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Vuelve a florecer el 8M en Santiago de Chile

Manifestantes en Santiago de Chile el 8 de marzo de 2024. Foto © Nicole Kramm.

Reportaje • Yasna Mussa • 22 de marzo, 2024 • Read in English

Decir que la marcha del Día Internacional de la Mujer, convocada por la Coordinadora Feminista 8M en Santiago, comenzó como un murmullo subterráneo no es una exageración. Desde antes de las 18:00 horas del 8 de marzo, la línea 1 del metro, que atraviesa la capital chilena de oriente a poniente, se llenó de mujeres de todas las edades con pañuelos verdes y morados que se iban sumando en cada estación. 

El glitter en el rostro, los mensajes directos en sus bolsas y camisetas. “Las amigas también son el amor de tu vida”, se lee en un letrero.  “No sentir rabia es un privilegio”, dice en otro. Hay un intercambio de miradas cómplices y les trabajadores que a esta hora usan el transporte público para volver a sus casas observan la escena desde un segundo plano. 

El destino compartido se da por entendido. Un punto de encuentro que se asume sin que sea necesario pronunciarlo. A la Plaza de la Dignidad —como se rebautizó durante la revuelta de 2019 a la que se conoce oficialmente como Plaza Baquedano— llegan cientos de mujeres que luego serán miles. Casi 350,000 según las cifras oficiales entregadas por las organizaciones que convocaron para este 8 de marzo de 2024.

Estoy parada sobre el espacio que hasta hace no mucho fue un altar dedicado a las víctimas del estallido social. Hoy está cubierto de cemento como una obra pública que acaba de estrenarse, pero una mujer con capucha empieza a rayar una frase que reivindica la memoria: No olvidamos.

Antes de que termine de rayar, la gente avanza y en medio de esta marea es imposible retroceder. Un grupo de turistas se ve de pronto envuelto entre el estruendo de los gritos y tantas imágenes llamativas que no saben dónde posar la mirada. Salen bloques de manifestantes. 

Hay abrazos de reencuentros y un grupo de mujeres de la barra del equipo de fútbol Universidad de Chile corea canciones que reivincidan su pasión deportiva y su presencia feminista. “En la calle y el tablón, lucha y revolución”, dice el lienzo con el que aparecen cargando sus banderas rojas y azules. 

Con un enfoque internacionalista, la marcha fue convocada bajo el lema “Por un futuro sin violencia ni discriminación”, con un explícito apoyo en solidaridad con el pueblo palestino y con las mujeres argentinas. 

No sólo Santiago fue protagonista, sino que al menos otras 18 ciudades desde el norte al sur del país salieron a las calles e hicieron suyo el espacio público. "Este año volvemos a levantar la huelga general feminista y queremos poner algunos temas al centro", dijo Gabriela Jadue, vocera de la Coordinadora 8M, al canal 24 Horas. “Seguimos exigiendo vidas libres de violencia, en lo que va del año llevamos 33 femicidios frustrados y siete consumados. Nos siguen matando y el sistema de justicia no nos protege”.

Jadue manifestó que este 8 de marzo "queremos hablar de la seguridad que necesitamos para cuidar, para criar y para trabajar, para poder ejercer nuestros derechos reproductivos". Además, desde la Coordinadora hicieron un llamado a que los hombres no participaran de las distintas actividades convocadas a nivel nacional, y en reemplazo realicen otras labores. 

Manifestantes con manos rojas pintadas en la cara en Santiago de Chile el 8 de marzo de 2024. Foto © Nicole Kramm.

Caminando juntas

Tres generaciones caminan hacia la estación Los Héroes, donde está convocado el acto central de esta conmemoración feminista. Valentina Soto, 26 años, sostiene un letrero que dice “El trabajo doméstico sostiene al capital”. 

Soto ha venido desde la provincia de Melipilla, junto a su madre y su hija de 6 años que por primera vez asiste a una marcha. “Para mí es muy importante venir juntas. Ella entiende muy bien todo lo que significa el 8M, por qué estamos acá y me quiso acompañar”, dice Soto. 

