debía hacerse cualquier obra.
“Realmente las tuberías siempre están direccionadas a la ciudad de México”, explica Galicia al finalizar la protesta. “Nunca hacia los barrios o los pueblos que no tienen agua”.
Galicia además de chicuarote es chinampero, agricultor especializado en la tecnología ancestral que aprovecha el uso del agua y la fertilidad del cieno de los canales de Xochimilco para producir gran parte de los alimentos que consume la ciudad de México.
“He percibido qué se siente sembrar, qué se siente comer los productos de donde los obtengo y es gracias a mi trabajo que sé qué se siente dialogar de alguna forma con la vida que nos rodea”, explica Galicia. “Yo la veo al agua no como un recurso natural sino como un ser vivo que merece ser tratado con respeto y tiene que ser defendido y creo que esa es nuestra labor”.
Galicia es parte de la Asamblea y también de la Casa del Pueblo, donde imparte un taller de música. Las actividades culturales de este espacio comunitario son impartidas de manera voluntaria, un poco como la faena, esa labor comunitaria en la que productores y vecinos se reúnen para habilitar una chinampa o preparar un canal para que resista la temporada de secas. Hay faena de trabajo en el campo y faena cultural en la Casa del Pueblo para reforzar los lazos de la comunidad.
“No nada más es una defensa para nuestro territorio”, dice Galicia. “Es una defensa para las generaciones venideras.”
Contra el saqueo
Como muchos vecinos de Atlapulco, Juan Galicia (quien no tiene relación con Sócrates) está consciente de que la lucha por el agua no es nada nuevo para su comunidad. Hablamos junto a una pipa de agua en la que un vecino escribió con pintura negra: “no es sequía, es saqueo”. Cita con seguridad los antecedentes históricos que indican que desde 1900 se ha extraído agua indiscriminadamente de las reservas bajo sus tierras familiares.
“Antes bajábamos costales de maíz, frijol, haba, toda esa siembra que se hacía servía para contener el agua de lluvia”, recuerda. “Había sembrados como marcas de propiedad magueyes, se producía pulque, se trabajaba en terrazas, todo eso es un sistema integral para la recuperación de los mantos acuíferos, hoy en cambio tenemos erosión”.
Galicia, que lleva toda su vida viviendo en San Gregorio Atlapulco, culpa a la falta de respeto a los ciclos naturales del agua por los hundimientos, la sequía y otros daños que se perciben en todo el territorio del pueblo. Daños que asegura afectan a la población más allá de lo económico, también en aspectos fundamentales para su identidad como es el cultivo de las chinampas.
“De esas 30 toneladas [de vegetales] que producimos diariamente para la central de abastos, calculo que son la producción de alrededor del 10 o 15 por ciento de las chinampas que están funcionales”, dice Juan Galicia. “Ya muchas no producen porque media chinampería está hundida, por esos hundimientos causados por la extracción indiscriminada del agua.”
Entre las exigencias que, dice, ha repetido durante años a las distintas autoridades está la de no extraer más agua de la que se capta en temporada de lluvias. Entre sus propuestas concretas es que por cada pozo que se perfore primero se haga un “pozo de recarga”, un sistema diseñado para promover la infiltración de las aguas de lluvia al manto freático para de esa manera asegurar las reservas de agua.
“Por supuesto que no estamos en contra del uso del agua” dice Galicia. “Estamos en contra del saqueo indiscriminado y que a nosotros nos la quiten”.