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La oscuridad me persigue

Anochecer en Quito, Ecuador. Octubre de 2024. Foto © Dawn Marie Paley.

Opinión • Lisbeth Moya González • 17 de enero, 2024 • Read in English

El sistema energético cubano colapsó en la mañana del 18 de octubre, dejando el país sin electricidad. En una isla a oscuras, como tantas otras veces, los cubanos tuvieron que encontrar soluciones creativas para seguir viviendo, como cocinar con carbón o dormir en los portales de sus casas para soportar el calor. Actualmente los cortes son intermitentes y no se sienten en La Habana con la misma frecuencia que en las provincias. El apagón nunca se ha ido del todo y los cubanos saben que la oscuridad puede volver en cualquier momento. 

En los Andes no hace tanto calor. Quito a oscuras es más soportable, excepto por el sonido de los generadores eléctricos que parece adueñarse de la ciudad. El 19 de junio de 2024 marcó el comienzo de la actual crisis eléctrica, cuando Ecuador vivió el primer apagón nacional desde 2016. Al día siguiente el gobierno declaró una emergencia nacional, porque Colombia había dejado de vender energía al país. 

A finales de julio la crisis se agudizó porque inició la sequía y comenzaron a reducirse los principales embalses que proveían al país energía hidroeléctrica. A mediados de ese mes volvió la emergencia nacional con cortes de al menos cinco horas diarias. Los apagones se convirtieron en ciclos de 8 a 12 horas al día a nivel nacional durante los últimos tres meses del año.  

Además del cese de la venta de energía de Colombia y la sequía, a las causas de la crisis se suma la falta de mantenimiento a las hidroeléctricas y la falta de previsión para invertir en fuentes alternativas de energía. El 17 de noviembre Colombia retomó la venta de energía a Ecuador. No obstante, la crisis está muy lejos de resolverse de manera definitiva. 

Soy una cubana que escribe desde Quito con un tiempo prestado. Hoy tenemos electricidad las 24 horas del día, pero estamos a la espera de noticias para saber cuándo comenzará nuevamente la “vida atípica” en que los horarios de todos dependen de la falta de electricidad. 

Ecuador a oscuras

Los apagones en Quito y La Habana hacen que una migrante tenga que ingeniárselas para hablar con su familia. Cuando vivía entre dos ciudades a oscuras, la posibilidad de comunicación con mis padres y amigos se redujo a unos minutos a la semana. 

Todavía tengo algunos recursos: una cocina que funcione con gas, una lámpara recargable y baterías para mantener cargados equipos como el router, la computadora o el celular. Si a ello se le suma la ausencia del calor asfixiante que envuelve a Cuba, es más fácil sobrellevar. Pero el apagón en Quito es más solitario y en él te invade el miedo a ser víctima de la violencia

A oscuras, el miedo cala en el estado de ánimo de la gente. El resultado es el vaciamiento del espacio público, lo cual hace que transitar por la ciudad sea más peligroso. 

El fallo del sistema electroenergético y la violencia no son las únicas crisis que vive hoy el Ecuador. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), el desempleo en Ecuador ascendió al 3.7 por ciento en noviembre de 2024, dos por ciento más que lo reportado en ese mismo mes el año anterior. En un país donde el mercado laboral se encuentra estancado, la crisis energética significó pérdidas para la economía nacional de 13 millones de dólares por hora.

Ecuador se encuentra desde el 5 de enero en campaña electoral, que se extiende hasta el 9 de febrero de 2024, cuando las y los ecuatorianos decidirán en las urnas quién será su nuevo presidente. En esta etapa de campaña electoral se siente cierta calma y los apagones parecen haber quedado atrás. Sabemos que una nueva crisis energética afectaría aún más la imagen política del actual presidente, Daniel Noboa, que apuesta por la reelección. 

Encuestas coinciden en que los apagones y la desaparición forzada y la masacre de los cuatro niños de Las Malvinas, Guayaquil a manos de miembros de las Fuerzas Armadas, hicieron caer diez puntos la intención de voto respecto a Noboa. 

Años sin luz

Si sumo todas las horas que he vivido sin electricidad a lo largo de mi existencia en Cuba y en Ecuador, el resultado serían algunos años. 