Explica el mensaje que sostiene entre sus manos. “Quiero reivindicar el trabajo doméstico y de cuidado, ya que hasta el día de hoy no es reconocido y es lo que sostiene el capital”, dice Soto. “Gracias a eso muchos hombres pueden desarrollarse laboralmente, pueden hacer su vida y nosotras nos tenemos que relegar a las labores domésticas sin reconocimiento, sin pensiones de vejez y sin protección tampoco. Ni siquiera tenemos salud”. 

Cuando el presidente Gabriel Boric asumió el poder anunció que el suyo sería un gobierno feminista. Además de nombrar por primera vez a una mujer como Ministra del Interior (primero Izkia Siches y luego, Carolina Tohá), integró también a Antonia Orellana, ministra de la Mujer y Equidad de Género, al Comité Político. 

Además de esas señales, la actual administración anunció una ley de guardería universal y puso en marcha la ley de Responsabilidad Parental y Pago Efectivo de las Deudas de Pensión de Alimentos, en un país en que sólo el 16 por ciento de los hombres demandados está al día la manutención de sus hijos. 

Otro avance fue el anuncio de la rebaja del precio de anticonceptivos y la ampliación en el número de cirugías de incontinencia urinaria para mujeres

Hay hechos concretos, pero también deudas, sobre todo en materia de seguridad, de violencia y delitos sexuales contra las mujeres. “Lamentablemente, aunque este gobierno dice ser un gobierno feminista, no ha impulsado ninguna reforma ni leyes que nos protejan a nosotras”, dice Soto. “Siempre nos quedamos al margen”. 

En otra esquina una mujer escribe un mensaje en su celular mientras sostiene con su hombro una bandera palestina enorme. Es una entre miles, en una marcha que ha tenido como campaña mundial exigir el alto el fuego y fin al genocidio en Gaza. 

“Las marchas no son suficientes”, dice Catalina Abdul Masih, miembro de la Comunidad Palestina en Chile y que esta tarde de viernes sostiene un lienzo en que aparece la bandera palestina junto a la bandera mapuche. Después del inicio de la invasión de Gaza el gobierno chileno citó a  su embajador en Tel Aviv y  acusó a Israel de “violación sistemática del derecho internacional” ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, pero según Abdul Masih, no basta. “Se tienen que cortar relaciones con Israel, tenemos que dejar de subsidiar con nuestros impuestos esta guerra. Son 75 años de genocidio”.

A nuestro paso se abre un abanico de diversidad. Es tanta la gente que debemos parar varios minutos antes de continuar la ruta. La respuesta de este año ha sido aún mayor en una marcha que suele tener una amplia convocatoria. 

La amenaza de la extrema derecha es un hecho concreto: hace apenas dos años José Antonio Kast, el candidato que representa al ala más conservadora de la sociedad, pasó con la mayoría de los votos a segunda vuelta presidencial y representantes de su sector aumentaron su presencia en el Congreso. 

Si bien la llegada de Gabriel Boric fue un respiro a la inminente amenaza, las mujeres y disidencias continúan luchando en las calles sin dar por sentado su autodefinición como gobierno feminista para denunciar violencias a diversas escalas y por conquistar derechos.

Una manifestante en Santiago de Chile sostiene un cartel que dice "Feministas con Palestina" el 8 de marzo de 2024. Foto © Nicole Kramm.

Hartas

Antes de llegar a la Biblioteca Nacional de Santiago una mujer sostiene un letrero en el que aparece su retrato de juventud y un mensaje que detiene la marcha. En pequeños grupos, mujeres de distintas edades ponen su atención y sentidos en la pancarta. La abrazan, le susurran al oído, la acarician en silencio. 

“Yo participé en el 8M del 2020. Vine con este letrero chiquitito para hablar por primera vez de que había sido abusada, a los 16 años, por un hombre que era un laico que trabajaba en la Vicaría de Pastoral Juvenil” en los 1980s, dice Verónica San Juan, su voz cargada de emoción y el recuerdo a flor de piel. Hace cuatro años, por primera vez, logró poner en palabras la experiencia traumática de abuso a la que fue sometida en su adolescencia. 

