Fascismo vigilantista en EE.UU.
Opinión • Brian Whitener • 31 de octubre, 2024 • Read in English
Las elecciones la semana entrante en EE.UU. representan una importante coyuntura desde la cual mirar en retrospectiva, así como un momento para analizar el actual equilibrio de fuerzas. Después de abandonar la Casa Blanca hace cuatro años, la extrema derecha ha encontrado otras vías para su actividad, sobre todo a nivel estatal y local. Es en estos niveles donde ha avanzado el proyecto autoritario y fascista, y donde vale la pena seguirle la pista para intentar intuir su desarrollo futuro.
El avance del fascismo tardío, como lo ha denominado Alberto Toscano, es motivo de preocupación mundial. Hemos aprendido a dejar de buscar comparaciones directas con fascismos pasados, sobre todo europeos. Sabemos que, históricamente, el potencial fascista anida dentro del capitalismo, donde sea que arraigue. Aunque la conversación ha avanzado más allá de las comparaciones de cajón (como si Trump es fascista o no; cuestión que se ha vuelto un tema de campaña entre los demócratas en la etapa final antes de las elecciones), sigue siendo una prioridad mapear cómo y dónde sigue habiendo avances fascistas.
La lucha contra el fascismo de Clara Zetkin, escrito en 1923 durante los primeros años de la batalla contra el fascismo europeo, resulta clarificador en este respecto. Zetkin sostiene que el fascismo hunde sus raíces en la “disolución de la economía capitalista y del Estado burgués” y señala que las características distintivas del fascismo son la violencia política y su “carácter de masas”. La pensadora señala el traslado de los proyectos fascistas al seno del Estado, donde se nutren del poder y de los recursos del mismo, convirtiendo la violencia política y el apoyo de las masas en una virulenta forma de gobierno.
La extrema derecha en las calles y las redes sociales
Entre 2015 y 2021, los lugares más fértiles para el trabajo de interconectar el fascismo del estado con su contraparte social en Estados Unidos eran el Internet y en el crecimiento de grupos de extrema derecha. Las guerras de memes ocurridas durante la campaña de 2016 y la presidencia de Trump se han calmado, en parte debido a la prohibición de ciertas figuras de X (antes conocido como Twitter) y a la transición de otras más a Telegram, Truth Social y otras plataformas. La compra de la entonces Twitter por parte de Elon Musk, la reactivación de cuentas de extrema derecha que habían sido prohibidas y el duro giro hacia la extrema derecha del propio Musk han invertido en cierta medida estas tendencias.
El protagonismo de los grupos de extrema derecha en las calles también ha retrocedido. Algunos se han consumido por disputas internas, otros por el contragolpe antifascita y popular (parcialmente después del atentado de Charlottesville, donde un neonazi arrolló con su auto una protesta antirracista en 2017, matando a Heather Heyer e hiriendo a decenas de personas). Otros, como el notorio caso de los Proud Boys, han sido desarticulados tras el fallido golpe de Estado del 6 de enero de 2021. Esto no significa que estos grupos ya no existan; más bien, muchos se han recompuesto y están ganando fuerza, mientras que los que están en prisión planean pedir indultos en caso de que su líder sea elegido.
En la esfera mediática se ha desarrollado una dinámica doble. Tras años de reclamos de Trump de no ser suficientemente leal y una fuerte demanda legal (que se resolvió con un acuerdo de $787 millones de dólares), Fox News ya no estaba dispuesta a seguir difundiendo la mentira de que las elecciones del 2020 habían sido fraudulentas. Esto condujo a la popularización de Newsmax y One America News, dos canales de noticias que transmiten por cable e internet dispuestos a difundir casi cualquier línea procedente del ecosistema mediático de la extrema derecha. Aunque Newsmax, en particular, se benefició del despido de Tucker Carlson por parte de Fox —probablemente debido a su “creciente toxicidad”—, 2024 ha sido un año duro para ambos medios. El nivel de audiencia ha bajado —sobre todo en Newsmax— y ambos han tenido que llegar a acuerdos en demandas por difamación en los últimos meses debido a mentiras sobre las elecciones de 2020.
Junto a las restricciones en las redes sociales más populares, así como el traslado del movimiento de la extrema derecha a plataformas con mayor anonimato, se ha establecido una esfera cultural de extrema derecha y posturas cercanas a esta particularmente en podcasts.
Entre los diez podcasts más populares de Spotify se encuentran el de Joe Rogan, “intelectual de la dark web”, así como los de Theo Von y Tucker Carlson, quien se ha convertido en una celebridad de extrema derecha. La lista de los 40 podcasts más escuchados también incluye a las personalidades de los medios de extrema derecha Candice Owens y Ben Shapiro. Entre las declaraciones más llamativas de Owens están que TikTok hace gays a los hombres y su defensa del antisemitismo de Kanye West. Por su lado, Shapiro ha afirmado que las “personas transexuales” padecen enfermedades mentales y que el islam es intrínsecamente violento. Estas son solo algunas de una larga lista de afirmaciones descabelladas, ideas que hoy llegan sin obstáculos a oídos de millones de personas cada mes.
