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Silvia Federici: Desafiar la trampa de los cuidados

Imagen de Hannah Matthews por Ojalá.

Entrevista • Verónica Gago y Silvia Federici • 24 de marzo 2023 • Read in English

Apenas unas semanas después de que, en enero, más de 7,000 enfermeras ganaron su huelga exigiendo mejores condiciones laborales en dos hospitales de Nueva York, la investigadora y activista Verónica Gago se sentó junta con Silvia Federici. Hablaron sobre el trabajo de las mujeres y del trabajo reproductivo, las trampas de etiquetar el trabajo de las mujeres como trabajo de cuidados, y la necesidad de construir estrategias no punitivas para la justicia dentro del movimiento feminista.

Esa es la segunda parte de su conversación. Lee la primera parte aquí.

Verónica Gago: Creo que podemos decir que una de las principales cuestiones en el movimiento es la cuestión del trabajo, y especialmente el trabajo reproductivo, que fue posible por la práctica colectiva de la huelga feminista. Mencionaste la reciente huelga de enfermeras en Nueva York, ¡y su victoria! 

También está surgiendo un debate en torno a la palabra ‘cuidados’. ¿Puedes explicar un poco más qué significa esto? ¿Qué piensas sobre la cuestión del trabajo como parte del movimiento feminista?

Silvia Federici: La lucha de las enfermeras ha sido emblemática. Es una lucha especialmente importante porque es una lucha sobre el terreno de la reproducción, que tradicionalmente ha sido visto por el movimiento revolucionario como un terreno sobre el que no se puede construir poder anticapitalista.

Esta lucha ha encontrado grandes obstáculos debido al chantaje que se ha ejercido contra las enfermeras, que es también el chantaje contra todas las mujeres que trabajan en el hogar. El chantaje consiste en la idea de que si tú retiras tu trabajo, vas a lastimar a las personas más cercanas a ti o vas a hacer daño a las personas a tu cargo.

Esta ha sido una herramienta muy poderosa para sofocar la lucha de las mujeres en el hogar, y de las enfermeras en los hospitales. Y las enfermeras han podido romper con esto, se han negado a ser chantajeadas. Han dejado de trabajar y han exigido mejores condiciones para ellas.

Al aumentar las horas de trabajo y reducir la compensación, los patrones han producido una situación en la que toda la fuerza de trabajo está agotada y con más probabilidades de no poder prestar los servicios que se necesitan.

Desmitificar esto es parte del trabajo que intentamos hacer en la campaña de salarios por el trabajo domestico. El trabajo que las mujeres hacen beneficia sobre todo a los empleadores. Negarse a hacer ese trabajo y rechazar las condiciones que nos imponen es una forma de limitar la reproducción de las personas como trabajadores explotables.

Quiero añadir que la lucha de las enfermeras no es la única lucha. A nivel internacional hemos visto desde hace años, particularmente en España, la construcción del movimiento de trabajadoras del hogar. Es un movimiento internacional que ahora se está volviendo realmente organizado.

Muchas de ellas son inmigrantes y luchan en condiciones especialmente precarias. Aquellas que viven con una familia, cuya libertad está muy limitada, viven una explotación sin fin. Aun así, sus movimientos se están expandiendo y han logrado cambios en las leyes internacionales, como el famoso Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo, que básicamente dice que las trabajadoras del hogar tienen el derecho a los mismos beneficios que cualquier otro trabajador, como una jornada laboral regular con pensión, vacaciones, y demás.

Esta es mano de obra de mujeres que están siendo explotadas y que, al mismo tiempo, han sido capaces de construir un movimiento y convertir su explotación en poder.

Todavía necesitamos un mejor análisis de la genealogía del concepto de trabajo de cuidados.

Es un concepto que sé que nunca usamos en los años 70. Muchas organizaciones de trabajadoras del hogar lo han usado para demostrar que el trabajo que hacen—particularmente con las infancias—no sólo es trabajo físico, sino que tiene implicaciones más amplias.

Hay debate sobre esto. Una de los aportes más importantes en Estados Unidos es el de la feminista negra Premilla Nadasen, que escribió una crítica del concepto de trabajo de cuidados. Sostiene que usar el término trabajo de cuidados en relación al trabajo de las trabajadoras del hogar resta importancia a los derechos laborales de las mujeres. 

Existe un llamado para que ellas tengan derechos, para que no sean tan explotadas porque realizan trabajos de cuidados, no porque son trabajadoras y tienen derechos laborales.

Nadasen dice, primero, que el concepto ‘cuidado’ resta reconocimiento a sus derechos laborales y, segundo, que impone una nueva carga a las mujeres trabajadoras. No basta con que estas mujeres hagan el trabajo, sino que además se espera que trabajen con una disposición emocional particular.

Ella argumenta que este es un mal uso del concepto de cuidado y que tenemos que ser muy cuidadosas al usar ese término. Ha trabajado mucho sobre la historia de las trabajadoras domésticas en Estados Unidos, particularmente las trabajadoras del hogar negras. Hablar de ellas como cuidadoras es decir que son mujeres que serán reconocidas solo porque tienen un apego emocional a las personas para las que trabajan.

