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8M en la CDMX: lucha y renovación feminista

“Por un futuro donde florezcan mujeres y naturaleza”. 8 de marzo, 2024, en la Ciudad de México. Foto © Dawn Marie Paley.

Reportaje • Dawn Marie Paley • 14 de marzo, 2024 • Read in English

Hay un viejo refrán que dice que uno no puede meterse dos veces en el mismo río. Esto es lo primero que me viene a la mente cuando intento describir lo que sentí al participar en la manifestación masiva de feministas, mujeres, personas trans y no binarias del 8 de marzo en la Ciudad de México.

Los primeros grupos empezaron a llegar al Paseo de la Reforma y al Monumento a la Revolución apenas pasado el mediodía. Aunque la marcha estaba programada para comenzar a las cuatro, para las dos y media un torrente de miles de personas ya había empezado a avanzar hacia el Zócalo de la ciudad.

Empecé la tarde con amigas, pero cada una de nosotras llegó a distintas partes de la marcha y vio cosas completamente diferentes. Un río, una marea, un tsunami de mujeres y disidencias tiñeron de morado el centro de la ciudad, y la experiencia fue distinta según el tiempo y el espacio.

Más tarde, el Zócalo, que puede albergar a unas 200 mil personas, estaba casi lleno y la marcha aún se extendía hasta el monumento del Ángel de la Independencia, cuatro kilómetros al oeste. La Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México dijo que hubo 180 mil participantes, lo que seguramente es un cálculo insuficiente. El año pasado, la misma secretaría estimó la participación en 90 mil personas.

Nuestras emociones fueron enormes y diversas, igual que la marcha: militantes, gritando y coreando (“verga violadora, a la licuadora”, “somos malas, podemos ser peores”), sollozantes y angustiadas por las vidas arrebatadas por la violencia; alegres cantando, bailando y tocando instrumentos; otras herméticas y serias en sus contingentes.

8 de marzo, 2024, en la Ciudad de México. Foto © Dawn Marie Paley.

“Tienes que prepararte psicológicamente días antes porque tienes todas las emociones a flor de piel”, dijo Brenda Hernández, madre y activista que presiona para que se regule la marihuana. “La energía de todas las personas que están aquí se manifiesta en mucho amor, pero al mismo tiempo en mucha vulnerabilidad y en mucho coraje”.

Hablamos alrededor de las dos de la tarde, mientras Hernández y una amiga buscaban a su contingente de pachecas [mujeres que fuman marihuana]. Mientras hablábamos, mujeres llegaban al Paseo de la Reforma desde las calles laterales y los callejones. Algunas ya habían empezado a marchar hacia el centro, intentando llegar al Zócalo antes del anochecer.

La mayoría de quienes marchan el 8 de marzo lo hacen con sus colectivas o contingentes y a menudo se rodean con cuerdas o listones para evitar separarse o perderse en el tumulto. Como en años anteriores, la marcha serpenteó cómodamente a lo largo de Paseo de la Reforma y luego se fue compactando progresivamente a medida que avanzaba por las estrechas calles del Centro, para terminar desbordándose en el Zócalo.

Contra toda violencia

Un grupo que captó mi atención estaba formado por amigues y familiares de Jannine Estibali Alcántara Ramírez, que tocaba música como DJ Janny Vice hasta que desapareció en el Estado de México el 27 de octubre de 2023. Dos amigas de Jannine con megáfonos dirigieron consignas exigiendo justicia para Jannine, que estuvo desaparecida durante más de dos semanas antes de que las autoridades activaron la alerta de búsqueda. El cuerpo de Jannine fue encontrado en noviembre y permaneció en la morgue durante más de una semana antes de que su familia fuera notificada. 

El contingente de amigues y familiares de Jannine Estibali Alcántara Ramírez el 8 de marzo, 2024, en la Ciudad de México. Foto © Dawn Marie Paley.

“Nosotros vamos a seguir exigiendo justicia y vamos a hacer mucho escándalo para todas las mamás que han sufrido de feminicidio”, dijo Yolanda Ramírez, madre de Jannine. Hablaba entre lágrimas, con el rostro desencajado por el dolor, mientras sostenía un cartel en honor a su hija.

Ramírez estaba rodeada de familiares y amigues de su hija, todes elles solemnes y vistiendo camisetas blancas con una foto serigrafiada de Janinne. "Esperamos que esta pequeña cosita haga la diferencia y que diga que sí se puede hacer justicia en este país".

A lo largo de la tarde, vi a numerosos contingentes de amigas y familiares de mujeres recientemente desaparecidas o asesinadas, muchas de ellas del Estado de México. Su dolor y su rabia eran tan desgarradores que afligían e impactaban a todas las presentes. Mientras Ramírez hablaba, integrantes de su grupo, enlazadas por una delgada cuerda, se acercaron para consolarla. Otras pasaban a su lado, leyendo las pancartas y coreando: “¡No estás sola! Justicia para Janinne”.

La asistencia masiva al 8M, no sólo en la Ciudad de México sino también en ciudades de todo el país, es aún más destacable si se recuerda que México sigue en guerra. En los últimos 17 años, más de medio millón de mexicanos han sido asesinados o desaparecidos e incontables más han sido desplazados por la violencia. La mayoría de las víctimas son hombres, pero son las mujeres y les disidentes sexuales y de género quienes más han luchado y denunciado.