Dice que lo que ocurrió ese día en la marcha del 8 fue impactante para ella. “Lo mismo que me está pasando ahora, que las mujeres se me acercaban, me abrazaban y yo estaba muy emocionada, porque habían pasado 36 años antes de que yo pudiera hablar”, dice San Juan, al lado de su amiga Zulema.

El 8M ha significado un antes y un después para San Juan. Luego vino la pandemia y su dolor volvió a transformarse, mientras otras preocupaciones se volvieron prioritarias. 

“Pero hoy día quise volver porque tengo noticia de que este hombre no solo abusó de mí, aprovechando su poder”, dijo. “No solo de mí, sino que otras de otras chiquillas, incluso de niñas. Ahora ya sé que no soy la única”. 

Aunque las denunciantes saben que el delito prescribió, han decidido seguir adelante. 

“Queremos que su nombre sea conocido porque fue protegido por la Iglesia, porque fue protegido incluso por gente con poder civil. Entonces ahora vamos a hacer toda esta denuncia. Aunque después nos digan que no se puede investigar. No importa, porque igual vamos a decir su nombre. Igual vamos a desenmascararlo”, dice San Juan, mientras Zulema la sostiene del brazo. “Ojalá que estar parada aquí le pueda servir a alguien para remover el silencio. No sé si soy valiente, pero me siento muy bien porque puedo ir ahora adelante con esta historia”. 

Sororidad 

Más adelante, colectivos trans y de disidencias avanzan frente al imponente Centro Cultural Gabriela Mistral. Este año, a diferencia de los anteriores, había una diversidad que se desplegaba por todas las calles que formaban parte del recorrido. Banderas, cánticos y consignas apelan al derecho trans de marchar sin ser atacadas por el transodio, así como terminar con la exclusión a la que la comunidad ha sido sometida. 

Les preocupa seguir invisibilizadas, por lo que desde la Organizando Trans Diversidades manifestaron su preocupación por la puesta en marcha del Censo 2024 con errores conceptuales relacionados a preguntas de género.

Justo detrás, Daniela Henríquez, psicóloga y directora ejecutiva de la ONG Efecto Mariposa sostiene un lienzo en el que apelan a una salud mental con perspectiva de género. 

“Ser mujer también es un factor de riesgo con respecto a la salud mental, ya sea por las obligaciones, los estereotipos, la percepción… y por la doble jornada”, dice Henríquez. 

Según el Termómetro de la salud mental en Chile, publicado en abril de 2023, el 26 por ciento de las mujeres chilenas ha reportado sentirse en soledad, es decir, sentirse aisladas, excluidas por los demás o que les falta compañía. En este mismo estudio se indica que de igual manera sucede con la depresión y el insomnio: las mujeres lo padecen en mayor medida que sus pares masculinos. 

Por eso Hernández se alegra de ver una diversidad de expresiones que se han volcado a las calles en este 8 de marzo. 

“Vemos más mujeres trans, vemos más jóvenes que están viniendo también a aprender y reaprender y reconfigurar la figura femenina”, dice la representante de Efecto Mariposa.

La marea avanza en dirección al escenario instalado al final del recorrido donde se ha dispuesto un espacio para el cierre con un acto político-cultural. Por esa tribuna y bajo las luces hubo música, humor, discursos políticos y presentaciones artísticas feministas. La senadora Fabiola Campillai, sobreviviente de la violencia policial durante el estallido de 2019 y uno de los íconos en la lucha por los derechos sociales y humanos, toma el micrófono y es ovacionada por las asistentes. 

Pasadas las 21:00 horas los alrededores del escenario se comienzan a vaciar.

A diferencia de otras convocatorias, no hay mayores problemas con la policía y las autoridades informan que no se reportan disturbios, aunque también cifran las asistentes en sólo 35 mil personas.

Los registros dicen otra cosa: han sido cientos de miles las que salieron, otras tantas las que se asomaron por los balcones a saludar, para sumarse de alguna u otra forma. El 8 de marzo en Santiago fue un día de huelga general feminista y conmemoración, pero también un espacio para acompañarse y “seguir construyendo una alternativa de transformación”, en palabras de sus organizadora