Pienso que en el mundo post-Covid, la crisis de mujeres que hacen trabajo reproductivo tanto en el hogar como en las instituciones—como las enfermeras que arriesgan sus vidas en el trabajo— se volvió más visible.

Ahora muchas de ellas se van a huelga porque les indigna lo que han visto y cómo las han tratado, y cómo se trató a la gente en los hospitales.

VG: Otro tema central es la cuestión de la justicia y la justicia reproductiva. Es importante tratar el problema de la reacción negativa al feminismo y cómo se relaciona con la idea del punitivismo. ¿Cómo pueden las demandas de justicia del movimiento feminista evitar contribuir a la expansión de “soluciones” basadas en el castigo?

SF: La cuestión de la justicia reproductiva es muy, muy importante.

En Estados Unidos, la Suprema Corte ha eliminado el precedente legal Roe contra Wade, pero este es el último acto de un largo, largo, largo proceso que tiene muchos elementos, muchos episodios y muchas etapas.

El asesinato de médicos que practican abortos, la introducción en estado tras estado de legislación para restringir el derecho al aborto... Incluso antes de que interviniera la Suprema Corte, en muchos lugares el aborto ya era inexistente. Se creó un movimiento que ha perseguido a las mujeres que buscan abortar, con personas que van a la puerta de las clínicas gritando “asesinato asesinato asesinato”.

La cuestión del aborto en la historia del capitalismo está conectada con la cuestión de la construcción de la fuerza de trabajo. El estado se atribuye el derecho a controlar el proceso de procreación, a fin de forzar a las mujeres a reproducirse y a garantizar un número adecuado de trabajadores.

En años recientes hemos visto también otro aspecto de esto. Hoy tenemos una clase capitalista internacional que tiene a su disposición muchos más trabajadores que, por ejemplo, en el siglo 16, debido a que muchísimos han sido expulsados de sus tierras, desencadenando movimientos migratorios masivos.

Hoy la disponibilidad de la fuerza de trabajo es mucho más amplia. Y entonces vemos la otra función del aborto y del control estatal de la procreación de los cuerpos de las mujeres, la conducta de las mujeres, que tiene que ver con la cuestión de la disidencia sexual.

Negar el aborto implica disciplinar los cuerpos y la sexualidad de las mujeres. Es un poder que se otorga a los hombres. Los hombres se convierten en policías de los cuerpos de las mujeres.

No podemos luchar con eficacia por el aborto si no luchamos también por el derecho de las mujeres a tener hijos.

En Estados Unidos, hemos visto que la negación de la maternidad ha sido tan poderosa como la negación del aborto, especialmente para las mujeres negras, a quienes desde la esclavitud hasta el presente se les ha negado la maternidad. Hoy, para una mujer negra, especialmente una mujer negra pobre, embarazarse es un riesgo. Corre el riesgo inmediato de ser arrestada, encarcelada y perseguida.

Se ha creado un sistema de vigilancia que conecta hospitales, médicos y enfermeras con la policía, de modo que si algo parece anormal durante los procedimientos médicos que atraviesa una mujer embarazada, ella corre el riesgo de ser criminalizada.

Muchos estados han legislado algo que se conoce como leyes de protección fetal. Algunos han llegado al extremo de decir que, desde el momento en el que estás embarazada, puedes deducir el embarazo de tus impuestos.

Es muy importante evitar caer en la posición de algunas mujeres en los años 70, cuando las feministas declararon precipitadamente que el derecho al aborto era el derecho a decidir. Necesitamos decidir en el ámbito de la reproducción. Decidir significa poder tener hijos y poder no tenerlos. El auténtico control de nuestros cuerpos es la posibilidad de hacer ambas cosas.

Sobre la cuestión del punitivismo, creo que este es otro problema fundamental en el movimiento de las mujeres.

Durante la primera fase del feminismo en Estados Unidos, la respuesta a la violencia contra las mujeres fue exigir penas más severas [para los agresores]. Cada vez es más claro que las penas severas siempre aplican contra las personas que ya son vulnerables: personas negras, inmigrantes y personas ya sobreexpuestas al encarcelamiento y a la brutalidad policial.

Alejarse del punitivismo es un gran avance que impulsaron las mujeres negras, que experimentaron de primera mano el efecto de las políticas punitivas en sus comunidades. Las mujeres negras han entendido desde siempre lo que hace la policía y lo que hace el supuesto sistema de justicia. Ahora esa conciencia se está expandiendo, gracias al trabajo que las feministas negras han hecho.

Ahora tenemos un movimiento abolicionista, un movimiento abolicionista feminista, que lucha por abolir las cárceles y prisiones y abolir la policía. Me parece que la próxima tarea es construir alternativas, construir formas de justicia basadas en la comunidad.

Traducción por María José López.