Las estadísticas más recientes muestran que, entre enero y julio del año pasado, mil 627 mujeres fueron asesinadas en México, más de nueve al día. Además, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, el año pasado se denunció la desaparición o el extravío de 11 mil 580 mujeres, de las cuales 3 mil 128 aún no han sido encontradas. Casi la mitad de ellas eran de la Ciudad de México y del Estado de México. 

Como se señala en el comunicado oficial publicado por la coordinación de la marcha, México tiene la segunda tasa más alta de crímenes de odio contra personas trans en el hemisferio: cinco mujeres trans fueron asesinadas en las primeras semanas del año

Este año, la lucha contra todas las formas de violencia, una constante cada 8 de marzo, se reflejó en la presencia de carteles y pancartas en apoyo a Palestina. Un grupo considerable sostenía banderas palestinas y carteles que exigían el alto el fuego, el fin del genocidio, y la libertad de Palestina. La guerra contra el pueblo de Gaza estuvo presente durante toda la marcha. 

“En México y Palestina nos queremos libres y vivas”. 8 de marzo, 2024, en la Ciudad de México. Foto © Dawn Marie Paley.

“La lucha palestina no me es ajena, el genocidio que está pasando es muy doloroso”, dijo Fernanda, estudiante universitaria de 25 años de edad. “Ahorita hay que unir la lucha contra la violencia hacia la mujer con Palestina, también ahí las mujeres… pues el 70 por ciento de las personas que han asesinado son mujeres [y niños]”.

Fernanda habló de lo que sintió al manifestarse en el Día Internacional de la Mujer. “Son sentimientos encontrados siempre que estoy en la marcha del 8, porque entre que se siente una vibra increíble, me siento muy segura aquí con todas y es muy bonito saber que venimos todas en conjunto, pero también es muy doloroso saber la causa del por qué estamos aquí, porque son violaciones y muertes”.

Del abuso a la acción

Muchas de las manifestantes llevaban pancartas en las que denunciaban el abuso y acoso sexual que sufren en casa, en la escuela y en el trabajo. 

Paula, de 12 años de edad, fue a la marcha con su mamá. Llevaba un cartel que decía: “Mi profesor de inglés es un abusador”, con cada O rellenada con una carita triste diferente. “Estoy en la protesta porque en mi escuela, Guadalupe Núñez y Parra, hay un profesor que nos está intentando violar o así, entonces vengo aquí a la protestar y a que nos vean porque no nos quieren escuchar [en la escuela]”, dijo.

“Mi profe de ingles es un abusador”. 8 de marzo, 2024, en la Ciudad de México. Foto © Dawn Marie Paley.

Paula, que fue la única alumna de su escuela en la protesta del 8 de marzo, asistió con su madre, Alejandra, quien me dijo que las autoridades escolares no hacen caso de las quejas de los alumnos y los acusan de hacer “bullying” a su profesor. Su presencia en la marcha, como la de tantas otras personas, está motivada por una experiencia directa de violencia, el deseo de que los agresores rindan cuentas y la esperanza de crear espacios más seguros para vivir y aprender.

En varios puntos de la marcha, vi a mujeres caminando con carteles que decían: “Mamá, hoy voy a gritar lo que te hicieron callar”. 

Esta apelación a la memoria y al reconocimiento de la creciente negativa de las mujeres y disidencias a ceder ante el abuso, la discriminación o el acoso me pareció especialmente poderosa. Revela una comprensión intergeneracional de la violencia contra las mujeres en México y deja claro que no es algo nuevo. Lo que es nuevo es el rechazo al silencio y la capacidad de reunirse y negarse a ser cómplices del abuso de las otras.

Vi marchar a miles de personas durante la tarde del 8 de marzo en Ciudad de México y, en algún momento, me di cuenta de que no había visto ni un solo cartel partidista ni un grupo relacionado con alguna candidatura. Las campañas electorales arrancaron la semana anterior, con dos mujeres contendiendo por llegar a la presidencia este mismo año. Ninguna de las candidatas estaba ahí y no había ningún apoyo abierto a ninguna de las dos.

“Que no sea este el único día en el que nos podemos sentir seguras”. 8 de marzo, 2024, en la Ciudad de México. Foto © Dawn Marie Paley.

El fracaso del gobierno mexicano a nivel federal, estatal y local en su respuesta a la violencia contra las mujeres y las comunidades está ampliamente documentado. Muchas de las pintas y carteles del 8 de marzo denunciaban la impunidad y la complicidad entre el Estado y los agresores. 

Parte del poder y el gozo del 8 de marzo es la mezcla de sentimientos y emociones cuando cientos de miles de mujeres y personas trans y no binarias se reúnen para protestar y celebrar nuestra capacidad de resistir juntas. 

En el 8 de marzo, este río de mujeres está formado, al examinarlo más de cerca, por miles de formas diferentes y autónomas de estar en pie de lucha: un grupo rasgando son jarocho, otro denunciando una desaparición, un grupo meneando el culo como parte de un colectivo de twerk trans-incluyente, otro marchando como un colectivo de "michis aborteras".

En el 8 de marzo, estas moléculas de resistencia se juntan para crear una energía colectiva que va mucho más allá de los confines del feminismo institucional y de las gastadas peticiones de igualdad y paridad. En cambio, disputa el tiempo, la justicia y el significado mismo de la lucha social, y está dispuesta a romperlo todo para construir algo nuevo en su lugar.