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Es hora de romper el sistema segregacionista en Estados Unidos

Odilia Romero, directora ejecutiva de CIELO, sirve alimentos calientes a las personas que ayudan a combatir los incendios de Los Ángeles el 17 de enero de 2024. Foto cortesía de CIELO.

Opinión • Gladys Tzul Tzul • 31 de enero, 2025 • Read in English

El 20 de enero marcó un momento crucial en la política internacional en general y también para las comunidades indígenas que han migrado a Estados Unidos. Donald Trump asumió por segunda vez la presidencia. 

El recambio de mando ocurrió acompañado de los efectos de los brutales incendios que tuvieron lugar en Los Ángeles, California. El primer siniestro inició el 5 de enero, devorando más de 37,000 acres y afectando a los suburbios de Altadena, Pacific Palisades, Pasadena y sus alrededores. 

Más de 12,000 estructuras fueron destruidas, entre ellas viviendas, escuelas, iglesias y comercios. Pero las pérdidas no pueden medirse únicamente de esa manera. Los efectos son muchos más profundos. Fallecieron 29 personas. Y si bien el fuego agudizó la crisis de vivienda en la ciudad, también hay que considerar que el desempleo alcanzará niveles nunca antes vistos. 

La organización Comunidades Indígenas en Liderazgo (CIELO) gestionó despensas y mascarillas para migrantes indígenas afectados. A partir de ello pudo realizar un rápido recuento sobre los principales empleos que se perdieron, y la lista es larga: lavaplatos, meseros, cocineros, plomeros, limpia vidrios, limpieza de casa, jardineros, cuidadores de niños y ancianos, cuidadores de animales, entre otras labores esenciales para sostener la vida cotidiana. 

Estos trabajos esenciales son realizados en gran medida por población indígena migrante que proviene en su mayoría de Guatemala, México, Honduras, Filipinas, entre otros países. Son personas que han tenido que desplazarse por los efectos del ajuste estructural y la desposesión de territorios de origen expresado en políticas extractivistas. Históricamente las comunidades indígenas antagonizan su proyecto de vida con la economía capitalista. 

A su arribo a Estados Unidos, los migrantes indígenas —aparte de trabajar en dos o tres turnos— también tienen que enfrentarse al racismo estructural. Los Ángeles es una ciudad con una alta densidad de población migrante indígena, siendo los zapotecos, q’anjob’ales y k’iche’s los pueblos mayoritarios según un censo realizado por CIELO en 2024. En dicho censo se explicitan los principales empleos de migrantes indígenas provenientes de México y Centroamérica, entre ellos trabajos en restaurantes, en casas y en la limpieza. Los empleos que realizan se encuentran en el circuito de producción de mayor explotación, sumado a ello, por no tener papeles y al no dominar los idiomas coloniales, se reducen las posibilidades de ascenso en la cadena productiva. La situación de desempleo es un problema más que enfrentan los migrantes.

Desde el primer día de su segunda presidencia, Trump impulsó un paquete de decretos antimigrantes que habilita las deportaciones masivas y que el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) ingrese a escuelas, guarderías, albergues e iglesias. También está la declaración de emergencia nacional en la frontera de México y Estados Unidos para frenar el ingreso de migrantes, la amenaza de separación de familias y el intento de suprimir la ciudadanía de los hijos de los no ciudadanos. Estás son algunas de las acciones implementadas por los blancos supremacistas ultramillonarios que ahora controlan el país. 

Estrategias disciplinarias

Por disciplinamiento entendemos un proceso que supone la imposición de normas y reglas para regular el comportamiento social, y así lograr un orden que impone la mayor explotación asegurando la obediencia. Lo que viven los migrantes en EE.UU. hoy es una fase más del disciplinamiento de la política antiinmigrante.

Desde el año 2022 investigo en Los Ángeles y trabajo en la redacción del libro No es por el sueño americano, es por el despojo —de pronta aparición— que recopila una serie de entrevistas con Odilia Romero, mujer zapoteca y directora ejecutiva de CIELO. Como parte de este proyecto, el día después de la investidura de Trump hablé con Romero, quién analizó que el estado de terror que el gobierno instauró entre los migrantes tiene varios efectos. 

“El que el gobierno anuncie que los agentes migratorios ingresen a escuelas, hospitales e iglesias ha despertado el miedo entre los migrantes indígenas que no tienen papeles, entre los hijas e hijos de las familias migrantes y ha provocado que muchos migrantes no asistan a trabajar”, dijo Romero. Esta estrategia de disciplinamiento forma parte del andamiaje de la gobernanza de la migración: un complejo político que jerarquiza las vidas, creando un sistema de diferenciación y racialización entre los migrantes, entre los que no tienen papeles y los que sí. 