Avanzada fascista a nivel estatal
En los años siguientes a 2021, el protagonismo de la extrema derecha ha pasado de las calles a interfaces con el Estado, con dos técnicas que tienen un lugar destacado.
La primera parece sacada directamente de un manual clásico de estrategia fascista: la movilización de las fuerzas estatales contra opositores políticos. El estado de Florida ha sido el epicentro de este método. En agosto de 2022, la policía realizó una serie de detenciones muy llamativas en contra de personas que supuestamente habían votado “ilegalmente” en las elecciones anteriores. Todas ellas habían sido propiamente registradas por las autoridades locales y varias habían recibido tarjetas oficiales de registro electoral. En 2024, después de que se recogieran suficientes firmas para incluir una enmienda sobre el aborto en la papeleta electoral, la policía del estado de Florida tocó a las puertas de personas firmantes de la petición para “corroborar” sus firmas, que ya habían sido dadas por válidas por la agencia estatal pertinente.
El segundo enfoque —mucho más extendido— ha sido lo que Jon D. Michaels y David L. Noll denominan federalismo vigilantista. “A través de disputas sobre el aborto, la religión, la sexualidad, el género y la raza, las legislaturas estatales están produciendo en masa una nueva arma”, escriben Michaels y Noll en su artículo Federalismo vigilantista. “Desde la ley S.B. 8 de Texas [que restringió el acceso al aborto] hasta las prohibiciones de libros y una avalancha de proyectos de ley que facultan a los padres para demandar a las escuelas que reconozcan las identidades LGBTQ+ o apliquen planes de estudio antirracistas, las legislaturas estatales están promulgando leyes que apelan a los particulares —y a veces solo a particulares— para hacer cumplir sus órdenes”.
Esta ha sido la técnica más prolífica que se ha desplegado para hacer avanzar la agenda fascista tardía en los últimos años. Ha alcanzado proporciones casi omnipresentes en estados y localidades con gobiernos conservadores y de extrema derecha.
Una breve lista de ejemplos incluiría una ley de Tennessee que permite a padres y profesores demandar escuelas por “daños monetarios” si se permite a estudiantes transgénero utilizar un baño o vestimenta que “no se ajuste con su género de nacimiento”, leyes en muchos estados que permiten retirar libros de las bibliotecas a través de un formulario en línea y leyes o políticas en múltiples estados que permiten a los padres etiquetar tareas, educadores y escuelas que promueven “conceptos divisivos” (que enseñen la historia de la esclavitud o de los movimientos sociales LGBTQI+, por ejemplo). Esta técnica se inspira en la larga historia de violencia del colonialismo paraestatal, así como en las más recientes leyes “Stand your Ground” [Mantente firme], canalizadas a través de la figura del vigilante y actualizadas para la era digital.
Llegó la hora de contraatacar
El equilibrio de fuerzas actual demuestra una nueva y poderosa superposición de la propensión a la violencia y un creciente carácter de masas. Las técnicas del federalismo vigilantista incorporan a los individuos a un proyecto fascista tardío dirigido por el Estado.
La gente ya no tiene que unirse a un grupo neonazi y salir a marchar. Con un simple formulario en línea o etiquetando una tarea escolar participan en la producción de un nuevo carácter de masas contrario a la igualdad y a favor del supremacismo blanco, el patriarcado y la violencia. Si se lee esta técnica junto con la propagación de la esfera mediática anexa a la extrema derecha, quizá los cambios más importantes que podemos observar en los últimos cuatro años hayan consistido en la normalización y la construcción del fascismo tardío con un carácter de masas.
Zetkin, cuyas principales obras no fueron escritas como relatos retrospectivos sino en plena lucha contra el fascismo, tenía muy claro el papel y la responsabilidad que los radicales también tuvieron en el surgimiento del fascismo.
“Debo añadir que las acciones de los partidos comunistas… Han sido insuficientemente vigorosas, sus iniciativas carentes de alcance y su penetración en las masas inadecuada”, escribió en 1923, un año después de la Marcha sobre Roma y del primer gobierno de Mussolini.
Aunque los grupos antifascistas estadounidenses han tenido éxito y se han vuelto muy experimentados en la confrontación callejera y las batallas en línea —y aunque han surgido organizaciones nuevas como el proyecto For The People, así como muchos casos de resistencia local, estatal y nacional por parte de lxs educadores en particular—, las formas más recientes de ataque y normalización aún no han recibido una amplia respuesta antifascista. Recordar las palabras de Zetkin puede incitarnos a la acción antes de que sea demasiado tarde.