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La izquierda apócrifa y el poder en Cuba

Ilustración de @todoslosrugidos para Ojalá.

Opinión · Alina Bárbara López Hernández · 23 de noviembre, 2023 · Originalmente publicada en la revista New Politics en la edición de verano 2023 · Read in English

Este texto es el segundo en una serie de seis textos de diferentes autores con perspectivas críticas a la izquierda cubana. Lee la introducción aquí.

La autora de este texto ha sido acusada del delito de “desobediencia” en un juicio a celebrarse el próximo 28 de noviembre. Alina Bárbara López Hernández denuncia que esta farsa jurídica es parte de la persecución a la que se le somete por sus análisis y críticas al sistema político de su país, al abandono de la justicia social y al incremento exponencial de la pobreza en la Isla–Eds.

En la comunicación existen las falacias, mentiras revestidas de argumentos cuyo fin es la manipulación. Una de ellas es la falacia “del o”, conocida también como del “falso dilema”, muy usada en el debate político ya que tiende a usarse para persuadir, obligando al auditorio a escoger entre dos alternativas.

Por lo general, los que proponen esas alternativas son conscientes de que existen otras opciones y las ocultan, de ahí que se le denomine también falacia “del tercero excluido”. Algunos le llaman falacia “del callejón sin salida”, dado que quienes deben elegir pueden sentirse atrapados en una contradicción irresoluble. Dos ejemplos de falsos dilemas son: “Quien no está con nosotros está contra nosotros”, dicho por George W Bush en septiembre de 2001; y este, piedra angular del discurso oficial en Cuba: “A favor del gobierno cubano o a favor del bloqueo norteamericano”.

El más reciente falso dilema del aparato ideológico oficial en Cuba involucra a dos supuestas alternativas: una izquierda sectaria y estalinista opuesta al cambio y anquilosada en viejos moldes (representada por el grupo de Telegram La Manigua: revolución pa′ rato y determinadas figuras de ese movimiento, como Rodrigo Huamachi) o una izquierda inclusiva, favorable al diálogo, que busca empatizar con otras opciones consideradas revolucionarias (encarnada en la organización política La Comuna, emergida de la Unión de Jóvenes Comunistas, y también en otros proyectos y medios que incluyen desde el grupo performático Los Pañuelos Rojos o el sitio Cubadebate, hasta el criminalizante programa televisivo Con Filo y personas vinculadas con tales espacios).

El “tercero excluido” en este caso es enorme, pues contiene prácticamente a todos los tipos de disenso existentes en la Isla, que han sido agrupados por los medios y el discurso oficiales, con absoluta desfachatez, en el campo “de la contrarrevolución”, a pesar de que un sector de ese campo es declaradamente de la izquierda crítica. Es tan evidente la manipulación que sorprende que muchos crean estar ante una batalla campal entre puntos de vista opuestos. Obviamente, el objetivo de la jugarreta es lograr un posicionamiento de la opinión pública junto a la aparente menos mala de las opciones.

Develando el falso dilema 

Cuando el 11 de septiembre de 1789 un grupo de delegados a la Asamblea Nacional en Francia se colocó durante una votación (por pura casualidad) a la izquierda del estrado, estaban posicionándose por restringir el poder absoluto del rey y elegían una monarquía limitada por el poder popular. No había allí partidos políticos organizados, sino tendencias.

Ser de izquierda no es usar un pullover con un letrerito, una imagen del Che o una frase de Marx. Tampoco es lucir pañuelos rojos, usar lenguaje inclusivo y salir en actitud performática al espacio público. La militancia en la izquierda no la otorgan una autoproclamación ni una campaña comunicacional. Ser de izquierda es posicionarse contra los poderes instituidos que se desentienden de la justicia social e impiden el ejercicio de derechos a las mayorías despojadas de ellos.

Mucho antes de que la palabra izquierda designara a una postura política y hasta el día de hoy, los derechos han sido conquistados desde abajo: plebeyos contra patricios, luchas de los campesinos por tierras, rebeliones de personas esclavizadas en pos de su libertad, sufragio universal, división de poderes, luchas obreras, contra el trabajo infantil, contra el racismo y la homofobia, por la jornada de ocho horas, el voto femenino... Sin excepción, todas han sido conquistas contra poderes establecidos. 

Si eres incondicional a un poder que avasalla a la ciudadanía, discrimina e impide el ejercicio de derechos económicos, políticos y sociales, en ese caso no eres de izquierda, por mucho que lo presumas. Da lo mismo que sean los poderes absolutos de un monarca, de un gobierno conservador, una dictadura militar o un partido único autoritario (capitalista, socialista o comunista).

No es obligatorio ser marxista para ser de izquierda. Tampoco proclamarse como marxista es un salvoconducto a la izquierda. En los experimentos del socialismo real, la clase burocrática se designó como tal y era en verdad un grupo privilegiado que suplantó la voluntad popular. Cuando un grupo de poder —afianzado como nueva clase— despoja al marxismo de su método científico, lo reduce a su dimensión ideologizante y lo convierte en ideología de Estado, este deja de ser una corriente revolucionaria para instrumentarse en mecanismo de dominación. A ese punto hemos llegado en Cuba. Es una postura contrarrevolucionaria y debe ser denunciada.

La implosión del socialismo, en Europa como en Cuba, prueba que ante la imposibilidad de que la sociedad civil se organice para participar en el gobierno —controlado férreamente por un modelo político discriminatorio y excluyente— estos experimentos suelen retornar por el camino de un capitalismo autoritario en la mayor parte de los casos. El socialismo burocrático de Partido único imposibilita el surgimiento de una verdadera izquierda, pues el pensamiento crítico socialista es suplantado por una izquierda apócrifa que sustenta a la nueva clase, empoderada sobre la sociedad.

De modo que el falso dilema con el que nos quieren pasar gato por liebre no es admisible. Ninguna de las dos opciones presentadas como parte del bloque revolucionario es en realidad de izquierda. Bien claro lo dejó Michel Torres Corona en el programa televisivo Con Filo, Boca de Sauron del aparato ideológico, cuando reprodujo el fragmento de una declaración de Raúl Castro donde se acotan bien los límites de la supuesta diversidad: el Partido único. Eso es lo único que no está en discusión para ser aceptados por el poder. Solo si admiten ese precepto serán reconocidos como de izquierda por el grupo dirigente. 

Las dos opciones supuestamente en pugna admiten esta causa única no causada, asumen acríticamente el sistema político cubano y aceptan la voluntad del Partido como fundamento de su existencia. Por esa razón son falsas izquierdas que han hecho mucho daño a la causa. Lograron que personas en Cuba que desean reivindicar la justicia social y los derechos populares no se auto-reconozcan como simpatizantes de izquierda porque creen que ustedes lo son... Y le huyen como el diablo a la cruz.

Si los dejamos proseguir con su estrategia de falsa bandera, aparentando “la unidad dentro de la diversidad”, podrían llegar muy lejos. Como me comentó un amigo: en poco tiempo podrían salirnos con dos partidos para aparentar pluralismo, igual que hizo el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo en 1942.  

Y por favor, no irrespeten la inteligencia colectiva. Son ustedes muy ingenuos si creen que los demás lo son. Estamos saturados de falsas izquierdas y falsos dilemas, pero en este “callejón” sí hay salida.