Dentro de los que no tienen papeles hay diversas categorías: están los que tienen permiso de trabajo y los que no tienen ese permiso; quienes están en condición de espera de asilo o refugio y quienes tienen ese estatuto de refugio o asilo y más condiciones de diferenciación y fragmentación. Es decir, eso que en el lenguaje de la migración se denomina “migrantes sin papeles” es complejo y no homogéneo. 

Según Romero existen varios mecanismos para la contención y el disciplinamiento de la vida migrante, que no son recientes ni nuevos, sino que tienen antecedentes en la política migratoria de EE.UU. “Siempre han funcionado las políticas anti inmigrantes y, de hecho, varios de los vuelos de deportaciones que ocurrieron el día que Trump tomó el mando, eran parte de procesos del gobierno anterior”, analizó. “Incluso la aprobación del proyecto de la ley para deportar a inmigrantes indocumentados por cometer delitos menores”.

Según la entrevistada, parte de ese complejo de políticas anti inmigrantes son una continuidad de la política ya existente, pero que se profundizará en esta época republicana.

Comunidad indígena migrante en Estados Unidos

Desde hace varias décadas ya no se puede decir que comunidad indígena maya, otomangue o kichwa solo existe en Mesoamérica o en los Andes. Hoy en día pueden encontrarse comunidades k’iche’, zapoteco, mixteco, miskito, lenca, kichwa, garífuna e ixil en EE.UU., entre cientos de otras. Trabajan en la construcción, agricultura, restaurantes, cuidado, como repartidores y en muchas otras actividades por todo EE.UU. Los registros consulares de Guatemala, han reportado la existencia de guatemaltecos en los 50 Estados, incluido Hawái. 

La Red Consular de Guatemala dice que en Los Ángeles viven 1,152,699 guatemaltecos, siendo los k’anjobal, mam, k’iche’ y kaqchikel las comunidades indígenas predominantes. Según estos registros, en Estados Unidos viven por lo menos 3,256,047 personas que provienen de Guatemala, cantidad con una alta densidad indígena. Es importante contrastar que el total de población de Guatemala es 14.9 millones de personas, es decir el 21 por ciento del total de la población vive en EEUU. 

Es así que los k’iche’s ya no únicamente viven en Momostenango, Totonicapán o Nahualá, en la parte occidental de Guatemala, sino que también viven en Los Ángeles, Nueva York, Texas y Boston. De la misma manera, los chuj, akatekos y q’anjonb’ales viven en Los Ángeles, San Francisco, Atlanta, Kentucky, Chicago o Nueva York. Esta dinámica es extensible para varios pueblos más como el garífuna, miskito o kichwa, entre otros pueblos. 

La información recopilada por CIELO nos permite armar una visión estructural sobre la estabilidad económica de las comunidades en nuestros países: la salud, la educación y el mejoramiento de condiciones de vida en general son el resultado de los sistemas políticos organizativos comunales, que son complementados por las remesas que envían los comunitarios en migración.

“La contribución de los migrantes no es solo en las comunidades de origen, pues la reconstrucción de la ciudad de Los Ángeles también se hará con el trabajo de los migrantes, los migrantes indígenas trabajan en la construcción”, dijo Romero. “Los migrantes indígenas han sostenido la ciudad, antes de los incendios y en la pandemia”. 

Momento de reorganización

La reacción de los trabajadores migrantes en medio del clima de persecución y terror tiene diferentes expresiones. 

Llama la atención la acción directa, pues trabajadores agrícolas en California, Florida y Texas no se han presentado a trabajar. Algunos empleados de pollerías no asistieron a sus centros de trabajo por el temor a las redadas migrantes. Niños y niñas no fueron a las escuelas por el miedo a que busquen a sus padres. Y varios servicios religiosos se han realizado de manera virtual por el temor a las redadas. 

“Es hora de que veamos y aprendamos de las luchas de las comunidades afrodescendientes de Estados Unidos, que con su fuerza y organización lograron romper el sistema segregacionista en Estados Unidos, porque estamos ya entrando en un régimen de segregación”, comenta Romero. “Ya hay antecedentes, pues en el año 2022 fueron los compañeros afroamericanos quienes lucharon junto a nosotros contra las políticas racistas y anti indígenas, cuando los Concejales de L.A. hicieron declaraciones contra los migrantes indígenas de Oaxaca”.

Los migrantes mam, ixil, mixe o de otros pueblos indígenas del continente, a pesar de la devastación, el desplazamiento y la injusticia han delineado nuestro mundo tal y como lo conocemos. Con sus remesas y su conocimientos han sostenido a sus familias, a la defensa del territorio, a la creación de populosas fiestas, y con ello han sostenido la economías de sus países de origen. 

Centrar nuestra mirada en la lucha y estrategias de resistencia de las comunidades indígenas migrantes, atender el llamado a aprender de la historia afrodescendiente, sostener las posibles alianzas y pensar más allá de la aterrorización y de la disputa de las élites de los países se vuelve urgente para pensar nuestra acción en este mundo. 

Es tarea de todos romper el sistema segregacionista y el racismo institucional.