Nací en 1996, en pleno Periodo Especial en la isla. La caída del muro de Berlín en 1989 trajo una época oscura, ya que la dependencia de Cuba de la URSS hizo que no desarrollara una economía productiva y sobreviviera a expensas del intercambio que realizaba con los países soviéticos a través del Consejo de Ayuda Mutua Económica. 

Se trataba de un intercambio desigual, porque sus consecuencias convirtieron a Cuba en un país productor de materias primas, en especial caña de azúcar. Cuba dependía en gran medida del combustible soviético y las piezas de repuesto de la URSS, para sostener su sistema energético. Ante la orfandad que implicó el desmoronamiento del campo socialista, el gobierno no pudo sostener el consumo de electricidad. 

Los apagones en Cuba comenzaron a disminuir en 2004, ya que en el año 2000, al inicio de su gobierno, Hugo Chávez firmó un acuerdo con Fidel Castro para suministrar alrededor de 53,000 barriles de petróleo diarios a la isla a cambio de misiones médicas. El acuerdo continuó con Nicolás Maduro. En 2023 decreció el flujo de combustible desde sus otros dos principales proveedores: Rusia y México. 

En ese punto también influyó la alianza de Cuba con los gobiernos progresistas de la región y el Ecuador de Rafael Correa fue esencial. No obstante, el Estado cubano, dependiente nuevamente de la relación con países proveedores, no fue capaz de perfeccionar su sistema electroenergético. Los apagones comenzaron nuevamente en el 2019, con la escalada de la derecha en Latinoamérica y la crisis económica que enfrenta Venezuela. 

Desde entonces las centrales eléctricas cubanas no paran de averiarse y salir de servicio, dejando a la isla en ocasiones durante varios días sin electricidad. La falta de combustibles se refleja, además, en la ausencia de transporte público y las largas filas para comprar ese bien escaso que es la gasolina. 

El oriente de Cuba es uno de los espacios más afectados por la represión política, la crisis económica y la falta de electricidad. En mayo de 2024, los ciudadanos de Baracoa protestaron después de 18 horas de apagón. Tras la crisis energética de octubre de 2024, Baracoa estuvo más de dos días sin electricidad. Al mismo tiempo el huracán Oscar arrasó con esa ciudad, dejando un saldo de al menos seis muertos. El gobierno no avisó a los pobladores del siniestro.

Los apagones en Cuba continúan. El martes 14 de enero la Unión Eléctrica anunció desconexiones simultáneas en 37 por ciento de la isla. El 2025 también será un año a oscuras para los cubanos.  

Similitudes y diferencias

Si bien entre las crisis energéticas de Cuba y Ecuador se aprecian similitudes en cuanto a la falta de inversión de ambos estados en dicho sector, el caso de Cuba resulta más crítico por las sanciones norteamericanas, la dependencia sólo del petróleo para generar energía eléctrica y la falta de ese recurso en la isla. 

Por su parte, Ecuador enfrenta la sequía más severa en 60 años debido al cambio climático. Los caudales de los ríos que alimentan las principales hidroeléctricas están en niveles críticos. En ambos países, la crisis energética tiene que ver con la falta de diversificación de las formas de producir electricidad. 

En el caso cubano se prevé la introducción de la Ley de Transición Energética, que regulará lo relacionado al paso de Cuba hacia las energías renovables. Pero su aprobación está prevista hasta diciembre de 2025, por lo que durante el actual año el gobierno cubano seguirá sobrellevando como hasta ahora la crisis. Ecuador, en cambio, apuesta por la privatización del sistema energético y por la compra de energía a Colombia, así como por impulsar mediante la ley el uso de energías renovables. 

La romantización y satirización del apagón suele ser un recurso para quienes lo sufren. En mi memoria, los apagones de mi niñez eran momentos de juegos y tiempo con la familia. Se escuchaban chistes todo el tiempo. “Los cubanos conocen el nombre de las centrales eléctricas como si fueran parte de su familia”, decíamos. 

Años después, en Ecuador, he escuchado chistes similares. Pero ya no soy una niña y entiendo que la romantización era el esfuerzo de mis padres por que yo tuviera una niñez amable en medio de la precariedad. 

“Cena a la luz de las velas. Gracias Noboa”, puse recién en mi estado de WhatsApp. La respuesta de mis compatriotas no se hizo esperar: “La oscuridad te persigue”.